Celebro la vida con gozo y agradecimiento.

Sin importar las circunstancias en mi vida en este momento,

este es un día bendito en el cual busco evidencia de la

bondad de Dios y decido disfrutarla con todos mis sentidos.

 Percibo los sonidos gozosos de la vida —música,

 niños que ríen y vecinos que conversan fuera de sus casas.

Disfruto de la fragancia de un jardín de rosas

cercano o del aroma de una parrillada.

 Un vaso refrescante de té frío o un suculento helado trae una sonrisa a mis labios.

Me recreo en el cálido sol veraniego o en la frescura de

 una habitación con aire acondicionado.

Cada sensación me recuerda el gozo

de vivir, y la luz de Dios resplandece en mí y en el mundo.