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Instalado en la insoportable levedad del ser,
en el ir y venir de los momentos fatuos,
llega el recuerdo imborrable de tus devaneos,
a los que se rinden mis seductores intentos.
Se abre ante mí el goce de saberte mío,
pero te rebelas en calidad de cómplice disgustado;
y te apartas de mis deseos rezagados,
en la cercanía de las sábanas que nos resguardan
Luego volvemos los ánimos
hacia la dosis perfecta que nos salva de la indiferencia
y retornamos a la imagen preñada de esperanzas,
al nicho interno donde habita la amorosa llama
Nos vamos acompañados de la mano,
siendo uno en esa misma magia...
juntos por ese lazo invisible que se antepone
al cúmulo de lejanías y respuestas hurañas.
Atados en el aforismo dialéctico
de sabernos implicados en esa ilusión quimérica,
decrece la justa expectativa
situada en el inclemente rigor del padre tiempo-
-que al final resolvemos en una gustosa espera,
en un compás de paciencia
donde se demora la entrega ritual
de nuestros cuerpos sedientos.
Dándole el significado precioso de lo entrañable
para degustarnos como el vino
que se añeja por la tardanza
y se vuelve aún más exquisito.
Soñándonos con los hombros desnudos
y con el pecho enhiesto;
amándonos desde el pensamiento certero
de vernos reunidos en la tierra de las contemplaciones manifiestas.
Destinados a presenciar el encuentro
de nuestras soledades que se reúnen en el universo paralelo
donde no existe el silencio:
donde sólo habitan nuestros apasionados y perpetuos besos.
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