«Yo tendría un candidato, pero nadie lo quiere». Tal fue la respuesta de un creyente a quien se le preguntó por quién votaría en las próximas elecciones. ¿A qué candidato se refería?

       Desde luego, quería hablar de Jesucristo, el único que es capaz de poner orden en este mundo turbado. Por desdicha no se quiere saber nada de Él. La prueba es que lo clavaron en una cruz como un malhechor. El mundo de hoy está echado a perder. Las guerras, el hambre, las intrigas políticas sacuden nuestra sociedad. Estos trastornos son las consecuencias de haber rechazado a Cristo.

       Un día Él reinará en la tierra, pero antes de esto, desea reinar en los corazones. Rechazado como rey, hoy se presenta como Salvador.

       El remedio a los más graves problemas de la humanidad no se halla en un nuevo régimen político. En la historia no se conoce una formación política que haya satisfecho plenamente a un pueblo.

       La solución pasa por un compromiso individual. Es necesario que cada uno encuentre a Jesucristo como su Salvador personal. Dé su voto a Jesucristo, pero ante todo, entréguele su corazón y su vida. Entonces comprobará que los humanos son seres decepcionantes, pero Jesús nunca desilusionó a ninguno de los que confiaron en Él.

       Esto no exime al cristiano de la orden de Pablo en Romanos 13:1: “Sométase toda persona a las autoridades superiores”.