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MEDITATION: PENSAMIENTO Y CONCIENCIA
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De: ESKARLATA  (message original) Envoyé: 19/08/2011 15:52
 
  
 

PENSAMIENTO Y CONCIENCIA

 

Todas las cosas estaban retraídas en sí mismas. Los árboles se hallaban sumidos en su propia existencia; las aves plegaban sus alas para reposar de sus diarias andanzas; el río había perdido su brillo, y las aguas ya no danzaban, sino que estaban quietas y densas. Las montañas aparecían distantes e inaccesibles, y la gente se había retirado a sus casas. Había llegado la noche, y existía la quietud del aislamiento. No había comunión; cada cosa estaba encerrada en sí misma, apartada. La flor, el sonido, la conversación —todo era oculto, invulnerable. Se oían risas, pero eran aisladas y lejanas; la conversación era embozada y provenía del interior. Sólo las estrellas estaban invitadoras, abiertas y comunicativas; pero también ellas se hallaban muy lejanas.

El pensamiento es siempre una respuesta externa, nunca puede responder profundamente. El pensamiento es siempre lo exterior; siempre es un efecto, y el pensar es la reconciliación de los efectos. El pensamiento es siempre superficial, aunque pueda establecerse en diferentes planos. El pensamiento jamás puede penetrar en lo profundo, en lo implícito. No puede trascenderse a sí mismo, y todo intento de hacerlo es su propia frustración.

“¿Qué entiende Ud. por pensamiento?”

El pensamiento es la respuesta a cualquier desafío; no es acción, no es hacer. El pensamiento es una consecuencia, el resultado de un resultado; es el resultado de la memoria. La memoria es pensamiento, y el pensamiento es la verbalización de la memoria. La memoria es experiencia. El proceso de pensar es el proceso consciente, tanto el oculto como el manifiesto. Este total proceso de pensar es la conciencia; los niveles de la vigilia y del sueño, los superficiales y los profundos, son todos parte de la memoria, de la experiencia. El pensamiento no es independiente. No hay pensar independiente; “pensamiento independiente” es una contradicción de términos. El pensamiento, siendo un resultado, se opone o concuerda, compara o ajusta, condena o justifica, y por eso jamás puede ser libre. Un resultado nunca puede ser libre; puede torcerse, manipularse, ir a la deriva, ir a una cierta distancia, pero no puede estar libre de su propio amarre. El pensamiento está anclado a la memoria, y nunca puede estar libre para descubrir la verdad de ningún problema.

“¿Quiere Ud. decir que el pensamiento carece de todo valor?”

Tiene valor en la reconciliación de los efectos, pero no tiene valor en sí mismo como medio de acción. La acción es revolución, no reconciliación de efectos. La acción libre del pensamiento, de la idea, de la creencia, no cabe dentro de una norma. Puede haber actividad dentro de la norma, y esa actividad es ya violenta, sangrienta, o lo opuesto, pero no es acción. Lo opuesto no es acción, es una continuación modificada de la actividad. Lo opuesto está todavía en el campo del resultado, y al perseguir el opuesto, el pensamiento está atrapado en la red de sus propias respuestas. La acción no es el resultado del pensamiento; la acción no tiene ninguna relación con el pensamiento. El pensamiento, el resultado, jamás puede crear lo nuevo; lo nuevo es de instante en instante, y el pensamiento es siempre lo viejo, el pasado, lo condicionado. Tiene valor, pero no tiene libertad. Todo valor es limitación, ata. El pensamiento ata, porque es protector.

“¿Qué relación hay entre conciencia y pensamiento?”

¿No son lo mismo? ¿Hay alguna diferencia entre pensar y ser consciente? Pensar es una respuesta; y ¿no es también una respuesta el ser consciente? Cuando uno es consciente de esa silla eso es una respuesta a un estímulo; y ¿no es el pensamiento la respuesta de la memoria a un desafío? A esta respuesta la llamamos experiencia. Experimentar es desafío y respuesta; y este experimentar, juntamente con el nombrar o registrar, este proceso total, en diferentes niveles, es la conciencia, ¿no es cierto? Nuestra experiencia es el resultado, la consecuencia de esta experimentación. Al resultado se le da un nombre; el nombre mismo es una conclusión, una de las muchas conclusiones que constituyen la memoria. Esta sucesión de conclusiones es la conciencia. La conclusión, el resultado, es autoconciencia. El “yo” es memoria, el conjunto de conclusiones; y el pensamiento es la respuesta de la memoria. El pensamiento es siempre una conclusión; el pensar es concluir, y por eso jamás puede ser libre.

El pensamiento es siempre lo superficial, la conclusión. La conciencia es el registro de lo superficial. Lo superficial se divide a sí mismo en lo externa y lo interno, pero esta separación no hace que el pensamiento sea menos superficial.

“¿Pero no hay algo que trascienda el pensamiento, que trascienda el tiempo, algo que no sea creado por la mente?”

Puede ser que a Ud. le hayan hablado acerca de ese estado, o que Ud. haya leído algo sobre él, o bien puede haberlo vivenciado. La vivencia de ese estado jamás puede ser una experiencia, un resultado; él no puede ser pensado —y si lo es, es un recuerdo y no una vivencia. Podéis repetir o que habéis leído u oído, pero la palabra no es la cosa; y la palabra, la misma repetición, impide el estado de vivencia. Ese estado de vivencia no puede existir mientras haya pensar; el pensamiento, el resultado, el efecto, jamás podrá conocer el estado de vivencia.

“Entonces, ¿cómo puede terminar el pensamiento?”

Viendo la verdad de que el pensamiento, el resultado de lo conocido, no puede jamás hallarse en estado de vivencia. El vivenciar es siempre lo nuevo; el pensar es siempre lo viejo. Ved la verdad de esto, y la verdad traerá la liberación —liberación del pensamiento, del resultado. Entonces estará ahí aquello que trasciende la conciencia, aquello que no es ni el sueño ni la vigilia, aquello que es innombrable: ello es.

Krishnamurti



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De: ESKARLATA Envoyé: 19/08/2011 15:53

LA LLAMA Y EL HUMO

 

Había hecho calor todo el día y era un sacrificio estar afuera. El resplandor del camino y del agua, de por sí fuerte y penetrante, se hacía más intenso aún con el color blanco de las casas; y la tierra que había sido verde estaba ahora de un amarillo brillante y seca. No se esperaban lluvias por varios meses. El arroyo se había desecado y ahora no era más que una sinuosa cinta de arena. Algunas vacas se cobijaban en la sombra de los árboles, y el muchacho que las cuidaba, sentado aparte, se entretenía en su soledad tirando piedras y cantando. La aldea distaba algunos kilómetros, y él se hallaba solo consigo mismo; era delgado y desnutrido, pero alegre, y asimismo su canto no era triste.

La casa se encontraba más allá de la colina, y cuando llegamos a ella el sol se estaba poniendo. Desde la terraza se podían ver las verdes copas de las palmeras, extendiéndose en una onda sin fin hasta las amarillas arenas. Las palmeras proyectaban una sombra amarilla, y su verde era dorado. Olas allá de las amarillentas arenas estaba el mar verde—gris. Blancas olas rompían sobre la playa, pero las aguas profundas estaban quietas. Las nubes comenzaban a colorearse sobre el mar, aunque el sol se estaba poniendo muy lejos de ellas. La estrella del atardecer aparecía. Una brisa fresca se levantó, pero la terraza todavía estaba caliente. Se había reunido un pequeño grupo de personas, que debieron estar esperando allí durante algún tiempo.

“Soy casada y madre de varios hijos, pero nunca he sentido amor. Estoy comenzando a dudar de que exista. Conocemos sensaciones, pasiones, excitaciones y alegres placeres, pero no creo que conozcamos el amor. A menudo decimos que amamos, pero siempre hay alguna reserva. Físicamente podemos no tener reservas, podemos darnos completamente al principio; pero aun entonces hay alguna reserva. El dar es propio de los sentidos, pero aquello que por sí solo puede dar está muy lejos de haber despertado. Nos unimos y nos perdemos en el humo, pero eso no es la llama. ¿Por qué no tenemos la llama? ¿Por qué no arde la llama sin el humo? Tal vez nos hayamos vuelto demasiado hábiles, demasiado conocedores para tener ese perfume. Yo supongo que soy bastante instruida, que soy bastante moderna y estúpidamente superficial. A despecho de mi fácil conversación, pienso que soy en realidad torpe”.

Pero ¿se trata de torpeza? ¿Es el amor un brillante ideal, algo inalcanzable, pero que se torna alcanzable cuando se llenan ciertas condiciones? ¿Podríamos llenar todas esas condiciones? Hablamos de la belleza, escribimos sobre ella, la pintamos, la danzamos, la predicamos, pero no somos bellos, ni conocemos el amor. Sólo conocemos las palabras.

Ser abierto y vulnerable es ser sensible; donde hay reserva, hay insensibilidad. Lo vulnerable es lo inseguro, lo que está libre del mañana; lo abierto es lo implícito, lo desconocido. Lo que es abierto y vulnerable es hermoso; lo encerrado es torpe e insensible. La torpeza, como la habilidad, es una forma de autoprotección. Abrimos esta puerta, pero cuidamos que esté cerrada la otra, pues buscamos la fresca brisa sólo a través de una abertura particular. Jamás nos ponemos al descubierto o abrimos todas las puertas y ventanas al mismo tiempo. La sensibilidad no es algo que se pueda conseguir con el tiempo. Lo torpe nunca puede volverse sensible; lo torpe siempre es torpe. La estupidez jamás puede llegar a ser inteligente. La intención de llegar a ser inteligente es estúpida. Esa es una de nuestras dificultades, ¿no es cierto? Siempre tratamos de llegar a ser algo —y la torpeza permanece.

“Entonces ¿qué tiene uno que hacer?”

Nada tiene que hacer, sino ser lo que Ud. es, insensible. Hacer es eludir lo que es, y escapar de lo que es, es la más grosera forma de estupidez. Cualquier cosa que haga, la estupidez sigue siendo estupidez. Lo insensible no puede volverse sensible; todo lo que puede hacer es darse cuenta de lo que es, dejar que se revele la historia de lo que es. No interfiera la insensibilidad, porque lo que interfiere es lo insensible, lo estúpido. Escúchela, y ella le contará su historia no traduzca ni actúe, sino escuche la historia hasta el fin sin interrupción o interpretación. Sólo entonces habrá acción. El hacer no es importante, pero el escuchar sí lo es.

Para dar, debe existir lo inagotable. Aquello reservado que da es el temor de terminar, y sólo en el terminar existe lo inagotable. Dar no es terminar. El dar es de lo mucho o de lo poco; y lo mucho o lo poco es lo limitado, el humo, el dar y el tomar. El humo es deseo expresado en los celos, el odio, la decepción; el humo es el temor del tiempo; el humo es el recuerdo, la experiencia. No hay dar, sino solamente extensión del humo. La reserva es inevitable, porque no hay nada que dar. Participar no es dar; la conciencia de participar o de dar pone término a la comunión. El humo no es la llama, pero nosotros lo tomamos por la llama. Dé se cuenta del humo, lo que es, sin tratar de hacer desaparecer el humo para ver la llama.

“¿Es posible tener esa llama, o sólo es para los pocos?”

Que sea para los pocos o para los muchos no hace al caso, ¿verdad? Ese camino sólo nos conduce a la ignorancia y a la ilusión. Lo que nos incumbe es la llama. ¿Puede Ud. tener esa llama, esa llama sin humo? Descúbralo observe el humo silenciosa y pacientemente. Usted no puede disipar el humo, porque Ud. es el humo. El cuanto el humo se va, la llama aparece. Esa llama es inextinguible. Todo lo que tiene un principio y un fin, pronto se agota, se consume. Cuando el corazón está vacío de las cosas de la mente y la mente está vacía de pensamientos, entonces hay amor. Aquello que es vacío es inagotable.

La lucha no está entre la llama y el humo, sino entre las diferentes respuestas dentro del humo. La llama y el humo no pueden estar en conflicto entre sí. Para estar en conflicto, deben estar en relación; y ¿cómo puede haber relación entre ellos? El uno es cuando el otro no es.

Krishnamurti


Réponse  Message 3 de 3 de ce thème 
De: ESKARLATA Envoyé: 19/08/2011 18:43

LA OCUPACIÓN DE LA MENTE


 

Era una calle angosta, cabalmente atestada de gente, pero con pocos vehículos. Cuando pasaba un ómnibus o un automóvil, uno tenía que ponerse en el borde mismo, casi en la cuneta. Había unos pocos negocios muy pequeños, y un pequeño templo sin puertas. Este templo estaba excepcionalmente limpio, y en él había gente lugareña, aunque no mucha. Al costado de uno de los negocios un muchacho sentado en el suelo hacía guirnaldas y pequeños ramos de flores; debía tener doce o catorce años. Tenía el hilo en un jarrito de agua, y frente a él, desparramados en montoncitos sobre un trapo mojado, había jazmines, unas cuantas rosas, caléndulas y otras flores. Con el hilo en una mano, recogía con la otra un surtido de flores, y con una rápida y diestra vuelta del hilo las ataba y un ramillete estaba hecho. No prestaba casi ninguna atención a lo que hacían sus manos; sus ojos vagaban sobre la gente que pasaba, sonreían cuando reconocía a alguien, volvían a mirar sus manos, y deambulaban de nuevo. Después otro muchacho se le acercó, y se pusieron a charlar y a reír, aunque sus manos nunca dejaron de hacer su tarea. Ya tenía una pila de ramos, pero era algo temprano para venderlos. El muchacho se detuvo, se levantó y se fue, mas enseguida regresó con otro muchacho menor que él, tal vez su hermano. Entonces retornó su agradable trabajo con la misma facilidad y rapidez. Ahora la gente empezaba a comprar los ramos, de a uno, o en grupos. Debían ser parroquianos, porque había sonrisas, y se cambiaban pocas palabras. Desde ese momento no se movió de su lugar. Se sentía la fragancia de muchas flores, y nos sonreímos mutuamente.

El camino conducía a una senda, y la senda a la casa.

¡Cuán atados estamos al pasado! Pero no sólo estamos atados al pasado: somos el pasado. Y qué cosa tan complicada es el pasado, capa sobre capa de indigestos recuerdos, tanto gratos como ingratos. Nos persigue día y noche, y ocasionalmente hay una brecha que nos revela una clara luz. El pasado es como una sombra que hace las cosas pesadas y fatigosas; en esa sombra, el presente pierde su claridad, su frescura, y el mañana es la continuación de la sombra. El pasado, el presente y el futuro están atados con el largo hilo de la memoria; todo el manojo es memoria, con escasa fragancia, El pensamiento se mueve a través del presente hacia el futuro, y retrocede de nuevo como un incansable animal atado a un poste, se mueve dentro de su propio radio, estrecho o amplio, pero jamás está libre de su propia sombra. Este movimiento es la ocupación de la mente con el pasado, el presente y el futuro. La mente es la ocupación. Si la mente no está ocupada, deja de existir; su misma ocupación es su existencia. Que está ocupada con insultos o con alabanzas, con Dios o con la bebida, con la virtud o la pasión, con el trabajo o la expresión, acumulando o dando, todo es lo mismo; no es más que ocupación, tormento, desasosiego. Estar ocupado con algo, ya sea con el moblaje o con Dios, es un estado de pequeñez, de superficialidad.

La ocupación da a la mente una sensación de actividad, de estar viviendo. Es por eso que la mente acumula, o renuncia; ella se sostiene con la ocupación. La mente necesita estar ocupada con algo. De qué se ocupa es cosa de muy poca importancia; lo importante es que está ocupada, y las ocupaciones más ventajosas son las que tienen significación social. Estar ocupada con algo es la naturaleza de la mente, y su actividad proviene de esto. Estar ocupada con Dios, con el Estado, con el conocimiento, es la actividad de una mente pequeña. Ocuparse con algo implica limitación, y el Dios de la mente es un dios mezquino, por muy alto que ella pueda colocarlo. Sin ocupación, la mente no es; y el temor de no ser hace que la mente sea agitada y activa. Esta agitada actividad tiene apariencia de vida, pero no es vida; conduce siempre a la muerte —una muerte que es la misma actividad en otra forma.

El sueño es otra ocupación de la mente, un signo de su agitación. Soñar es la continuación del estado consciente, el despliegue de lo que no es activo durante las horas de vigilia. La actividad tanto de la mente superficial como de la mente más profunda es ocupacional. Una mente así sólo puede percibir lo que termina como un continuado comienzo; jamás puede darse cuenta del terminar, sino sólo de un resultado, y el resultado siempre es continuo. La búsqueda de un resultado es la búsqueda de continuidad. La mente, la ocupación, no tienen fin; y sólo para aquello que termina puede existir lo nuevo, sólo para lo que muere puede haber vida La muerte de la ocupación, de la mente, es el comienzo del silencio, del silencio total. No hay ninguna relación entre este imponderable silencio y la actividad de la mente. Para que haya relación, debe haber contacto, comunión; pero no hay ningún contacto entre el silencio y la mente. La mente no puede entrar en comunión con el silencio; sólo puede tener contacto con su propio estado autoproyectado, que ella llama silencio Pero este silencio no es silencio, es meramente otra forma de ocupación. La ocupación no es silencio. Únicamente hay silencio cuando la mente deja de estar ocupada con el silencio.

El silencio está más allá del sueño, más allá de la ocupación de la mente más profunda. La mente profunda es un residuo, el residuo del pasado, ya sea abierto u oculto. Este pasado residual no puede experimentar el silencio; puede soñar con él, como a menudo ocurre, pero el sueño no es lo real. El sueño es a menudo tomado por lo real, pero el sueño y el soñador son la ocupación de la mente. La mente es un proceso total, y no una parte exclusiva. El proceso total de la actividad, residual y adquirida, no puede estar en comunión con ese silencio que es inagotable.

Krishnamurti



 
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