EL JARRON
"Los integrantes de una humilde familia 
hacían lo posible por ser felices,
 pero como eran tiempos duros,
 a veces resultaba difícil.
 Bastaba con ver la fachada de su casa 
para darse cuenta de que algo no iba bien.
 Ya no se preocupaban por limpiar las ventanas,
 ni cuidar el pequeño jardín que tenían al frente.
 La cerca estaba totalmente desbaratada 
y la puerta principal ya no tenía pintura. 
Un día, el hijo mayor fue al mercado
 y mientras estaba allí, observaba con curiosidad
 a la gente entusiasta que compraba.
 Le llamó poderosamente la atención 
un bello jarrón, en un pequeño puesto
 donde vendían artículos de segunda mano.
 Al verlo, entusiasmado, buscó las pocas monedas
 que tenía en el bolsillo; 
era lo justo que se requería para comprarlo,
 pero hacerlo significaba que se quedarían 
sin dinero. Pensó que no estaban para derroches,
 pero era tan especial… 
Además, a su mamá le encantaría. 
El vendedor, mientras se lo envolvía,
 le dijo:
 'Disfrútalo y cuídalo mucho, 
porque este jarrón es mágico'.
Y en efecto, toda la familia se entusiasmó 
con su compra, y nadie le reprochó 
que se hubiera gastado
 sus últimas monedas en él. 
Un día, al observar la belleza del jarrón,
 el padre se dio cuenta de lo arruinada 
y descuidada que estaba la sala.
 Así que sin pensarlo, entusiasta,
 buscó la brocha y un poco de pintura 
que quedaba y en pocas horas dejó 
la habitación como nueva. 
Cuando el segundo hijo vio
 lo bien que quedó la sala, 
tomó un cubo con agua y jabón 
y lavó todas las ventanas. 
Cuando el tercer hijo miró a través de estas,
 notó el terrible estado en el
 que estaba el jardín, así que cortó el césped,
 quitó las malas hierbas y removió la tierra. 
El cuarto hijo, al ver la tierra limpia, 
plantó semillas. Cuando llegó el verano, 
la hija menor salió al jardín y notó que habían florecido las margaritas; cortó algunas
 y se las llevó a su madre 
para que las pusiera en el jarrón". 
Cuando perdemos la motivación,
 el entusiasmo y la alegría, 
caemos fácilmente en un estado de abandono
 y apatía que se refleja en todas las áreas
 de nuestra vida. 
La mayoría de las veces nos quedamos
 esperando a que alguien tome la iniciativa
 o que pase un evento con la suficiente fuerza 
como para cambiar y mejorar nuestra condición
 de vida, sin que tengamos que hacer algo
 para conseguirlo. 
Nuestra felicidad no depende 
de lo que tenemos o de lo que todavía
 no hemos podido conseguir.
 La felicidad depende básicamente 
de nuestra actitud y de la forma 
de asumir e interpretar la vida;
 no se experimenta afuera,
 sino adentro y cada uno de nosotros
 puede recuperar la motivación
 y el entusiasmo necesarios 
para construir su propia felicidad.
de la red