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Resposta  Missatge 1 de 2 del tema 
De: angelvioleta  (Missatge original) Enviat: 11/12/2009 21:50

La vendedora de fósforos
(HANS CHRISTIAN ANDERSEN)

¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve,

y la noche se venía encima.

Era el día de Nochebuena.
 En medio del frío y de la oscuridad,
 una pobre niña pasó por la calle
con la cabeza y los pies desnuditos.


Tenía, en verdad, zapatos cuando salió

de su casa; pero no le habían servido

mucho tiempo. Eran unas zapatillas
 enormes que su madre ya había usado:
 tan grandes, que la niña las perdió
al apresurarse a atravesar la calle
para que no la pisasen los carruajes
 que iban en direcciones opuestas.

La niña caminaba, pues, con los piececitos
 desnudos, que estaban rojos y azules
 del frío; llevaba en el delantal,
 que era muy viejo, algunas docenas
de cajas de fósforos y tenía en
la mano una de ellas como muestra.
 Era muy mal día: ningún comprador
 se había presentado, y, por consiguiente,
 la niña no había ganado ni un céntimo.
 Tenía mucha hambre, mucho frío y
muy mísero aspecto. ¡Pobre niña!
Los copos de nieve se posaban
 en sus largos cabellos rubios,
que le caían en preciosos bucles
 sobre el cuello; pero no pensaba
en sus cabellos.
 Veía bullir las luces a través

de las ventanas; el olor de los asados
se percibía por todas partes.
 Era el día de Nochebuena,
y en esta festividad pensaba la infeliz niña.

Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó
en un rincón entre dos casas.
 El frío se apoderaba de ella
 y entumecía sus miembros; pero no
se atrevía a presentarse en su casa;
volvía
con todos los fósforos y sin una sola moneda.
 Su madrastra la maltrataría, y, además,
 en su casa hacía también mucho frío.
 Vivían bajo
 el tejado y el viento soplaba allí con furia,
 aunque las mayores aberturas habían sido
 tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas
 estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto
placer le causaría calentarse con una cerillita!
¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja,
 a frotarla en la pared y a calentarse los dedos!
Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía!
Despedía una llama clara y caliente como la
 de una velita cuando la rodeó con su mano.
¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba
 sentada en una gran chimenea de hierro, adornada
con bolas y cubierta con una capa de latón
reluciente.
 ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso!
¡Calentaba tan bien!

Pero todo acaba en el mundo.

La niña extendió

sus piececillos para calentarlos también;

más la llama se apagó: ya no le quedaba

a la niña en la mano más que un pedacito

de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló

como la primera; y allí donde la luz cayó sobre

la pared, se hizo tan transparente como una gasa.

La niña creyó ver una habitación en que

la mesa estaba cubierta por un blanco mantel

resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el

cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba

un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad!

De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba

de su plato sobre el pavimento con el

tenedor

y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba

hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda

cerilla se apagó, y no vio ante sí más que

la pared impenetrable y fría.

Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse

sentada cerca de un magnífico nacimiento:

era más rico y mayor que todos los que

había visto en aquellos días en el escaparate

de los más ricos comercios. Mil luces ardían

en los arbolillos; los pastores y zagalas

parecían moverse y sonreír a la niña. Esta,

embelesada, levantó entonces las dos manos,

y el fósforo se apagó. Todas las luces del

nacimiento se elevaron, y comprendió entonces

que no eran más que estrellas. Una de ellas

pasó trazando una línea de fuego en el cielo.

-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó

la niña; porque su abuelita, que era la única

que había sido buena para ella, pero que ya

no existía, le había dicho muchas veces:

"Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el

trono de Dios".

Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared,

y creyó ver una gran luz, en medio de la cual

estaba su abuela en pie y con un aspecto

sublime y radiante.

-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo!

¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que

ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la

chimenea

de hierro, como el ave asada y como el hermoso

nacimiento!

Después se atrevió a frotar el resto de la caja,

porque quería conservar la ilusión de que veía

a su abuelita, y los fósforos esparcieron una

claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido

tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo

el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz

hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío,

ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.

Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña

entre las dos casas, con las mejillas rojas y

la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta

de frío en la Nochebuena!

El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí

con las cajas de cerillas, de las cuales una

había ardido por completo.

-¡Ha querido calentarse la pobrecita!-

dijo alguien.

Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que

había visto, ni en medio de qué resplandor

había entrado con su anciana abuela en

el reino de los cielos.....

DE RENEI



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Resposta  Missatge 2 de 2 del tema 
De: angelvioleta Enviat: 12/12/2009 03:25
PRECIOSO





 
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