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   Amada mía 
 Ha
 pasado mucho tiempo, y te busqué cuando aún mi cabello era negro 
azabache, en diferentes estaciones caminé por largos senderos, crucé 
mares y montañas, soporté el frío doloroso de la nieve blanca y soporté 
el calor de las selvas tropicales. Caminé buscando aquel amor donde todo
 era soportable. Nada pudo detenerme porque siempre me alimentaba de una
 luz, le puse de nombre: ”esperanza”.
 
 Y así, mi esperanza, mi 
soledad y yo te buscamos, pasaron muchos años, muchos inviernos, muchas 
primaveras y mi soledad era la misma que cuando empecé aquella búsqueda.
 Hoy tengo el cabello gris, la piel cansada por el tiempo y mi mirada ya
 no tiene aquel brillo que iluminaba mi leal compañera.
 
 La vida 
me resultó muy breve, los caminos muy cortos y no te pude encontrar, ni 
en las primaveras ni en los otoños, ni en los bellos atardeceres.
 
 Ya
 con las rodillas gastadas y con los ojos cansados que contemplaron 
miles de atardeceres… me senté a la sombra de un árbol, junto a un rosal
 de pétalos amarillos y en el horizonte ya moría el sol una vez mas… con
 sus tonos naranja y rojo… una gaviota surcaba el azul oscuro del 
cielo…. Apacible y sin prisa agitaba sus alas de libertad.
 
 Fue 
en ese instante cuando sentí tu aroma, fue el momento más hermoso que 
jamás había antes conocido, sentí tus palabras, sentí la inmensidad de 
tu amor…. Sentí tu alma bella como ese atardecer, tu alma bella como el 
vuelo de aquella blanca gaviota, sentí tu suavidad en los pétalos de 
aquellas hermosas rosas. Finalmente te encontré, aunque no te vi, te 
sentí y aun te siento.
       
     
 
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