Alabado sea Jesucristo…
En la Virgen María encontramos una respuesta pertinente a los interrogantes angustiosos de nuestra cultura post-moderna
Para    muchos de nuestros contemporáneos, la tentación de tachar de    anticuado  el culto legítimo que se le dedica a María, y de considerarlo   obsoleto,  es fuerte. La piedad mariana, marcada por la superstición o   por la  sensibilidad doliente, una vez desprovista de razón, se   refugiaría en el  sentimentalismo religioso.
La devoción hacia la Madre de Dios no es una piedad fuera de tiempo. El Rosario, en particular, como lo escribe Juan Pablo II, “en    su sencillez y en su profundidad (…) permanece incluso a inicios del    tercer milenio, como una oración de una gran significación, destinada a    dar frutos de santidad”. 
Frecuentando    a la Virgen María, encontraremos una respuesta pertinente a las    interrogantes angustiosas de nuestra cultura post-moderna.