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PANEL DE REFLEX. CARMEN (SANTAMARGARITA): LA HISTORIA DEL SANTO ROSARIO
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De: SANTAMARGARITA  (Mensagem original) Enviado: 02/03/2012 20:12


Una leyenda cuenta que un Hermano Lego (que no era sacerdote) de
la Orden de los Dominicos, no sabía leer ni escribir, por lo que no
podía leer los Salmos, como era la costumbre en los conventos de la
época.

       Entonces, cuando terminaba sus labores por la noche (él era el
portero, el barrendero, el hortelano, etc...) se iba a la capilla del
convento y se hincaba frente a la imágen de la Virgen María, y recitaba
150 avemarías (el número de los salmos), luego se retiraba a su celda a
dormir.

       Por la mañana, de madrugada, se levantaba antes que todos sus
hermanos y se dirigía a la capilla para repetir su costumbre de saludar
a la Virgen.

       El Hermano Superior notaba que todos los días, cuando él llegaba
a la capilla para celebrar las oraciones de la mañana con todos los
monjes, había un exquisito olor a rosas recién cortadas y le dió curiosidad,

por lo que preguntó a todos quién se encargaba de
adornar el altar de la Virgen tan bellamente, a lo que la respuesta fué
que ninguno lo hacía, y los rosales del jardín no se notaban faltos de
sus flores.

       El Hermano lego enfermó de gravedad; los demás monjes

notaron que el altar de la Virgen no tenía las rosas acostumbradas, y
dedujeron que era el Hermano quien ponía las rosas. ¿Pero cómo? Nadie le
había visto nunca salir del convento, ni sabía que comprara las bellas
rosas.

      Una mañana les extrañó que se había levantado pero no lo hallaban
por ninguna parte.

      Al fin, se reunieron el la capilla, y cada monje que entraba
quedaba asombrado, pues el hermano lego estaba arrodillado frente a la
imágen de la Virgen, recitando extasiado sus avemarías, y a cada una 
que dirigía a la Señora, una rosa aparecía en los floreros. Así al
terminar sus 150 saludos, cayó muerto a los pies de la Virgen.

       Con el correr de los años, Santo Domingo de Guzmán, (se dice que
por revelación de la Stma. Virgen) dividió las 150 avemarías en tres
grupos de 50, y los asoció a la meditación de la Biblia: Los Misterios
Gozosos, los Misterios Dolorosos y los Misterios Gloriosos, a los cuales
el Beato Juan Pablo II añadió los Misterios Luminosos.


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