en el jardín secreto de tu corazón,
allí donde el tiempo se detiene,
y el cielo se inclina a contemplar
la belleza inmortal de tu entrega.
Me amaste, hermosa flor de fuego
y ternura, como se ama una sola vez
en mil vidas, con la pureza de la primavera
y la intensidad de un rayo en plena noche.
Descubrí tu pasión como quien descubre
un universo oculto bajo los pétalos suaves
del deseo; cada caricia tuya fue un verso
divino, una promesa hecha piel,
un susurro que estremecía los cimientos
de mi alma.
Y me amaste… con tus caricias suaves,
con tu alma abierta como un lirio al amanecer,
hermosa y delicada flor,
que sin dejar de ser ternura,
fuiste también tempestad, huracán de dulzura,
misterio que me hizo arrodillar
ante la divinidad de tu cuerpo.
Oh flor mía, te sembré en mi pecho
y floreciste en mi sangre.
Eres mi jardín eterno,
mi tierra prometida,
mi canto épico de amor sin final.