Un estudio reciente apunta que fue el ser humano y no un cambio climático el culpable de la desaparición de la megafauna australiana.
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Los reyes   de la creación son los microorganismos. Son los primeros que  aparecieron  sobre la faz de la Tierra y probablemente sean los últimos  en  desaparecer. Durante miles de millones de años sólo hubo bacterias y   arqueas, aunque más tarde surgió algún protozoo. 
A   la Naturaleza le gustan los seres simples. Los seres más complejos van   apareciendo en los resquicios de complejidad que la vida simple no   ocupa. Tras cada extinción masiva suelen desaparecer los seres más   grandes y complejos, pero al cabo de un tiempo son sustituidos por otros   similares.
Antes   de la extinción del Pérmico-Triásico reinaban los gorgonópsidos y   dicinodontos pero tras esa extinción fueron sustituidos por otros   reptiles. Pero incluso éstos también desaparecieron en la extinción del   Triásico-Jurásico para dar lugar al reinado de los dinosaurios. Pero al   final del Cretácico todos los dinosaurios también desaparecieron para   dejar paso a los mamíferos y aves.
La   evolución dio lugar más tarde a una rica megafauna de mamíferos que se   extendió por todo el orbe. Incluso las aves también tuvieron su   oportunidad de hacerse grandes.
La   evolución está sujeta la contingencia. Si se rebobinara la película de   la evolución y se proyectara de nuevo daría lugar a otros animales   totalmente distintos. Sabemos esto porque, entre otras razones, ya se   hizo algo así en las islas continentes que se separaron del resto. Así,   en Madagascar hay lemures y en Nueva Zelanda o Australia una fauna  única  que no se dio en el resto del planeta. En su “planetita”  particular la  evolución siguió su propio curso.
Lo   que ahora llamamos América del Sur estaba separada del resto de los   continentes hasta que el istmo de Panamá la unió al Norteamérica. Esta   unión llevó a un intercambio de especies que hizo desaparecer gran parte   de la megafauna del momento.
Muchas   de la megafauna mundial sobrevivió hasta hace unos pocos miles de  años,  e incluso parte de ella todavía se puede ver en África.
En   América el cambio climático y el ser humano ayudó a la desaparición de   esa megafauna, al igual que pasó en Europa. Aunque hay proyectos de   clonar un mamut, la posibilidad de que vuelva la megafauna ya son nulas,   entre otras cosas porque hemos cambiado demasiado el entorno.
A   Nueva Zelanda llegaron polinesios entre el año 1250 y 1300 de nuestra   era y en poco tiempo lograron dar cazar hasta la extinción a las aves   gigantes que habitaban las islas.
La   ley de optimización del forrajeo dice que una comunidad de   cazadores-recolectores primero da caza a los animales más grandes porque   la relación alimento/esfuerzo es alta. Una vez consigue extinguir las   especies grandes va a por la siguiente más grande y así sucesivamente.   Al final comen insectos.
En   un ejercicio de ficción es interesante fantasear con que los  polinesios  no hubieran llegado a Nueva Zelanda y que los moas todavía  existieran.  Llegaron a esas islas hace tan poco tiempo que esto casi  parece  plausible.
En   el caso de Australia el ser humano llegó a la gran isla hace varias   decenas de miles de años, así que es más difícil imaginar que tal hecho   no hubiera pasado. Cuando esos hombres llegaron hace 40.000 años la  isla  estaba habitada por una rica megafauna: canguros gigantes,  marsupiales  del tamaño de un rinoceronte como Diprotodon optatum,  gansos dos veces  más grandes que un emú, lagartos mayores que el dragón  de Komodo, leones  marsupiales, tortugas cornudas, etc. Así por ejemplo  Sthenurus era un  canguro gigante que media tres metros de longitud (el  doble que un  canguro moderno).
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Según un   estudio reciente la desaparición de esa megafauna sería culpa también de   los seres humanos, poniendo fin a un largo debate al respecto.
La   desaparición de esta megafauna fue seguida de un cambio radical en el   paisaje australiano. La superficie que antaño estaba cubierta por   parches de selva separadas por sabana se transformó en bosques de   eucalipto y desierto. El cambio se debió a la disminución del consumo de   plantas por parte de grandes herbívoros, que permitió a los eucaliptos   propagarse y además facilitó los incendios.
Se   había propuesto que el cambio climático y el fuego habían producido  una  pérdida de hábitats para estas especies y que esto fue la causa de  su  desaparición, pero el nuevo estudio refuta las causas naturales y  apunta  al origen humano.
Chris   Johnson (University of Tasmania) ha usado un método imaginativo para   hacer el seguimiento de estas especies: contar las esporas de los hongos   de las deposiciones de estos seres. Estos animales gigantes producían   grandes cantidades de estiércol sobre el que crecían hongos. Las  esporas  de estos hongos se pueden conservar en los sedimentos de lagos  durante  mucho tiempo y esos sedimentos se van acumulando a lo largo de  miles de  años, creando un registro histórico sobre la abundancia de  herbívoros en  el ambiente. A menos animales gigantes, menos estiércol,  menos hongos,  menos esporas en el ambiente y menos de éstas en los  sedimentos. Además,  en los mismos sedimentos quedan atrapados restos de  carbón vegetal y  granos de polen, con lo que se puede también  reconstruir la frecuencia  de incendios y la flora de la época. El  sistema de radiocarbono sirve  para datar con precisión todas las  muestras. Johnson ha estudiado con  este sistema muestras de hasta hace  130.000 años.
Los   resultados del estudio muestran que los grandes animales eran   abundantes hasta hace justo 40.000 años y entonces, súbitamente, su   población decayó. Hubo periodos severos de sequía antes de ese momento   sin que eso pareciera afectar a la megafauna y justo en el momento de la   extinción el clima era estable. Esto descarta totalmente el cambio   climático como causante de la extinción.
La   sabana empezó a expandirse justo cuando desaparecieron los grandes   animales, algo que se puede apreciar estudiando el polen y las esporas   de los sedimentos. Primero desaparecen abruptamente las esporas y luego   aparece el polen de las hierbas de sabana. Tras la extinción se produjo   un cambio ecológico masivo.
La   extinción abrupta se produce precisamente con la llegada de los   primeros humanos a Australia, así que la extinción se debería a sus   hábitos de caza.
Los   expertos del campo están casi todos ellos de acuerdo con los  resultados  del estudio y apuntan a que en definitiva fue el ser humano  el que  produjo la extinción de la megafauna australiana. Aunque hay  pocas  pruebas arqueológicas de asentamientos humanos que indiquen esa  caza.  Además, parte de la megafauna despareció 100.000 años antes de la   llegada de los humanos a la gran isla.
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Fuentes y referencias:
The conversation. Nota: Se inserta este artículo con el sólo y único fin de crecer en conocimientos, de quién fue el culpable de la desaprición de la megafauna, el ser humano o los cambios climáticos -yo creo que fué entre ambos-,una parte por el cambio climático -glaciaciones, grandes seguias, inundaciones, incendios naturales,etc,etc y por el ser humano, que se sustentaba de la caza en principio de la mayor, porque le costaba menos trabajo conseguirla y con ella tenían para alimentarse mas tiempo-,pués al llegar nuestra especie a otros continentes o islas encontró grandes manadas de todas las especies de animales.Total que entre los cambios del clima y nuestra especie humana, hemos acabado o acabaremos con todo lo que se nos ponga a nuestro alcance. Casimiro López


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