¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra? ¿no son jornadas de mercenario sus jornadas?
Como esclavo que suspira por la sombra, o como jornalero que espera su salario,
así meses de desencanto son mi herencia, y mi suerte noches de dolor.
Al acostarme, digo: «¿Cuándo llegará el día?» Al levantarme: «¿Cuándo será de noche?», y hasta el crepúsculo ahíto estoy de sobresaltos.
Mis días han sido más raudos que la lanzadera, han desaparecido al acabarse el hilo.
Recuerda que mi vida es un soplo, que mis ojos no volverán a ver la dicha.
Corintios 9: 16 - 19, 22 - 23
Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!
Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa. Mas si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado.
Ahora bien, ¿cuál es mi recompensa? Predicar el Evangelio entregándolo gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere el Evangelio.
Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda.
Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos.
Y todo esto lo hago por el Evangelio para ser partícipe del mismo.