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CLARIDAD DEL 
DÍA Te digo que ésta 
ha sido la primeravez que amé. Si la tierra que ahora pisas
 se hundiera 
con nosotros, si aquel río
 que nos vigila detuviera el paso,
 sabrías que 
es verdad, que te he buscado
 desde niño en las piedras, en el agua
 de 
aquella fuente de mi plaza. Tú,
 tan flor, tan luz de primavera, dime,
 dime 
que no es mentira este milagro,
 la multiplicación de mi alegría,
 los panes 
y los peces de tu pecho.
 Contéstame. No quiero hablar yo solo,
 estar -yo 
solo- alegre. Te amo. ¡Fuego,
 la mañana hace fuego y nos golpea
 los 
corazones! Levantémoslos
 arriba, siempre arriba. Alguien nos lleva,
 alguna 
mano pura nos empuja.
 Aire en el aire, iremos a aquel monte.
 Cristal en el 
cristal más limpio, un día
 nos miraremos hasta emocionarnos.
 Y ya lo 
estamos como nunca. Dame
 la mano. Si me dices que eche al río
 mis versos, 
yo los echaré, si quieres
 que arranque aquella flor y te la traiga,
 te la 
traeré. Pero anda, ven conmigo.
 ¿Ves un pinar allá a lo lejos? Vamos.
 Ya 
todo es nuestro: el buen camino, el árbol,
 la generosa claridad del 
día.
 Carlos 
Sahagum 
       
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