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A ti he llegado en un zigzag de intentos, 
incapaz de indagarte en línea recta; 
a tu espíritu el mío se conecta 
como relámpago arañando vientos. 
 
Grácil e inamovible en tus cimientos, 
tan segura de ti, que se detecta 
la reclusión de la mujer perfecta, 
que repudia o ignora atrevimientos. 
 
Pero al llegar a ti, mis presunciones 
se desplomaron; tantas perfecciones 
fueron ciego producto de la mente. 
 
Ni eres la diosa en cuyo altar me inmolo, 
ni yo sombra servil; somos tan sólo 
una mujer y un hombre, frente a frente. |