Un artículo publicado hace pocos días en el diario La Nación,
afirma que las mujeres lindas son perjudiciales para la salud de los hombres, ya
que ellos sienten cierta presión en intentar conquistarla, lo que aumenta su
nivel de estrés.
Un estudio realizado por la Universidad de
Valencia señala que “contemplar a una mujer hermosa durante sólo cinco minutos
dispara en los varones los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el
estrés, que altera su metabolismo celular”.
Entonces, quiero reivindicar de algún modo a todas las mujeres que alguna vez
no nos sentimos lindas o altas o flacas, sino comunes. Físicamente, tal vez una
más del montón. Yo diría, la inmensa mayoría. Nuestros rasgos distintivos (que
los tenemos, y son muchos) no están tan a la vista.
Quienes se acercan solamente con afán de conquista, presionados, muchas veces
lo único que quieren es mostrarnos como a un trofeo, o llegar a la meta (que
sucumbamos ante ellos) y una vez que lo consiguen, pierden el interés. De
acuerdo con lo que expone este estudio, entiendo que si no somos extremadamente
atractivas, los hombres no se ponen “en pose” con el afán exclusivo de
conquistarnos, sino que tenemos posibilidades genuinas de concretar una pareja.
Al estar más relajados, es bien probable que muestren su verdadero “yo” y nos
den la posibilidad de conocerlos. Tampoco se acercarán con todos los
preconceptos que pueden tener respecto de lo que conlleva ser una persona
extremadamente bella y no nos pedirán que estemos siempre radiantes o
“producidas” – también podremos demostrar quiénes somos realmente y dejar salir
a la luz nuestra verdadera personalidad.
Obviamente, es muy lindo ver personas bellas, lo normal es sentirse atraídos
hacia ellas… pero cabe recalcar que la belleza más importante es la interna…
permanece intacta a través de los años, se expresa en todas las circunstancias y
nos permite entablar relaciones interpersonales, amistades y parejas sobre bases
bien sólidas.