Por lo visto 
los reyes tambien son victimas de la locura aqui
esta la 
historia real de uno que realmente estaba normalmente loco. 
La Historia 
sabe de un extraño caso en que un río fue condenado a 
muerte,
y también de 
la curiosa forma en que la pena fue ejecutada.
Lo cuenta 
Heródoto de Halicarnaso en el primero de 
sus nueve 
libros de Historia (apartados CLXXXIX y CXC),
considerado 
por muchos como la fuente griega
más fiable 
sobre Ciro II el Grande de Persia.
Alrededor del 
año 540 a.C, el Rey persa Ciro II el Grande,
estaba 
barriendo con sus ejércitos el este de Europa y
muchos 
territorios del cercano oriente. 
Ahora 
avanzaba hacia la ciudad de Babilonia.
Un día, él y 
su ejército llegaron a las orillas del río
Gyndes 
(probablemente el actual río Diyala que fluye 
entre Irán e 
Irak y desemboca en el río Tigris).
Antes de que 
se terminaran los preparativos para cruzarlo
(lo cual no 
podía hacerse sino con barcas),
uno de sus 
caballos blancos sagrados se lanzó al agua y
trató de 
cruzar a nado, pero sumergido entre los remolinos, murió 
ahogado.
El gran rey 
Ciro no estaba acostumbrado a recibir el desafío de 
nadie
– ni siquiera 
de un río – y enfurecido por la muerte del caballo,
le condenó 
con dejarle tan pobre y desvalido que hasta 
las mujeres 
pudiesen atravesarlo sin que les llegase el agua a las 
rodillas.
Ciro aplazó 
su campaña contra Babilonia y ordenó ejecutar la sentencia. 
Para ello 
dividió en dos partes su ejército,
cada uno en 
una orilla del Gyndes, 
marcando con 
cordeles 180 acequias a cada lado del río… 
y les ordenó 
que comenzasen a cavar…
Cerca de tres 
meses duró la empresa, 
hasta que al 
final las acequias se convirtieron en 360 canales
que 
desangraron el río. Al final de la colosal obra,
Ciro marchó 
en señal de triunfo con sus hombres sobre el Gyndes, 
que quedó 
reducido a una red de arroyos insignificantes.
Por suerte, 
la Naturaleza quiso que muchos años
después el 
río volviese de nuevo a su cauce.
Fuente y créditos: 
La Aldea 
Irreductible
