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Trataremos esta vez de mirar dentro de nosotras,
para discernir cómo tratamos a nuestros conflictos emocionales.
Muchas veces un mal entendido, una palabra dicha en
el momento menos indicado nos puede llevar a discusiones
o distanciamientos que abren brechas insalvables en la vida de una pareja.
Si gritas tú… ¡yo te grito más fuerte!
En una discusión las dos partes quieren tener la razón,
ninguno de los dos queremos ceder y ninguno de los dos
para de hablar o lo que es peor, ninguno de los dos para
de gritar, hasta que él sale dando un portazo, y ella se
queda llorando y lamentando las palabras hirientes, pero
no las que ella dijo, sino las que escuchó decir a su pareja.
Mientras tanto él se encuentra en su trabajo, tratando
de concentrarse en sus obligaciones, pensando en las ofensas,
pero no en las que él dijo, sino en las que escuchó de parte de su mujer.
No faltará el “buen amigo” que lo invite después de su
jornada a tomar un par de copas para “olvidar” o para
“quitarse la cólera”. Y que a parte… Tal vez en ese lugar
donde se fue a echarse esos tragos, se encuentra con una
“buena samaritana” que esté dispuesta a escucharlo
y a consolarlo. Observemos cómo somos nosotras
mismas quienes a veces generamos gratuitamente
los problemas de pareja.
¿Cuántas veces nos encuentra la luz del nuevo día enojadas
con nuestra pareja por la discusión de ayer? O peor aún…
¿Cuántos días más estaremos anidando nuestro resentimiento?
No nos cuesta nada entender que en la vida de pareja,
en la convivencia con la familia, hay diferencias y choque
de caracteres y personalidades. Cada cabecita es un
mundo distinto y todos creen tener siempre la razón.
La mayoría de veces no somos capaces de plantearle a
nuestra pareja, familia o amigo, que estamos en la mejor
disposición de dialogar, de resolver el problema que generó
la discusión y olvidarnos de ese momento horrible en que
por coraje dijimos cosas muy feas.
¿Pero cuántas veces en lugar de comunicar lo que pensamos,
nos callamos, guardándonos los rencor, odios, resentimientos…
¡Y encima permitimos que crezcan!
¿Quién de las dos partes estará dispuesta a darse una tregua?
Casi siempre nos dedicamos a señalar los errores ajenos
y ofensas pasadas, y lo que logramos es que la otra
persona se defienda, o se cierre al diálogo franco y
abierto, que ni siquiera nos escuche lo que le queremos decir.
¿Pero cuántas veces somos nosotras las que no queremos
escuchar, las que nos cerramos a toda posibilidad
de conversación con nuestra pareja?
Enfrentamos de una manera equivocada nuestros conflictos,
porque ninguno nos capacita para resolverlos. La mente
humana es muy hábil para buscar excusas y pretextos
¿Por qué no le damos una oportunidad al corazón para que también se exprese?
“Si te digo lo que siento y no lo que quiero y pienso,
me estoy traicionando a mi misma” -decimos- no somos
capaces de intercambiar información, el uno califica al
otro de querer saberlo todo y hasta de ser autoritario,
cuando expresa sus ideas, nadie quiere perder
la supremacía ni el liderazgo.
Se nos olvida que para ser escuchados, tenemos que
aprender a escuchar sin perder la calma y es en esto
en lo que mas fallamos, porque siempre queremos tener
la razón aunque definitivamente no la tengamos, y
siempre queremos tener la última palabra.
No nos detenemos a pensar que si aún estamos con
nuestra familia, con nuestra pareja, es porque hay
amor y vale la pena buscar soluciones, sin gritos, sin
discusiones, no sólo nos enriqueceremos nosotras, sino también
enriqueceremos las relaciones y los vínculos
de cualquier unión.
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