Un hombre cuenta cómo halló la verdad: «Como joven incrédulo, yo leía los escritos de muchos filósofos. Comprendía que esta gente tiene la capacidad de formular y hacer suyos muchos problemas, pero nunca los soluciona.

       Cierto día decidí conseguir una Biblia. No la conocía en absoluto. Entonces empecé a leerla desde el principio, como se hace con cualquier otro libro. Desde el comienzo comprendí que este libro podía dar la respuesta a las preguntas planteadas pero no solucionadas por los filósofos.

       No puedo recordar en qué momento me convertí, pero una cosa sé con toda seguridad: la Palabra de Dios fue el medio para mi conversión.

       La Biblia es absolutamente la verdad, y mi conversión se produjo porque comprendí y creí verdaderamente lo que este libro enseña. La consecuencia de mi conversión fue un profundo agradecimiento en mi corazón y el deseo de obedecer a esa Palabra.

       Desde hace cincuenta años estudio la Palabra de Dios y cada vez estoy más convencido de que ella es la verdad y que el cristianismo está en absoluto contraste con todos los sistemas religiosos que hayan existido o que existan».

       “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105).