Jesús dijo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Juan 6:47 |
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Creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos. Hechos 15:11 |
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¡Ahí viene!
Era el mes de junio de 1945. Yo acababa de cumplir cinco años. El tren había llegado a la estación trayendo a los prisioneros de guerra. Desde la espalda de mi madre, en donde estaba acurrucado, yo debía buscar a mi padre, a quien nunca había visto, salvo en fotos; pero lo amaba, ¡Pues mamá me había hablado mucho de él! De repente lo vi y lo llamé. Lo sucedido en los siguientes minutos es indescriptible… Luego volvimos a casa; a medida que los días pasaban mi alegría fue menguando porque mamá me dedicaba menos tiempo… Jamás olvidaré aquella escena en el andén. Muy a menudo me ha hecho recordar ese momento tan cercano cuando el Señor Jesús vuelva del cielo para llevar consigo a sus rescatados. Él nos lo prometió: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). Nunca lo hemos visto, pero lo amamos, pues él nos amó primero. ¡Deberíamos anhelar mucho más ver a aquel que sufrió tanto por nosotros! En la casa del Padre no habrá sombra ni contrariedad alguna. Nadie podrá empañar nuestra felicidad de estar junto a él. En la tierra a menudo nuestro corazón está dividido, y la alegría convive con la tristeza, pero en el cielo todo será diferente: “En tu presencia hay plenitud de gozo” (Salmo 16:11). Nuestro Salvador ocupará todo el lugar en nuestros corazones. Querido lector, ¿ha sido usted lavado de sus pecados por la sangre de Jesucristo, quien murió en la cruz por usted? ¿Lo está esperando?
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