Alabado sea Jesucristo…
 
Una breve historia para que saquemos provecho de ella:
 
Cuando era niño tenía rabietas a la menor provocación, y la mayoría de las veces después de  estos arrebatos, me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado. Un día mi maestro, que me vio pidiendo excusas después de una explosión de ira, me llevó al aula y me entregó una hoja de papel lisa y me dijo: —¡Estrújala! Asombrado obedecí e hice con él una bolita.
 
—Ahora —volvió a decirme— déjalo como estaba antes. Por más que traté de dejarlo bien liso, el papel quedó lleno de pliegues y arrugas. 
 
—El corazón de las personas —me dijo— es como ese papel... La impresión que en ellos dejas, será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues. 
 Así aprendí a ser más comprensivo y paciente.
Sagrado              Corazón de Jesús. Mil gracias por concederme un día más  para          adorarte  y   servirte. Hagamos como decía San Agustín:   Señor a   Ti    solo     busco, a  Ti   solo amo y tuyo quiero ser. Mi  único  deseo  es      conocerte  y  amarte.  (Sol   1,1,). La mies es  mucha y  pocos  son  los     obreros para   recogerla.  Es la   Palabra  de Dios.  Alabado  sea      Jesucristo. Amén. Yo   siembro cada  día    Pequeñas   Semillitas, con  el     vehemente deseo de que   se propague  la  Fe, en     el Sagrado  Corazón  de    Jesús y suplico a todos   los  creyentes y    no   creyenes,  que  pidan  al   Señor Jesucristo en    oración, que no   haya más     guerras ni  hambre  en   el Mundo y reine  la Paz   en  todos  los rincones   del    Orbe. Así  sea.   Detente, el  Sagrado   Corazón   de Jesús está  conmigo.     Casimiro  López