Su cuerpo completo estaba en llamas
y el mío era un volcán en erupción
en esos momentos llenos de magia y de seducción;
ella era mía, solo mía y se entregaba en plenitud
para complacer sus deseos perversos
y la lujuria de mi sed incontrolable.
- ¡No te detengas, no lo hagas!
Y despacio estiraba los elásticos de su lencería
que se deslizaba hacia arriba para dejarme ver
sus atributos divinos y únicos;
me detenía por un breve instante
en el afán de sentir su agitada respiración
y los gemidos que emitía su boca
mientras mordía sus piernas,
mojaba mi lengua en sus rodillas
y clavaba mis uñas sobre los bordes de su piel húmeda.
¡Ámame rico, rico!
Tomaba una de sus manos y la conducía
justo debajo de mi ombligo para que roce
apenas la rigidez de mis venas y mis pulsaciones
en un nivel extremo indicaban el tiempo exacto
para mi locura y sus delirios incesantes,
entonces abría sus piernas totalmente desnudas
para que avance en mi propósito,
sus ganas y su placer.