PERCEPCIÓN DE LA FELICIDAD
La felicidad es una de las palabras que comportan interpretaciones diversas y de acuerdo con la situación en que cada persona se encuentra. Puede referirse tanto a un estado interno como externo. ¿Cómo alcanzarla sintiéndose en paz y satisfecho?
Piensa que tú tienes derecho a ella, pero, no has sabido cómo percibirla. Tus valores, tu forma de pensar, tus actitudes y tus pensamientos, no han conseguido traerte lo que tú más deseas, que es realizarla. Comienza pensando que es preciso estar solo, por lo menos por algunos momentos, para revisar tu propia vida. Ningún problema puede ser mayor que tú mismo. Ellos tienen la dimensión que tú mismo les das.
Alterna tus rutinas con otras que hace mucho que tú no haces. Vuelve a los viejos hábitos. Ellos pueden ser antiguos, pero continúan válidos. Por otro lado, abandona algunos antiguos hábitos que no caben más en tu presente realidad. Recuerde siempre que los cambios son constantes en nuestras vidas y que lo que fue bueno antes, puede no serlo hoy y viceversa.
¿Será que tú eres suficientemente feliz? ¿Será que tú eres tan feliz como puedes llegar a serlo? Esto solamente lo sabrás cuando estipules los parámetros que indican tu felicidad.
Estipula algunos que sean provisorios, quiere decir, que contengan señales concretas de realización. Aunque sean a partir de valor material, ellos son el principio de un camino. Más adelante, cuando tú estés más confiado, seguramente tendrá otros de valor emocional y espiritual más elevados.
Verifica cuál es el sistema de valores al que estás vinculado, es decir, a qué límites tú sueles obedecer. Ampliar estos límites es fundamental para alcanzar la felicidad, pero ellos sólo deben ampliarse cuando satisfagan las mínimas exigencias de convivencia.
Somételos a la crítica de los que conviven contigo. Cuando las personas que tú quieres, los adopten como suyos, es señal de que pueden comenzar a superarse por otros mejores. Esa superación no significa pérdida, sino agregar otros a los antiguos, que traigan mayor felicidad.
Las ciencias, el conocimiento cultural en general, nos ayudan a comprender el sentido de ser humano, de ser persona. Todas las ciencias deben colaborar para conducir al ser humano hacia la felicidad. Cualquiera de ellas debe permitirnos el encuentro con nuestra esencia íntima. Cuida de que la religión, tu filosofía de vida o tu sistema de valores sirvan para ese firme propósito. En caso que notes que en algún punto la ideología adoptada, sirve para lo contrario, cambia tu manera de entenderlo. Todo debe concurrir para tu felicidad.
No te olvides de que el mundo existe dentro de ti y es ahí donde todo deber estar resuelto. Del lado de afuera, las cosas pueden estar desorganizadas, pero en tu interior debe haber equilibrio y armonía. Lo que son las cosas y lo que representan son diferentes caras de la realidad. En ti, ellas deben significar algo que te traiga paz y te proporcione armonía en el ambiente en que vives. Tu psicología debe ser aquella que te permita vivir en paz y traer la paz en donde vives. Deudas financieras, dificultades de relaciones, problemas de salud, y el miedo y la ansiedad por causa de eso, son cuestiones menores delante de la grandiosidad de la Vida y de tu propia vida. Vive para entender tu propia existencia sin tener miedo de lo que te pueda ocurrir en el futuro. Tu forma de vivir te traerá sufrimiento o paz. Tus elecciones deben ser en el sentido de conseguir paz y felicidad.
Ve la realidad sin el recorte que la conciencia proporciona.
La vida social, los medios de comunicación de masa, especialmente la media, nos muestran apenas un recorte de la realidad a partir de un ángulo particular. Intenta ver la Vida como algo mucho mayor que aquello que se te muestra y que tus ojos pueden ver. Tu felicidad depende de una visión más amplia de la Vida. Mírala como un obsequio de Dios y como algo mayor que tú, pero que cabe en ti.
El ser humano es mucho más grande que el recorte que se hace de su alma. Él es puro amor como lo es el amor de Dios. Nada es mayor que la relación dulce y misteriosa entre el ser humano y su Creador. Una persona que busca la felicidad debe aprender a verse como representante de Dios. Por lo tanto, valorar la relación con las personas, con cualquier persona, significa comprender que Dios está presente en aquel momento.
Los actos humanos son recortes del alma humana, son formas de su manifestación. Deben tenerse en cuenta como simples fases del ser que desea expresarse plenamente sin conseguirlo. La felicidad pasa por la comprensión de esos actos, cualquiera que sean, como manifestaciones del amor que todavía no sabe mostrarse. El sentido de la felicidad es también comprender cada acto humano como una pequeña parte del amor que en él reside.
El ser feliz no es un acto separado de una persona ni una situación particular de un individuo. De ella forman parte otras personas y sus procesos. Decir que uno es feliz, es también comprender los actos humanos y verlos como posibilidades de entendimiento de la naturaleza de Dios.
Es natural que se busque la felicidad externamente. El ser humano nace con los ojos cerrados en busca de la luz e intentando acostumbrarse a ella. Nace queriendo conocer el mundo externo. Sus ansias de conocerlo lo hace olvidarse de mirar interiormente. Nacer es abrir los ojos para la conciencia, olvidándose de lo que es el inconsciente. La felicidad consiste también en atender a los anhelos inconscientes. Es un viaje solitario al mundo inconsciente y al pasado personal.
Para la comprensión precisa de la felicidad es necesaria la aceptación de la propia mortalidad. Esa aceptación permitirá la apertura de la mente hacia la espiritualidad. Aceptar que un día el individuo experimentará la propia muerte es fundamental para perder los miedos y ansiedades con relación al futuro.
No hay felicidad sin una clara percepción del sentido de la Vida. En ese particular, se debe tener una concepción personal de Dios. Toda felicidad pasa por la conciencia de la existencia, presencia y actuación de Dios en aquél que la busca.
Tema preparado por el Grupo de Semillas de Vida 
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