A veces la gente miente. Algunos mienten sin darse cuenta, te dicen qué guapa estás hoy,
cómo me gustan tus zapatos nuevos o esta noche no salgo porque tengo cena familiar.
Y tú sabes que es mentira, que en realidad no es lo que están pensando, pero te lo dicen
instintivamente, simplemente porque no se atreven a decirte la verdad, piensan
que puede parecerte mal.
Entonces se genera una especie de acuerdo no verbal por el cual tú aceptas la mentira, y la otra
persona se cree que te lo crees y se queda satisfecha. Lo que no sabe, es que a ti te importa
una mierda si le gustan tus zapatos o si esta noche va a quedar contigo o no, pero le sigues la
corriente porque te resulta más sencillo que decirle lo que piensas. Resulta que, sin darte cuenta,
tú estás mintiendo también, y sin haberlo planeado estás dándole de su mismo caldo.
Te resulta incluso divertido, es el Juego de las mentiras. Tu turno, mi turno.
Diente por diente, y todos contentos.
Pero existe otra clase de mentiras. Esas que, al escucharlas, hacen que tu cara se convierta
en un poema, mezcla de indignación, repulsión, enfado y carcajada. Por un lado, te duele
el alma cuando las descubres. Por otro, te apetece echarte a reir en la cara de quien te la cuenta.
Me estás tomando el pelo? realmente, esa persona se cree que eres imbécil.
Y eso es lo que más te duele. Ya no importa de qué se trate la mentira, ni cuánto daño
te haga, lo que en realidad te rompe el corazón es que te tomen por idiota, que piensen
que vas a jugar al juego de sus mentiras como haces con lo de los zapatos, y que al
terminar el juego todo va a seguir igual.
Pero nada sigue igual después de una mentira como esta. Las fichas del juego no vuelven
a su sitio y a partir de entonces, cada vez que se abre la cajita, el juego se complica más y más.
Estrategias complicadas, movimientos bien pensados y ataques perfectamente planeados.
La otra persona sigue jugando, sin saber que tú ya has empezado a luchar. El juego ha dejado
de ser divertido, has entrado en la Guerra de las mentiras, y sólo terminará cuando
uno de los dos bandos muera.
