Un misterio es siempre una invitación a descubrir más y, desde la visión de una niña joven, es todo un desafío que no puede quedar inconcluso. Tal vez por la frescura o el sentido de la justicia es que todo parece un plan a ser resuelto y la emoción por descubrir un enigma supera las prohibiciones, los miedos y las posibles fallas.

Paloma es un chica de trece años que tiene muchas más inquietudes que las comunes para su edad. Tal vez por eso es que se siente un poco diferente, pues su entusiasmo e imaginación la convierten en una chica interesante y que busca una mayor profundidad en sus tareas diarias. Una niña diferente a la típica que encontramos en los libros. Su familia cercana no se parece en mucho a ella. Su hermana mayor Guadalupe estudia para ser escribana, profesión que también siguieron sus padres. Sólo Mora, otra de sus hermanas, se atrevió a romper la tradición de escribanos, en una familia tradicional y promedio de Buenos Aires.

No sabemos exactamente qué sucedió primero: si los hechos misteriosos o la curiosidad intensiva de Paloma. El hecho es que, una noche de invierno, ambos aspectos se unieron e hicieron de este, uno de esos libros entretenidos y llevaderos. Esa madrugada, Paloma estaba en su habitación cuando vio que, en la plaza frente a su casa, se encontraba una mujer con un sombrero azul y cuya apariencia parecía de otra época. En sus manos, sostenía un libro. La tranquilidad y la rareza de esa imagen pasó a un hecho violento y el comienzo de un misterio que buscaba develar un enigma con esta mujer como protagonista.