MEIRA DELMAR ( Poetisa de Colombia )
Olga Chams Eljach, poeta colombiana nacida en Barranquilla en 1921, es hija de padres oriundos de Líbano, Medio Oriente.
Ha figurado bajo el seudónimo de Meira Delmar desde que algunas revistas cubanas publicaran sus primeros poemas.
Hizo estudios en su ciudad natal en el Conservatorio Pedro Biava, en el cual fue luego profesora de Historia del Arte y Literatura,
materias que cursó en Roma, Italia. La universidad atlanticense le confirió el doctorado «Honoris Causa» en letras, es miembro
correspondiente de la «Academia Colombiana de la Lengua» y dirigió por muchos años la Biblioteca Pública del Atlántico.
Su poesía caracterizada por una dulce sensualidad, está contenida en los siguientes libros: «Alba del olvido», «Sitio del amor»,
«Verdad del sueño», «Secreta isla», «Reencuentro», «Laud memorioso», «Huésped sin sombra» y «Alguien pasa», entre otros.
Nada igual a esta dicha
de sentirme tan sola
en mitad de la tarde
y en mitad del trigal;
bajo el cielo de estío,
y en los brazos del viento,
soy una espiga más.
Nada tengo en el alma.
Ni una pena pequeña,
ni un recuerdo lejano
que me hiciera soñar...
Sólo tengo esta dicha
de estar sola en la tarde
¡Con la tarde no más!
Un silencio muy largo
va cayendo en el trigo,
porque ya el sol se aleja
y ya el viento se va;
¡Quién me diera por siempre
esta dicha indecible
de ser, sola y serena,
un milagro de paz!
Meira Delmar
Marilina Rébora (Argentina), es una poeta solitaria que a lo largo de su vida huyó de la estridencia bulliciosa y la difundida notoriedad, pero, en cambio,
cultivó devotamente su mundo interior y su opulenta imaginación. A los diez años, estudió dibujo con Ernesto Riccio; luego fue al atelier de Vicente Puig,
y posteriormente –acompañada de Susana Aguirre– asistió al taller de Lucía Capdepont. Expuso sus obras –junto con Susana Aguirre, Lucía Capdepont
y Silvina Ocampo– en el II Salón p.a.f. (1939); en el V Salón de Primavera (1940) –organizado por la Peña de las Bellas Artes de la Provincia de Buenos Aires,
en los salones del diario La Prensa– junto con Antonio Alice, Mario Anganuzzi, Justo Lynch y Ernesto Riccio; en la Exposición de Homenaje
al Maestro Vicente Puig –en Galerías Witcomb (1943)–, y en el Salón Independiente (1945) junto con Aquiles Badi, Héctor Basaldúa, Antonio Berni,
Horacio Butler, Emilio Centurión, Santiago Cogorno, Miguel Diomede, Raquel Forner, Jorge Larco, Onofrio Pacenza, Emilio Pettoruti, Agustín Riganelli,
Raúl Russo, Raúl Soldi y Lino E. Spilimbergo, entre otros. Se halla representada en el Museo de Bellas Artes Bonaerense (La Plata) y en el Museo
de Bellas Artes de San Rafael (Mendoza). Marilina Rébora –que paralelamente desarrolló su carrera literaria– rápidamente se compenetraría desde pequeña
de los efluvios de la cultura, cuando frecuentaban su casa los amigos de su padre y de su infancia:
Alfonsina Storni –que la sentaba en su regazo–, Arturo Capdevila, Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte), Leopoldo Lugones, Rafael Alberto Arrieta,
Rafael de Diego, Norah Borges –que le hiciera un retrato en 1927 titulado "Marilina con una naranja en la mano"–, Horacio Quiroga y sus hijos Darío y Eglé,
Ricardo Rojas, entre otros, y al decir de sus palabras:
“ En Alfonsina Storni y en las de Capdevila,
Rafael Alberto Arrieta, o Rojas y de Diego,
yo hubiera abandonado tiernamente mi mano;
pero Horacio Quiroga me contenía luego
con su barba cuadrada. Y yo, algo intranquila,
quedaba en la escalera, vuelta desde el rellano .”
(“Los Amigos”, Los Días de los Días.)
Quizá fue ese contacto de privilegio el que la llevó a la poesía, llegando a publicar nueve libros y a dejar más de veinte obras inéditas.
A Los Días de los Días (1969) siguieron Libro de Estampas (1972), El Río Azul (1975), Tiempos de la Vida (1975), Las Confidencias (1978),
Animalerías (1980), El Lagarto estaba harto (1986), No me llames poeta (2001) y Caleidoscopio Artístico (2003) –estas dos últimas, obras póstumas–.
QUIERO PINTAR LA LUNA
Madre, ¿Puedo pintar la luna de escarlata?
¿O con vestido rosa, orlado de violeta?
¡Pues, noche a noche, sale insulsa y timorata,
sin nada de color que la avive, coqueta!
¿Por qué será la luna, siempre luna de plata,
camafeo de hielo, el pálido planeta,
la doncella de nieve a la que se retrata
en blanco, si pintor, o argento, si poeta?
Quisiera iluminarla con cálido amaranto,
encendidos reflejos carmín o solferino,
inventarla morena, con luminoso manto
y no alba y exangüe, con veste de platino.
¡Quiero pintar la luna de tono colorado,
en creciente o menguante, de cara y de costado!
Marilina Rébora (Bs.As. - 1919 -1999)