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  Y me quede sin alas...  
 
            Me pidió el alma, para verla, un día, y yo se la presté, como quien deja al curioso de turno el libro nuevo
 que apenas se cerró sobre la mesa.
 Uno espera que observe la portada,
 título, autor, quizá la referencia
 al tema que aparece en el reborde,
 y que seguidamente lo devuelva.
 
 Y me quedé sin alma. Yo esperaba
 que, vista ya, me la restituyeran.
 Pero se la llevó. Mi cuerpo todo
 temblaba como junco en la ribera,
 pero desposeído de energía,
 no fui capaz de articular protesta.
 
 Vivir sin alma tiene sus ventajas:
 Una extraña quietud, una ceguera
 que impide ver el mundo,
 y al escuchar su ruido, indiferencia.
 Nada nos hiere, nada nos perturba,
 nada nos espolea.
 ¿Pero de qué nos sirve
 ser planta o ser estrella?
 Ser de músculo y carne es un peldaño
 tan sólo superior al de la piedra.
 Devoraremos nuestros alimentos
 sentados impasibles a la mesa,
 ocultos en el bosque sin ensueños
 sabremos atrapar nuestra pareja,
 nos reproduciremos
 con escaso ritual sobre la hierba.
 
 Yo quiero más. El gozo y la agonía,
 la esperanza, el recuerdo, la tristeza,
 la fe y la duda y el desasosiego;
 quiero que me devuelvan
 el alma que ayer tuve y me robaron,
 quiero vivir la vida a mi manera.
     JUANITA 
 
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