Todos disponemos en nuestro interior de los mismos recursos para superar las dificultades o perseguir nuestros sueños. Como comenta la psicóloga Virginia León, las diferencias en la manera que hombres y mujeres superan  las dificultades “vienen más marcadas por las pautas sociales de comportamiento que por la naturaleza biológica”. Sin embargo, no hay duda de que en la manifestación de nuestra fortaleza interior existen comportamientos considerados como típicamente femeninos o masculinos. Afortunadamente, los cambios sociales y culturales derivados de la incorporación de la mujer al trabajo están ayudando a superar los estereotipos de género, sin por ello renunciar a nuestra feminidad o masculinidad. Encontrar el equilibrio entre autosuficiencia y humildad, razón y emoción… es atrevernos a explorar todas nuestras capacidades y despertar muestra fuerza interior.

Expresión de emociones

Los psicólogos afirman que ser capaces de reconocer nuestras emociones ayuda a avanzar. Una faceta en la que sin duda las mujeres llevamos históricamente ventaja a los hombres: “Lo vemos constantemente en la terapia de pareja que realizamos. Normalmente es el hombre el  que no conoce las emociones. Debido en parte a un factor cultural, ‘los hombres no lloran, tiene que ser fuertes, no se tienen que hundir’” (M. Calvo). Sin embargo, tal y como señala la psicóloga: “Los hombres también pueden aprender a abrirse, a expresar sus sentimientos, a comunicarse”.

Pero, si bien es conveniente aprender y atreverse a expresar nuestras emociones, existe también el riesgo de quedarnos anclados en ellas. Algo, que una vez más por motivos culturales, sucede más a menudo entre las mujeres. “De la mujer se espera que exprese sus emociones. Se educa (ahora cada vez menos) para necesitar al hombre, y esto puede llevarla a quedarse demasiado tiempo creyendo que no puede atravesar los reveses de la vida sola, sintiéndose desamparada y desvalida. Para superarlo, lo ideal sería nutrir su autoconfianza y autoestima, lograr la toma de conciencia de su propia valía, que se sienta capaz y salga adelante por si misma”. (V. León, psicóloga)

Saber pedir ayuda

“Los primer es estar en paz con uno mismo, poder estar a solas, lo cual nos va a ayudar también a seleccionar mejor las amistades. Los amigos son muy útiles, pero también hay que saber estar con uno mismo”, señala Monserrat Calvo. Sin embargo, saber pedir ayuda, o aceptarla, en determinados momentos es también aprender a asumir nuestras debilidades y carencias. Algo en lo que, de nuevo, las mujeres partimos con ventaja.: “Las mujeres tienen menos orgullo a la hora de sentirse y mostrarse frágiles, débiles y emocionales. Tienen menos reparos a la hora de pedir ayuda a los demás. Pedir, que no exigir, ayuda a los amigos, a la pareja, forma parte de la solidaridad que debe existir entre seres humanos”.

El peso de los estereotipos hace que aún hoy en día los hombres muchas veces se resistan a solicitar ayuda, a pesar de necesitarla. Tal y como destaca Virginia León: “Las mujeres estamos más acostumbradas a necesitar ayuda, y eso está socioculturalmente aceptado. Desde ataño se educa a los hombres para ‘ser fuertes’, para no necesitar ayuda, para aguantar el dolor y para no expresar toda una serie de emociones que ‘denotan fragilidad’. En cambio lo femenino está ligado a la expresión de sentimientos,, a la sensibilidad, y muchas veces a la dependencia. Estas tendencias están cambiando, porque nuestra sociedad también está evolucionando, la mujer trabaja fuera de casa y los hombres comparten las tareas domésticas. Aún así, todavía siguen vigentes algunos de estos estereotipos. Por este motivo puede que a los hombres, de los que se espera ‘fortaleza’ como signo de masculinidad, les cueste más pedir ayuda, porque entra en conflicto con las expectativas sociales sobre lo que significa ser hombre”.

Razón frente a emoción

Otros de lo tópicos respecto a cómo hombres y mujeres afrontan los retos o los cambios imprevistos es que los hombres, al ejercer un mayor control sobre sus emociones, son capaces de tomar decisiones más racionales en los momentos difíciles. Una aparente ventaja que no siempre los es: Habría que preguntarse sobre qué decisiones se trata, ya que seguramente les ayudará a tomar algunas decisiones pero no todas. Nada sirve para todo. Existe la creencia de que en frío se toman las mejores decisiones y también que los hombres, por ser menos emocionales, toman decisiones más acertadas. En los momentos difíciles, lo mejor es estar acompañado tanto de la razón como de las emociones. Si tenemos en cuenta ambas cosas podremos decidir  desde una perspectiva más amplia y nuestra decisión será más ecuánime y coherente. Pretender ser cien por cien frío y racional es una falacia en si misma, somos seres emocionales, ya que biológicamente nuestra memoria y aprendizaje están basados en las emociones”. (V. León)

Nuestros referentes

Sin duda, hombres y mujeres estamos aprendiendo a equilibrar nuestras fuerzas siendo capaces de encontrar en  nosotros mismos los recursos que culturalmente pensábamos reservados al sexo opuesto. En el caso de los hombres, la expresión de las emociones es cada vez más frecuente entre los más jóvenes, aunque aún existen estereotipos que hace que muchas veces los hombres se acostumbran a vivir de espaldas a sus sentimientos.

La actitud vital

Afortunadamente, los hombres y mujeres estamos logrando superar los estereotipos de género más limitantes para prender a reconocer y utilizar todos nuestros recursos sin miedo a que ello suponga renunciar a nuestra feminidad o nuestra masculinidad. “Hay mujeres activas y autodependientes que siguen siendo femeninas, y hombres sensibles y abiertos a expresar lo que les pasa que no temen perder su masculinidad, ya que la afirman en otro lugar” (Virginia León).

La fuerza interior no es cuestión de género, sino de actitud vital, de ser capaces de confiar en nuestras propias capacidades y conectar con todo nuestro potencial. Es asumir que todos nos equivocamos y que aprendemos de nuestros errores, por lo que hay que relativizar términos como éxito y fracaso. “Como dice un proverbio chino, ‘cuando el corazón llora por lo que ha perdido, el espíritu ríe por lo que ha ganado’, nos recuerda Monserrat Calvo. Es deseable que tengamos tolerancia al fracaso  porque forma parte de la vida y nos ayuda a sacar recursos que nunca habíamos pensado que teníamos”.

JOANA ARBIOL