Yo mismo corté la conexión,
yo mismo me había alejado para no herir
aún más su corazón usando
como escudo la distancia,
yo mismo convertí en piedra
mi alma para no ser arrastrado
por las llamas de su fuego ardiente,
yo mismo le corté las alas a sus sueños,
a sus ilusiones,
a sus deseos de ser la musa que inspiraba
el caudal de mis venas.
-Si recuerdas lo que sentía por ti.
Y sus palabras al volver en línea
me hacían comprender
que su amor estaba ahí más intenso que nunca
y tan vivo como siempre.
-Me costó mucho entender que nunca
sentirás algo parecido por mí...
Eran puñaladas que sin piedad
desgarraban mis entrañas,
era su grito la señal desesperada
en los latidos de mi corazón,
eran los suspiros de su pecho
la agonía de mi respiración,
era la punta de mi pluma el trazo perfecto
sobre su cuerpo divino desde su espalda
hasta sus caderas.
-El saberte ajeno me dolía e imaginaba tus manos
acariciando su piel, tus labios besando sus labios.
¡Me lastimaba!
No podía seguir escuchando de su boca
las verdades
que emergían con una fuerza increíble
porque su amor
era una luz gigantesca en mis noches sin luna,
era un faro en la tempestad
de mis dudas y secretos.
-Un día me dijiste que me había
enamorado de tu poesía
y creo que tenías razón porque
muchas veces llorando
anhelaba que me amaras como le amas a ella.
Entonces una lluvia brotaba de mis ojos
y un silencio prolongado
era la respuesta a un amor
tan profundo y único, el amor entre un poeta
y su musa desafiando las leyes de la moral
y luchando contra el mismo destino.