Ceniza son mis labios
En su oscuro principio, desde su alucinante estirpe, cifra inicial de Dios, alguien, el hombre, espera. Turbador sueño yergue su noticia opresora ante la nada original de la que el ser es hecho, ante su herencia de combate, dando vida a secretos cegados, a recónditos signos que aún callaban y pugnan ya desde un recuerdo hondísimo para emerger hacia canciones, puro dolor atónito de un labio, el elegido que en cenizas transforma la interior llama viva del humano.
Quizá solo para luchar acecha, permanece dormido o silencioso llorando, besando el terso párpado rosa, el pecho triste de la muchacha amada; quizá solo aguarda combatir contra esa mansa lágrima que es letra del amor, contra aquella luz aniquiladora que dentro de él ya duele con su nombre: belleza...
M. CAballero Bonald
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