Algunos dicen que la curación tiene lugar en el tiempo de Dios. Y sé que el tiempo de Dios es continuo. La curación tiene lugar a todo momento. Cuando mi cuerpo físico responde a su llamado natural de salud, surge la curación.
Coopero con la energía armonizadora y regenerativa de Dios que irradia en mí como salud, armonía y plenitud. Si enfrento un reto de salud, presto atención a mi cuerpo y a mi guía interna. Afirmo vida divina con mis pensamientos, palabras y oraciones. Descanso y consumo alimentos que promuevan la obra divina de curación en mí. Hago a un lado la impaciencia y la frustración, y enfoco mi energía en la salud y el bienestar. La curación está en progreso en este mismo momento.
Los curaré, les daré la salud y haré que con honra disfruten de paz y seguridad.—Jeremías 33:6
Deseo servir a Dios y a los demás y ser lo mejor que pueda. Y lo logro cuando amo lo que hago y expreso ese amor mediante mis palabras y acciones. Cuando siento pasión por algo, ésta es demostrada en lo que digo y hago. Animo y motivo a otros con mi entusiasmo y permito que me lleve a nuevas alturas.
Mi deseo más profundo es demostrar el espíritu de Dios en mí —un espíritu de vida y entusiasmo. Dios aviva mi determinación y me guía a la acción correcta.
Al permanecer conectado al espíritu de Dios por medio de la oración, recibo aliento y brío. Si mi motivación merma, un momento de oración callada enaltece de nuevo mi pasión y mi entusiasmo.
En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor.—Romanos 12:11
Acepto este día como un regalo. Camino con Dios en cada momento, actividad, reto y oportunidad. Mi afirmación proviene de “La oración de fe”: Dios satisface mi necesidad.
Al recordar a Dios en todo lo que hago, me libro del temor. Dejo ir la preocupación al centrar mi atención en la presencia todopoderosa y omnisciente que guía mi camino. Soy libre para expresar mi talento innato; libre para actuar partiendo de una base de sabiduría, fortaleza y fe. Soy libre al dejar ir y dejar a Dios actuar. Al final de este día, descanso serenamente gracias a mi mente despreocupada. La ayuda está siempre disponible cuando me sosiego, dejo ir mi esfuerzo personal y estoy receptivo a Dios.
Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar.—Mateo 11:28
La generosidad nutre nuestras vidas del mismo modo como la calidez del sol nutre los tiernos retoños para que florezcan. Bendecidos por la luz del sol, logran su potencial y esparcen su belleza.
Siento gratitud por los actos de generosidad que me han apoyado en momentos de necesidad. He sido bendecido con una palabra de apoyo y con una oportunidad inesperada, así que yo también las ofrezco a los demás. Mientras más libremente doy a la vida, más libremente la vida me da a mí.
Retribuyo la bondad que he recibido siendo afable con los demás. Así como una flor de brillantes colores evoca una sonrisa, un acto de bondad suscita aprecio. El ciclo continúa, y todos somos bendecidos.
Así tendrán ustedes toda clase de riquezas y podrán dar generosamente.—2 Corintios 9:11