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De: OSCARJ  (message original) Envoyé: 11/06/2011 11:32
  
  
  
  
  
  
  

  

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EL PIBE ERNESTO

 

Una llovizna fría y monocorde

caía aquella noche tan helada

y Paulos desde el piano hizo un acorde

para avisar que el tango comenzaba.

 

Viejo café Marconi donde actuaban

los dos hermanos Paulos y Luiggín;

Sus tangos eran tristes y lloraban

en el fuelle y las cuerdas del violín.

 

Llegaba del billar el golpe seco

del taco sobre el flanco de la bola

multiplicado a veces por el eco

de la tan estudiada carambola.

 

Penumbra y humo en aquel ambiente;

los pocos parroquianos que allí había

escuchaban fumando la elocuente,

tristona y callejera melodía.

 

De pronto, de la calle entran corriendo

dos sujetos nerviosos y empapados,

sorprendiendo al café e interrumpiendo

el tango en ese instante comenzado.

 

"No se asusten, amigos, que no es nada...",

dijo uno de ellos y tiró el sombrero.

"Dame el violín...", le dice al que tocaba,

"y síganme este tango compañeros".

 

Por los fondos fugó el otro sujeto

mientras los sorprendidos parroquianos

escucharon de pronto que el cuarteto

con bríos atacaba el entrerriano.

 

El perseguido, que era un gran tanguista

de brillantes y alegres pizzicatos

no perdía la puerta de su vista

con miradas de fieros desacatos.

 

Un joven oficial y dos agentes

entraron al café mientras el tango

cómplice continuaba indiferente

con su característico arremango.

 

Andaban persiguiendo los sabuesos

a dos que habían peleado a un conventillo

y por lesiones graves irían presos

estos manos-bravas del cuchillo.

 

Miró la policía a uno por uno

recorriendo las mesas, pero nada.

De los que había ahí no era ninguno

y la casa fue toda requisada.

 

Desorientados por no hallar las piastas

salieron del café muy contrariados,

aquel inesperado violinista

los había hábilmente despistado.

 

El que había cometido esa impostura

jugándose con gracia todo el resto

era un travieso músico, figura

muy conocida como El Pibe Ernesto.

 

Y el otro que en los fondos buscó abrigo

era un fueye llamado El Inglesito**.

El tango los salvó como un amigo

que acostumbra a agrandarse en el delito.

 

ENRIQUE CADICAMO

 

 

 

 





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