Ninguna sorpresa en Cataluña. Todo coincide con las previsiones aproximadas que se habían hecho de la jornada. Joana Ortega, vicepresidenta del Gobierno catalán, desgranó a las 14.30 horas la participación que hasta las 13 horas: 1.142.910 personas, una cifra aceptable y que incluso puede considerarse un éxito.

Representa algo más del 20%, un porcentaje evidentemente inferior a cualquier comicio normal. En las últimas autonómicas, por ejemplo, el porcentaje de votantes en ese primer control era de casi un 30%, pero hay que tener en cuenta que la consulta catalana no es, por supuesto, una 'elección normal' y que, además, los comicios de 2012 batieron récord de participación.

El porcentaje de hoy, pues, se sitúa alrededor del de los ciudadanos que acudieron a refrendar el Estatuto de Autonomía en el año 2006. Pero, incluso en las últimas Europeas, que se caracterizan siempre por su baja participación, la primera oleada daba una cifra de participación del 25,26% del censo. En ambas votaciones, el grueso de participación se realizó en las últimas horas, en que se llegó a cotas alrededor del 48%.

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Todo parece indicar que esta consulta seguirá esos patrones. Hace unas semanas, los impulsores del “proceso” admitían que un resultado por debajo de los dos millones de participantes sería un fracaso. Entre otras cosas, porque ese es el porcentaje de la población que vota a los partidos del bloque soberanista, a los que hay que añadir los ciudadanos arrastrados por la 'marea amarilla' en los últimos meses y los mayores de 16 años e inmigrantes que hoy sí han podido votar. Con la certeza de que muchos de que los que se desplazan hasta los colegios electorales -aunque no todos- son partidarios de la independencia, los ciudadanos encuadrados en esos segmentos son votos añadidos a los que eventualmente pudieran tener los tradicionales votantes de los partidos soberanistas.

Foto: Daniel Muñoz.Foto: Daniel Muñoz.

Bien es cierto, no obstante, que a éstos hay que restarles un porcentaje -pequeño- que corresponde a los miembros de UDC, que votarán sí a que Cataluña sea un Estado pero no a que sea un Estado independiente. Y algunos miembros de ICV, empezando por su líder, Joan Herrera, que se encuentran en la misma tesitura.

A pesar de estos buenos augurios, incluso el propio presidente Artur Mas dejó caer que una buena participación sería que acudiesen a las urnas 1,5 millones de personas. Esa benevolente cifra alejaría los fantasmas de cualquier depresión postconsulta con un resultado negativo. No hay duda de que 1,5 millones de votos es una cifra nada despreciable, pero después de poner tanta carne en el asador, los mismos miembros del bloque soberanista -que se jactan de tener casi los dos tercios de la cámara autonómica- consideran que una participación inferior a los dos millones no podría considerarse buena, aun cuando de cara a la galería sería considerada una gran victoria.

Eso porque los dos millones (aquellos que el propio Gobierno dice que participaron en la gran cadena humana del 11 de septiembre de 2013) apenas llegan al 36% del censo de la población a la que pretenden movilizar desde la Administración. Y si todo va según lo previsto, la participación final puede situarse incluso entre los 2,3 y 2,5 millones. Eso será, afirman desde las filas soberanistas, un éxito con mayúsculas, porque significaría lograr una asistencia a las urnas casi tan masiva como a la votación del Estatuto o a las elecciones europeas.