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Su esbelto cuerpo me provocó y lo herí a fondo. El hizo estremecer mis entrañas y yo sangrar sus deseos. Desgarré su cuerpo con las garras de mi pasión y entre ellas, solo quedan trozos de gemidos que hoy, corren por mis venas.
Nuestros cuerpos se batían entre fuertes golpes de te quiero, el mío no tenía aliento pues, el suyo lo había robado todo y yo saboreé su tiempo como el más dulce de los vinos.
Aquella noche nos amamos. Veneno tenían aquellos besos, el antídoto, sus caricias. La muerte me abrazó por un instante y al fin conocí la eternidad.
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