Sigo aquí, mirando un panel con el nombre de los aviones que entran y salen, los que vienen y los que se van los que aterrizan con su enorme peso dejando descansar en el suelo a cientos de pasajeros. Y los que despegan, llevando ilusiones al cielo, reservando un beso en la frente para ese momento en el que vuelvan a aterrizar.
Y me veo solo. Hasta los letreros parece que se transforman en los nombres de esas personas que conozco.
¿Cuál he de elegir? ¿Cuál es el que sube o aterriza? ¿En cuál me monto? ¿Habrá salido ya? ¿Lo habrán suspendido? Quizás ya llegué tarde y sigo pensando, mirando, leyendo, esperando cargado con mi equipaje, el letrero que me anuncie COMU, ÉSTE ES, NO TE RETRASES Y SUBE A BORDO.