Pero, ¡ay!, mi amor por la lucha se había saciado, pues había visto ya bastantes heridas y sangre derramada, y obtuve permiso para volver a los bosques que tanto echaba de menos. Y allí recibí mi herida; porque el hombre que huye de lo que teme acaba comprobando que sólo ha tomado un atajo para encontrarse con ello.
J.R.R. Tolkien, Los Hijos de Húrin, 2007