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Muy gozoso

Una de las características de nuestro tiempo es la ausencia casi general de un gozo profundo. Pocas veces se encuentra gente verdaderamente feliz. Sin embargo, nuestra sociedad ha organizado muchas distracciones con el fin de regocijarse, tratando de borrar así las preocupaciones de la vida. Pero la alegría demasiado artificial que resulta de las diversiones propuestas a menudo oculta la tristeza. Los corazones permanecen insatisfechos, porque la verdadera felicidad no se halla en las condiciones de vidas fáciles o incluso agradables.
A menudo el rostro refleja lo que el alma siente. Si en nuestros rostros llevamos las huellas de las preocupaciones y las penas, ¿no es, frecuentemente, porque no conocemos el verdadero gozo? Las pobres distracciones del mundo son efímeras y no pueden satisfacernos.
Quisiéramos compartir con el lector goces reales y duraderos: el conocimiento de Jesús, el amor de Dios y la esperanza cristiana, los cuales dan una verdadera razón de vivir. En el capítulo 8 de los Hechos leemos de un hombre a quien se le anuncia a Jesús como Salvador. Este contacto con Dios por medio de Jesucristo era precisamente lo que le faltaba a su alma. Después de haberle encontrado por la fe, “siguió gozoso su camino”. ¡Feliz encuentro que da el verdadero gozo en el corazón!