Jesús dijo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Juan 6:47 |
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Creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos. Hechos 15:11 |
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¡Agárrate a la cuerda!
Todo empezó con un paseo por el puerto pesquero. De repente el pequeño Francisco resbaló por la piedra mojada del muelle y cayó a las oscuras aguas. El niño aún no sabía nadar, así que no dejaba de moverse en todos los sentidos: se hundía, salía a la superficie y volvía a hundirse… Un pescador, quien desde su barco amarrado al muelle vio lo que estaba sucediendo, tomó rápidamente una cuerda y la lanzó hacia Francisco. «¡Francisco, agárrate a la cuerda y déjate llevar!», gritaron sus angustiados padres. El niño, ya sin fuerzas, tomó la cuerda. Entonces una mano firme lo sacó del agua. ¡Ahora estaba a salvo! La misericordia divina se parece a una cuerda tendida a nuestra miseria. Quizás usted tenga la impresión de estar ahogándose; está luchando solo para salir de las garras del alcohol, de la droga o de un vicio. Mientras la cabeza salga del agua parece que sus esfuerzos valen la pena, pero en cuanto vuelve la recaída, usted se hunde. Necesita ayuda, y esa ayuda existe. Dios se la ofrece. Tómela, así como Francisco echó mano de la cuerda. Nadie puede hacerlo en su lugar. Dios lo ama tal como es, y espera que le pida auxilio. Háblele de su miseria, pídale perdón por lo que lo esclaviza y de lo que le gustaría ser liberado. Ponga en sus manos toda su vida. Dios le dará a conocer a Jesucristo, su Hijo, un Salvador maravilloso, un libertador. ¡Vaya a él sin tardar!
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