Se va al galope el tiempo,
como un potro salvaje
persiguiendo a sus anchas
al viento,
las praderas son recuerdos
que se rinden
en la espada del sueño,
yo que me rendí
a los brazos de una sirena,
cuando cubría
mi cuerpo de agua y arena,
fue el instante que rescate
a mi sombra
que yacía herida,
éramos felices
en la distancia,
te mostrabas tan tierna,
fresca como botón
en primavera,
tu voz era tan fina
y delicada como un cristal,
se rompía
al chocar con el viento,
yo que entendía a tu voz,
sabía como miraban tus ojos,
como sentía tu cuerpo,
nuestra vida era preciosa,
nuestro amor
una estrella fugaz,
todo era locura
mientras estabamos juntos,
nuestro camino,
era un camino de luz,
nada había equivocado
soñar contigo no era pecado,
así mirando tus ojos,
tus labios rojos, y
tu cuerpo hermoso,
se acariciaron
el tiempo y la distancia,
se consolaron juntas
en las sombras nuestras almas,
se detuvo el tiempo
y se hizo corta la distancia,
nada era difícil para los dos,
juntos las cosas se hacían fácil,
todo, porque de por medio,
había una razón infranqueable,
el magnetismo del encanto,
la vibración ineludible
de un eco
que se va con el viento
y que nunca llega enn el tiempo.
El Caminante...
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