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 viejecito ocupaba el menor espacio que podía, no quería ser notado ni 
quería ser una molestia, su necesidad lo orillaba a esa situación. Había quienes se sentían importunados por esa mano arrugada que se extendía con una muda petición de que se le depositara algo. Y muchas veces lo único que recibió fue una mirada desdeñosa. Por
 tener que esperar a una persona, estacioné mi automóvil cerca de él y 
así fue como tuve la oportunidad de observar, cómo un anciano 
mendingante tocaba la vida de los demás, de manera sutil y discreta. LLegó
 junto a él, un niño apretando nerviosamente una pequeña moneda, 
anticipando la sensación de dar, dándole su única posesión y alejándose 
juguetonamente. Pasó un apurado padre, que lo usó de ejemplo de como se ven los robachicos, para intimidar inútilmente a su revoltoso vástago. Llegó
 una viejecita, quien no sólo le dio una moneda, sino que también le 
obsequió el calor de una palabras de comprensión y de ánimo, para que se
 cuidara del frío que sin misericordia se hacia sentir. Un
 jubilado, pasó junto a él y en su rostro se leyó un agradecimiento a 
Dios, por la familia que tenía y por el magro cheque que cada mes 
recibía. Pasó
 un policía, que se hizo el desentendido, al ver el temor en los ojos de
 alguien completamente inofensivo, que le recordó a su viejo, 
prosiguiendo su camino imperturbable. Pasaron como cincuenta personas y nadie le prestó atención, sumergidas en sus propias necesidades. Me
 bajé del auto y me dirigí resueltamente a él, me miró con desesperanza,
 por su mente pasó la eminente expulsión, pensando que yo era el 
propietario del negocio donde él se refugiaba. ¡Señor!
 - le dije en voz alta, por si no oía bien, ¡Hace frío y voy al 
restaurante, me permite que le invite algo? !Hizo el intento de negarse a
 aceptar, pero el frío reinante le dió valor para decidirse... Un mate 
por favor... Cuando
 cumplí su pedido, recibí el gracias más sincero y conmovedor que he 
escuchado, me agradecía el haberlo hecho sentir humano, por esa pequeña 
atención que había tenido con él. Dejó
 de sentirse en ese momento, un estorbo, un anciano solitario, un 
despojo que la sociedad inhumana y fría, esperaba impaciente su 
desaparición. De repente fue un recuerdo traído a su estado actual y se sintió con vida, joven y viril, útil y amado. Pero lo que más me impresionó no fue ese cambio, sino la sabiduría de sus ojos. ¡Porque él sabía que por unas monedas, tocaba las vidas, con su triste ejemplo! Como se han de imaginar, la persona que esperaba, ya me estaba aguardando impaciente . ¡Nunca volteó a ver al anciano, y concluí que esa lección, sólo era para mí!
 a/d
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