Pensaré cuánto has sufrido Tú por mí; por pesados que sean mis trabajos y grandes mis dolores, jamás igualarán a los que Tú padeciste:insultos, humillaciones, flagelación, coronación de espinas, crucifixión.
Beberé, Señor, este amargo cáliz para recobrar la salud de mi cuerpo y de mi alma. Lo beberé sin temblar, porque para animarme a ello lo has bebido Tú primero. Amén