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CULTO Y CULTURA: BECERRA, ESCRITORA "Crecer es volver a ser niño"
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من: ESKARLATA  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 16/06/2009 16:46

BECERRA, ESCRITORA

"Crecer es volver a ser niño"

LLUÍS AMIGUET  - 30/06/2007

Tengo 49 años, pero hasta los 40 no crecí lo bastante como para descubrir mi niñez. Nací en Medellín. Estoy casada de nuevo y tengo dos hijas de 27 y de 14, lindísimas. ¿Religión? Dios es amor y ya está. ¿Política? No creo en esa raza. Para poder escribir hay que tener, como Virginia Woolf, un cuartito propio: en él está la libertad

- A los 40 años descubrí mi niñez.

- Nunca es tarde para ser niño.

- Sufrí una crisis y la superé buceando en mi interior: volví a sentir y pensar como niña.

- ¿Le gustó lo que vio?

- Me sirvió: para entenderte a los 40, tienes que recordar tus 4 años y tus 4 meses.

- ¿Y qué recordó?

- Mi madre fue una mujer con muchas ganas de ser muchas cosas, pero se quedó en ama de casa; mi padre era un contable y con mis seis hermanos y todos componíamos una familia de clase media baja en Medellín muy unida, porque no llegar a fin de mes une mucho.

- Estaban ustedes entretenidos.

- De niña tuve la tos ferina y mi madre hizo una rogativa a la Virgen de Fátima y decía que me salvó, así que tuve que vestirme el hábito de la Virgen todos los fines de semana durante toda mi niñez.

- El hábito no le haría popular en el cole.

- Pasaba muchas horas sola. Me aburrí horrores hasta que me regalaron Peter Pan y lo leí mil veces. ¡Qué mundo secreto descubrí por fin! ¡Leer! La llave de mi libertad.

- A algún guateque se escaparía.

- Imposible. De los siete, éramos cinco niñas y mi padre se volvía loco de celos: estaba obsesionado con nuestra virginidad. Me abría las cartas y escuchaba mis llamadas por el otro teléfono. Para poder escapar de él, terminé casándome a los 16 años.

- ¿Y ya casada se quedó en casa?

- Acabé haciendo de modelo publicitaria: era un tocho de modelo, un ladrillo, la peor.

- Algo tendría usted si la contrataban.

- Me daba igual. Enseguida descubrí que lo interesante pasaba detrás de la cámara.

- Pues depende.

- Me di cuenta de que quería ser publicitaria y no modelo.

- ¿Y su marido?

- Fue el carcelero de la nueva prisión. Un director de marketing secuela de mi padre. Era mi papá II, y casi tan celoso como él.

- Solemos buscarnos cadenas paralelas.

- Supe que o crecía o tendría que quedarme para siempre en mi nueva cárcel. Estudié Comunicación y empecé a planificar. Estudiaba y trabajaba frenéticamente y ahorraba en un calcetín para poder dar el salto.

- Preparaba su Prison Break.

- Escribía tarjetas Hallmark y, como me pagaban por palabra, las hacía larguísimas, también hacía jingles para anuncios de tele.

- Ya iba usted para poetisa.

- Me volcaba en el trabajo: la creatividad siempre ha sido mi evasión. Tuve mi primera hija, intenté la separación y después volví para arreglarlo... Fue inútil. Pasaron aún doce años hasta que pude ser libre.

- ¿Cómo?

- Pude irme, porque ya me ganaba bien la vida en publicidad y mi hija tenía 7 años. Pero, al ser libre, llegaron nuevos problemas.

- Suele pasar.

- De niño tienes una capacidad de aprender y de sentir enorme y la vas reduciendo para obtener la aprobación de los demás. Y yo, para sentirme importante y querida, había transformado mi vida en un buscar más y más sin sentido. Daba todas mis horas para vender lavadoras, coches o cafeteras.

- Creo que la llaman la crisis de los 40.

- ¿Dónde estaba el aprendizaje? ¿Dónde el descubrimiento? Enterraba mi vida para ganar más y que me respetara gente que sólo me trataba por su propio interés. Pero en realidad, yo no sacaba nada de tanta tontería.

- ¿Cómo superó el mal rollo?

- Dejé la publicidad y me quedé sola con un montón de cuadernos en blanco para vomitar allí todo. Me fui a India y estirando de aquel vómito y escribiendo más y más llegué a mi niñez: crecer es volver a ser niño.

- ¿Publicaba su vómito?

- Escribí un poemario y lo publiqué... ¡Mis amigos publicitarios decían que se me había ido la olla!

- Recuerde algún verso.

- El día que pueda ser/ El día que sea...

- ¿Y también escribió narrativa?

- Descubrí algunos trucos: si, al escribir, yo siento y logro que, al leer, los lectores también lo sientan, entonces la sensación es real y la historia también.

- Es el truco.

- Al estar sola, vivía más y al escribir condensaba vida. Cuando escribo puedo ser yo y también el anciano que hace el amor con su esposa de ochenta años y ya no ve los pechos caídos ni la carne flácida ni nota el olor agrio de la vejez, porque la ama.

- También hay vida fuera de los libros.

- La felicidad son momentitos, como ver a tu hija bailar para ti... Dura un instante y en el segundo siguiente a lo mejor te estás peleando con ella y las dos lloráis, pero aquel instante ya nadie os lo puede quitar.

- ¿Y trata de compartirlo?

- Eso es escribir. Y por eso ahora que ya he publicado siento mi nido vacío, un vacío en el estómago...

- También hay quien emociona haciendo anuncios de lavadoras...

- Yo lo hacía. Y de aquella época me queda la disciplina de estar seis horas encerrada escribiendo y no levantarme hasta que tengo mis dos folios de cada día, redondos.

- La disciplina es la jefa de las musas.

- Y la que concede la libertad interior de la literatura y, con ella, la autonomía emocional que a mí me llena.

- Además, hay que conseguir las historias.

- Cuando te pones a escribir, las historias vienen a ti. ¿Sabe que la muertita guapísima de mi novela no es realismo mágico colombiano sino una santa real de Sant Cugat?

LA ETERNIDAD

El noble cruzado Soler volvió victorioso a Sant Cugat de Tierra Santa y, como premio a sus desvelos, Roma le concedió el salvoconducto para la vida eterna a él y su descendencia: el cuerpo entero y eterno de la bellísima lapidada santa Clara mártir. La reliquia fue venerada y legada con devoción de padres a hijos con su arqueta y capilla; escondida en tiempos de guerra y mostrada siempre con orgullo y reverencia hasta que los últimos Soler - viendo en esta herencia más problemas que ventajas- decidieron, entre el museo o la iglesia, devolver a Roma la reliquia de la que fueron custodios durante nueve siglos. La muy real santa Clara mártir y catorceañera de mórbida belleza es ´la Santa´ que Ángela Becerra convierte en símbolo de la dualidad humana en ´Lo que le falta al tiempo´.



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