Un día envejecemos
y el tiempo, sin pedir permiso,
nos va dejando señales en la piel
y nostalgias en los bolsillos.
Un día las fuerzas cambian,
las ganas ya no son las mismas,
y lo que hoy callas por miedo,
mañana tal vez ni exista.
Por eso…
disfruta aún de tu pasión,
de ese fuego que aún respira en tu pecho,
de ese deseo que te pide libertad
cuando la noche te abraza en silencio.
¿Quién te lo prohíbe?
¿La edad, la rutina, el qué dirán?
¿Acaso no late tu corazón
como el de aquel que aún sabe amar?
Ama sin prisa,
besa como si el mundo se apagara,
toca, sueña, ríe,
haz el amor como si fuera el último mañana.
Que el cuerpo pide ternura,
pero también locura…
que no hay pecado en sentir
ni delito en desear con dulzura.
Hoy es tuyo el instante,
hoy tienes el alma encendida,
y un día, sí… envejecemos,
pero que nos encuentre la vida
con la piel marcada de besos,
los ojos brillando de risa,
y el corazón latiendo
con cada caricia compartida.
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