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General: Muere Gabriel García Márquez....Luto en la Tierra y en Macondo
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| De: Ruben1919 (Mensagem original) |
Enviado: 17/04/2014 20:52 |
Muere Gabriel García Márquez: genio de la literatura universal
Uno de los grandes escritores de la literatura universal ha fallecido en México DF a la edad de 87 años
El narrador y periodista colombiano, ganador del Nobel en 1982, es el creador de obras clásicas como 'Cien años de soledad', 'El amor en los tiempos del cólera', 'El coronel no tiene quien le escriba', 'El otoño del patriarca' y 'Crónica de una muerte anunciada'.
Nació en Aracataca y fue el creador de un territorio eterno llamado Macondo donde conviven imaginación, realidad, mito, sueño y deseo.
Bajo un aguacero extraviado, el 6 de marzo de 1927, nació Gabriel José García Márquez. Hoy, jueves 17 de abril de 2014, a la edad de 87 años, ha muerto en México DF el periodista colombiano y uno de los más grandes escritores de la literatura universal. Autor de obras clásicas como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca y Crónica de una muerte anunciada,fue el creador de un territorio eterno y maravilloso llamado Macondo.
Nació en la caribeña Aracataca, un poblado colombiano, un domingo novelable a partir del cual el niño viviría una infancia a la que volvió muchas veces. Entró a la literatura en 1947 con su cuento La tercera resignación; la gloria le llegó en 1967 con Cien años de soledad, y su confirmación en 1982 con el Nobel de Literatura. Ahora, el ahijado más prodigioso de Melquiades se ha ido, para quedarse entre nosotros un hombre que creó una nueva forma de narrar; un escritor que con un universo y un lenguaje propios corrió los linderos de la literatura; un periodista que amaba su profesión pero odiaba las preguntas; una persona que adoraba los silencios, y con un encanto que cautivó a intelectuales y políticos, y hechizó a millones de lectores en todo el mundo.
Libros inolvidables
García Márquez ha vendido más de 40 millones de ejemplares en más de 30 idiomas.
Novelas: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1957), La mala hora (1961), Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989), Del amor y otros demonios (1994), Memorias de mis putas tristes (2004).
Grandes reportajes: Relato de un náufrago (1970), Noticia de un secuestro (1996), Obra periodística completa (1999). Primer tomo de sus memorias, Vivir para contarla (2002).
Cuentos: Ojos de perro azul (1955), Los funerales de la Mamá grande (1962), La irresistible y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), Doce cuentos peregrinos (1992).
Gabriel no iba a ser su nombre. Debió llamarse Olegario. Acababan de sonar las campanas dominicales de la misa de nueve de la mañana cuando los gritos de la tía Francisca se abrieron paso, entre el aguacero, por el corredor de las begonias: “¡Varón! ¡Varón! ¡Ron, que se ahoga!”. Y nuevos alaridos enmarañaron la casa. Una vez liberado del cordón umbilical enredado en el cuello, las mujeres corrieron a bautizar al niño con agua bendita. Lo primero que se les vino a la cabeza fue ponerle Gabriel, por el padre, y José, por ser el patrono de Aracataca. Nadie se acordó del santoral. De lo contrario, se habría llamado Olegario García Márquez.
Aquel domingo 6 de marzo de 1927, Aracataca celebró la llegada del primogénito de Luisa Santiaga y Gabriel Eligio. Fue el mayor de 11 hermanos, siete varones y cuatro mujeres. En realidad, para los cataqueros había nacido el nieto de Tranquilina Iguarán Cotes y el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía, los abuelos maternos con quienes se crio hasta los diez años en una tierra de platanales bajo soles inmisericordes y vivencias fabulosas. Era un pelaíto en una casa-reino de mujeres, acorralado por el rosario de creencias de ultratumba de la abuela y los recuerdos de guerras del abuelo, el único hombre junto a él. ¡Ah! y un diccionario en el salón por el que entra y sale del mundo.
Diez años que le sirvieron para dar un gran fulgor a lo real maravilloso, al realismo mágico.
Los cuentos fueron para él ese primer amor que nunca se olvida, el cine los amores desencontrados y las novelas el amor pleno y correspondido.
De todos ellos, creía que la historia que no embolatará su nombre en el olvido es la de sus padres recreada en El amor en los tiempos del cólera.
Fue uno de los escritores más admirados y traducidos: más de 40 millones de libros vendidos en 36 idiomas
Son las vísperas de su vida.
Donde todo empieza... Amor y amores deseados, esquivos y de toda estirpe en sus escritos.
García Márquez, que será conocido por sus amigos como Gabo, vive un segundo tiempo cuando a los 16 años, en 1944, sus padres lo envían a estudiar a la fría, helada, Zipaquirá, cerca de Bogotá. Descubre sus primeros escritores tutelares, Kafka, Woolf y Faulkner.
El zumbido de la literatura y el periodismo lo rondan.
Como su Melquíades, Gabo creó un nuevo tiempo y espacio en el que coexisten en el mismo instante, y como uno solo, realidad e imaginación
Allí, en el frío del altiplano andino, lo sorprende el cambio de destino del país y el suyo. Estudia Derecho, cuando el 9 de abril de 1948 es asesinado el candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán. Un suceso conocido como El bogotazo. Fue el antepenúltimo germen de un rosario de conflictos políticos y sociales, conocido como La violencia que habrán de germinar en sus obras.
Después de El bogotazo volvió a sus tierras costeñas con una mala noticia para sus padres: deja la carrera de Derecho. A cambio empieza en el periodismo. Primero en el periódico El Heraldo, de Barranquilla, entre otras cosas como crítico de cine bajo el seudónimo de Séptimus; luego en El Universal, de Cartagena de Indias, hasta volver a Bogotá, en 1954, a El Espectador, el diario que en 1947 había publicado, un domingo, su primer cuento.
Además de crónicas y reportajes escribía para las páginas editoriales y la sección Día a Día, en la que se daba cuenta de los hechos más significativos de aquella Colombia donde la violencia corría en tropel. En 1955 escribe la serie sobre un suceso que terminará llamándose Relato de un náufrago.
Ryszard Kapuscinski aseguró que, aunque lo admiraba por sus novelas, consideraba que “la grandeza estriba en sus reportajes. Sus novelas provienen de sus textos periodísticos. Es un clásico del reportaje con dimensiones panorámicas que trata de mostrar y describir los grandes campos de la vida o los acontecimientos. Su gran mérito consiste en demostrar que el gran reportaje es también gran literatura”.
Mientras trabaja como periodista escribe cuentos y no se desprende de una novela en marcha que lleva a todos lados, titulada La casa.
Ese mismo año aparece su primera novela, La hojarasca. Después viaja a Europa como corresponsal del diario bogotano y recorre el continente, e incluso los países de la “cortina de hierro”. En 1958 vuelve y se casa con Mercedes Barcha. Hasta que se instala en México DF, en 1961, donde hace vida con sus amigos, las parejas Álvaro Mutis-Carmen Miracle y Jomí García Ascot-María Luisa Elío (dos españoles exiliados de la guerra). Un día Mutis le da dos libros y le dice: “Léase esa vaina para que aprenda cómo se escribe”. Eran Pedro Páramo y El llano en llamas, de Juan Rulfo. Ese año publica El coronel no tiene quién le escriba.
—“¿Fue tu abuela la que te permitió descubrir que ibas a ser escritor?”, le preguntó en los años setenta su amigo y colega Plinio Apuleyo Mendoza.
—“No, fue Kafka, que, en alemán, contaba las cosas de la misma manera que mi abuela. Cuando yo leí a los 17 años La metamorfosis, descubrí que iba a ser escritor. Al ver que Gregorio Samsa podía despertarse una mañana convertido en un gigantesco escarabajo, me dije: ‘Yo no sabía que esto era posible hacerlo. Pero si es así, escribir me interesa”.
La escritura no le da para comer y trabaja en cine y publicidad. Llega 1965. Pronto terminarán cuatro años de sequía literaria. El embrión es La casa. Páginas que no terminan de coger forma. Hasta que un día, mientras viaja en un Opel blanco con su esposa Mercedes y sus dos hijos de vacaciones a Acapulco, ve clara la manera en que debe escribirla: sucedería en un pueblo remoto, y descubre el tono: el de su abuela que contaba cosas prodigiosas con cara de palo, y la llenaría de historias: las contadas por su abuelo en la Guerra de los Mil Días de Colombia. Y el comienzo de la novela: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
Ha sido el soplo divino de Kafka, Faulkner, Sherezada, Rulfo, Verne, Woolf, Hemingway, Homero… y sus abuelos Tranquilina y Nicolás.
Da media vuelta y regresa en el Opel blanco a su casa de San Ángel Inn, en México DF.
Una vez llega, coge sus ahorros, 5.000 dólares, y se los entrega a su esposa para el mantenimiento del hogar mientras se dedica a escribir. La Cueva de la Mafia es la habitación de su casa donde esa primavera se exilia con la enciclopedia británica, libros de toda índole, papel y una máquina Olivetti. Vive y disfruta ese rapto de inspiración al escribir hasta las ocho y media de la noche al ritmo de los Preludios de Debussy y Qué noche la de aquel día de los Beatles.
En otoño el dinero se acaba y las deudas acechan. García Márquez coge, entonces, el Opel y sube al Monte de Piedad a empeñarlo. Es una nueva tranquilidad para seguir escribiendo, aumentada por las visitas de sus amigos que les llevan mercaditos.
Al llegar el invierno de 1965-1966 pone un punto y aparte, y llora, llora como ni siquiera en sus novelas está escrito. Tenía 39 años Gabriel García Márquez cuando, esa mañana de 1966, salió de La Cueva de la Mafia, atravesó la casa y se derrumbó en lágrimas sobre la cama matrimonial como un niño huérfano. Su esposa, al verlo tan desamparado, supo de qué se trataba: el coronel Aureliano Buendía acababa de morir. Era el personaje inspirado en su abuelo Nicolás.
Muere orinando mientras trata de encontrar el recuerdo de un circo, después de una vida en la que se salvó de un pelotón de fusilamiento, participó en 32 guerras, tuvo 17 hijos con 17 mujeres y terminó sus días haciendo pescaditos de oro.
Un duelo perpetuo para el escritor que, el 5 de junio de 1967, ve recompensado al saber que esa historia comandada por el coronel, bajo el título de Cien años de soledad, inicia su universal parranda literaria en la editorial Sudamericana, de Francisco Porrúa, en Buenos Aires. Todos quieren conocer la saga de los Buendía.
La novela impulsa la universalización del boom de la literatura latinoamericana. “Verdaderamente fue a partir del triunfo escandalosamente sin precedentes de Cien años de soledad”, afirmaría José Donoso en Historia personal del boom.
En medio de la algarabía, García Márquez se va a vivir a Barcelona donde afianza su amistad con autores como Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar. El éxito es rotundo y trasciende a otros idiomas. Luego empieza a escribir El otoño del patriarca (1975) como un ejercicio para quitarse de encima la sombra de su obra maestra. Para entonces ya es muy activo con la causa cubana y está más presente en Colombia. En 1981 publica Crónica de una muerte anunciada.
La noticia del Nobel lo sorprende en México en 1982. En la frontera del amanecer del 10 de octubre el teléfono lo despierta. Con 55 años se convierte en uno de los escritores más jóvenes en recibir el máximo galardón de la literatura. En diciembre rompe con la tradición al recibir el premio vestido con un liquiliqui, una manera de rendir homenaje a su tierra costeña y compartirlo con su abuelo Nicolás que usaba trajes así en el ejército. Una ausencia que acompañó al escritor desde los 10 años, cuando este murió, y convirtió en incompletas todas sus alegrías futuras, por el hecho de que el abuelo no las sabía, escribe Dasso Saldívar en la biografía Viaje a la semilla.
Tres años después culmina la historia de sus padres: El amor en los tiempos del cólera. Siguen El general en su laberinto (1989) y Del amor y otros demonios (1994).
Hace realidad uno de sus sueños, en Cartagena de Indias: la creación de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y se une a otros proyectos informativos. Son los años de su vuelta al periodismo. Al principio de todo.
En 1999 le detectan un cáncer linfático. Todo ello mientras termina de escribir sus memorias, Vivir para contarla, a las que cuando puso punto final se topó con la muerte de su madre, Luisa Santiaga Márquez Iguarán. Un domingo lo trajo ella al mundo; y un domingo lo dejó ella. Fue la noche del 9 de junio de 2002. Dos años más tarde escribe su última creación: Memoria de mis putas tristes.
Sus recuerdos empiezan su peregrinación.
Hasta que se han ido del todo al encuentro de los Buendía.
Y de no haber sido escritor, lo que realmente hubiera querido ser Gabriel García Márquez también tiene que ver con el amor, presente en todas sus obras. Lo supo hace muchos en Zúrich cuando una tormenta de nieve tolstiana lo llevó a refugiarse en un bar. Su hermano Eligio recordaría cómo él se lo contó:
—“Todo estaba en penumbra, un hombre tocaba piano en la sombra, y los pocos clientes que había eran parejas de enamorados. Esa tarde supe que si no fuera escritor, hubiera querido ser el hombre que tocaba el piano sin que nadie le viera la cara, solo para que los enamorados se quisieran más”.
Entre realidades, deseos, sueños, alegrías, agradecimientos, imaginaciones y, sobre todo, por el paraíso irrepetible de su lectura, Gabriel García Márquez está ahora en el mismo lugar donde él llevó a Esteban en su inolvidable cuento El ahogado más hermoso del mundo, después de que a la gente del pueblo “se le abrieran las primeras grietas de lágrimas en el corazón”… Porque una vez comprobado que había muerto “no tuvieron necesidad de mirarse los unos a los otros para darse cuenta de que ya no estaban completos, ni volverían a estarlo jamás”… El rumor del mar trae la voz del capitán de aquel barco, que en 14 idiomas, dice señalando al mundo, por encima del promontorio de rosas amarillas en el horizonte del Caribe: “Miren allá, donde el viento es ahora tan manso que se queda a dormir debajo de las camas; allá, donde el sol brilla tanto que no saben hacia donde girar los girasoles; sí, allá, es el pueblo” de Gabriel García Márquez
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Gabriel García Márquez, el reportero de la magia
manuel m. cascante / corresponsal en ciudad de méxico
Día 17/04/2014 - 22.06h
Gabriel José García Márquez nació en Aracataca, una aldea perdida en el Caribe colombiano, «el domingo 6 de marzo de 1927 a las nueve de la mañana», como él mismo detallara en sus memorias. Criado por sus abuelos maternos, un coronel retirado y una mujer supersticiosa, que tanto marcarían su literatura, «Gabo» –apodo que le puso Eduardo Zalamea Borda, subdirector del diario «El Espectador», donde a los 20 años publica su primer cuento, «La tercera resignación»– cursaría estudios en Sucre y Barranquilla.
Sus primeros escritos en el periódico del liceo los firma con el seudónimo de Javier Garcés, hasta que en 1947 se matricula en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Bogotá. Por entonces comienza a colaborar con diarios como «El Universal», «El Heraldo» y, finalmente, «El Espectador», gracias a su amigo Álvaro Mutis. El rotativo lo envía en 1955 como corresponsal a Europa: Ginebra, Roma, (donde estudia cinematografía) y París.
Su primera novela, «La hojarasca», que refleja una fuerte influencia de William Faulkner, es editada ese mismo año por Diana, de México. La trama se desarrolla en Macondo, pueblo imaginario que inmortalizará años más tarde en la novela que lo consagró universalmente: «Cien años de soledad». «La hojarasca» contiene algunas de las constantes de su obra, como la lluvia, la memoria, la guerra o la muerte.
Tras el triunfo de la revolución cubana en 1959, García Márquez se traslada a La Habana, donde nace una militancia de izquierda y una amistad con Fidel Castro que perdurarán hasta su último aliento. En 1961, en un viaje a Nueva York como enviado de la agencia Prensa Latina, protagoniza un incidente con un grupo de inmigrantes cubanos armados. En esas fechas publica «El coronel no tiene quien le escriba» y se traslada a México, país en el que residirá intermitentemente desde entonces y donde se dedica a escribir guiones cinematográficos junto a Carlos Fuentes (aunque el primero que se filmó, en 1964, fue «El gallo de oro», basado en un cuento de Juan Rulfo).
En 1966 se publican en revistas de Bogotá, Lima y París los primeros fragmentos de su obra maestra, cuya primera edición aparecerá un año después en Buenos Aires. «Cien años de soledad» le reportó un éxito inmediato y ese mismo año se traslada a Barcelona, donde residiría hasta 1975, año en que regresa a México. Desde entonces alterna su vida en el Distrito Federal con largas estancias en Cartagena de Indias.
Un año más tarde se produjo su distanciamiento de Mario Vargas Llosa, con quien había coincidido en la Ciudad Condal, cuando el peruano le propinó un puñetazo al grito de «¡Cómo te atreves a abrazarme después de lo que le hiciste a Patricia en Barcelona!». Todo indica que el enfrentamiento obedecía a un lío de faldas en el que se vio implicada la esposa del autor de «Conversaciones en la catedral». Curiosamente, ambos fueron galardonados tiempo después con el Nobel de Literatura: García Márquez, en 1982; Vargas Llosa, en 2010.
Cumbre del realismo mágico
La gran saga americana que describe «Cien años de soledad», encarnada en la familia Buendía, supuso la cumbre del realismo mágico y del «boom» de literatura latinoamericana de los sesenta. Después llegarían otras obras perdurables como «El otoño del patriarca» (1975), la preferida por su autor; «Crónica de una muerte anunciada» (1981), «El amor en los tiempos del cólera» (1987), «El general en su laberinto» (1989) o «Noticia de un secuestro» (1997).
Sus problemas de salud comenzaron en 1999, cuando tuvo que ingresar en una clínica en Bogotá para tratarse de un linfoma. El escritor padecía desde hace años de un deterioro neuronal progresivo, según revelara su hermano Jaime, lo que le impidió continuar la publicación de sus memorias, que sólo vieron la luz en un primer volumen, «Vivir para contarla», en 2002.
Dos años después entregó a la imprenta su último trabajo, «Memoria de mis putas tristes», recibido con escaso entusiasmo por la crítica. En 2010 se editaría «Yo no vengo a decir un discurso», una selección de discursos que van desde el que pronunciara a los 17 años para despedir a sus compañeros de Bachillerato hasta el que leyese ante las Academias de la Lengua y los Reyes de España cuando cumplió los ochenta.
Le sobreviven su esposa, Mercedes Barcha, –con quien se casó en 1958 y a la que había conocido quince años antes– y sus hijos Rodrigo, cineasta, y Gonzalo, diseñador gráfico.
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Fallece Gabriel García Márquez
Redacción| El Universal
14:57Jueves 17 de abril de 2014
El Premio Nobel de Literatura murió en la Ciudad de México a los 87 años víctima de un cáncer que invadió órganos vitales; su avanzada edad impidió que fuera viable someterlo a un tratamiento oncológico
Murió el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez a los 87 años en la ciudad de México víctima de cáncer.
La salud del autor de "Cien años de soledad" se deterioró la semana pasada, cuando el autor fue internado en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición "Salvador Zubirán", donde permaneció hospitalizado nueve días.
En días pasado se dio a conocer, a través de fuentes confiables de EL UNIVERSAL, que "Gabo" sufrió una recaída ante el cáncer linfático, del que había padecido en 1999. El cáncer invadió pulmón, ganglios e hígado.
El Nobel de Literatura fue dado de alta el 8 de abril del hospital y fue atendido por médicos de esa institución sólo para mejorar sus condiciones generales, a través de cuidados paliativos. Debido a su avanzada edad, el autor quedó fuera de todo tratamiento oncológico, por lo que se decidió trasladarlo a su residencia en la Ciudad de México, donde recibió tratamientos para mejorar su calidad de vida.
El diagnóstico se sumó a una serie de padecimientos generales del autor de "El coronel no tiene quien le escriba", algunos de ellos propios de la edad. "Gabo" fue internado inicialmente en el "Salvador Zubirán" tras varias semanas de síntomas característicos de una neumonía, así como por un cuadro infeccioso y una deshidratación. Primero fue atendido en su domicilio, pero las condiciones no mejoraron y se decidió la hospitalización. Inclusive, el autor sufrió episodios derivados del mal de Alzheimer diagnosticado en 2006.
En los últimos años, las apariciones públicas de García Márquez disminuyeron. La última fue durante la inauguración de un boliche en Santa Fe, en septiembre de 2013, en donde fue fotografiado. Días después se le vio en el centro comercial Perisur, en la ciudad de México, en donde se tomó algunas fotografías con admiradores.
Hace dos años, en julio de 2012, Jaime García Márquez, hermano del escritor, reveló en una conferencia que se realizó en Cartagena, Colombia, como parte de la Ruta Quetzal BBVA, que "Gabo" padecía "demencia senil" como casi toda su familia.
Al instante de enterarse sobre la muerte de "Gabo", diversas instituciones y personajes de la vida pública de Colombia, México y el mundo expresaron su pena por la partida del Premio Nobel de Literatura 1982, autor de "Cien años de soledad", una de las novelas trascendentales de las letras hispanas.
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Carroza fúnebre arriba a casa de 'Gabo'
Alida Piñón| El Universal
16:55México | Jueves 17 de abril de 2014
A nombre de la familia, se ha indicado que en breves momentos se darán declaraciones a las decenas de periodistas que se hallan a las afueras de la casa del escritor, fallecido esta tarde
Hace unos momentos llegó al domicilio del escritor Gabriel García Márquez la carroza fúnebre del servicio García López.
A nombre de la familia, se ha indicado que en breves momentos se darán declaraciones a las decenas de periodistas que se hallan a las afueras de la casa del escritor, fallecido esta tarde alrededor de las 14:30 horas.
Hasta el momento, han acudido al lugar amigos de la familia García Barcha como la periodista Fernanda Familiar, el escritor colombiano Guillermo Angulo y el director de Imcine, Jorge Sánchez.
Algunas otras pesonas que dijeron ser amigos han tocado a la puerta pero el acceso les fue negado.
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Cien años de soledad, el Quijote americano
EFE| El Universal
16:57MADRID | Jueves 17 de abril de 2014
Autores como Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Álvaro Mutis destacaron la importancia en la obra cumbre de García Márquez
Gabriel García Márquez decía que no había hecho otra cosa en su vida que escribir historias "para hacer más feliz la vida a un lector inexistente" , y con ese deseo escribió también "Cien años de soledad" , novela magistral del siglo XX y que, en palabras de Carlos Fuentes, es "el Quijote americano" .
Así la definía Fuentes en la carta que le escribió a Julio Cortázar tras leer el manuscrito de la novela que pronto se convertiría en obra cumbre del realismo mágico y que al escritor mexicano le parecía "una crónica exaltante y triste, una prosa sin desmayo, una imaginación liberadora" .
"He leído el 'Quijote' americano, un Quijote capturado entre las montañas y la selva, privado de llanuras, un Quijote enclaustrado que por eso debe inventar al mundo a partir de cuatro paredes derrumbadas" , le contaba Fuentes a Cortázar y lo recordaba en el prólogo de la edición conmemorativa de "Cien años de soledad" preparada por las Academias de la Lengua Española.
"¡Qué maravillosa recreación del universo inventado y re-inventado! ¡Qué prodigiosa imagen cervantina de la existencia convertida en discurso literario, en pasaje continuo e imperceptible de lo real a lo divino y a lo imaginario" , afirmaba el escritor mexicano, gran amigo de Gabo desde 1962.
Fuentes fue testigo en México del nacimiento de la obra cumbre del Premio Nobel colombiano cuando lo acompañaba en 1965 por la carretera que lleva de Ciudad de México a Acapulco y vio que García Márquez "se transformó" como tomado por una revelación divina.
"Sin saberlo, yo había asistido al nacimiento de 'Cien años de soledad', ese instante de gracia, de iluminación, de acceso espiritual, en que todas las cosas del mundo se ordenan espiritual e intelectualmente y nos ordenan: 'Aquí estoy. Así soy. Ahora escríbeme'" , dice en ese prólogo.
Con 38 años, y con cuatro libros publicados ya ("La hojarasca", "El coronel no tiene quien le escriba", "Los funerales de la Mamá Grande" y "La mala hora") García Márquez empezó a escribir las primeras palabras de su obra cumbre: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo" .
No tenía "la menor idea" de lo que significaban esas palabras ni de cómo seguiría después. Pero no dejó de escribir "ni un solo día" durante 18 meses hasta que terminó el libro, contó el escritor en Cartagena de Indias (Colombia) en 2007, en el Congreso Internacional de la Lengua Española.
El escritor no sabía cómo sobrevivieron su mujer, Mercedes Barcha, y él durante el tiempo que duró el proceso de escritura, pero "no faltó ni un día la comida en la casa" , recordó García Márquez en aquella ocasión.
"Jamás he trabajado en soledad comparable -le decía el escritor en una carta de los años sesenta a Carlos Fuentes- (...), sufro como un condenado poniendo a raya la retórica, buscando tanto las leyes como los límites de lo arbitrario, sorprendiendo a la poesía cuando la poesía se distrae, peleándome con las palabras" .
"A veces me asalta el pánico de no haber dicho nada a lo largo de quinientas páginas; a veces, quisiera seguir escribiendo el libro el resto de mi vida, en cien volúmenes, para no tener más vida que esta" , le contaba a Fuentes.
Mario Vargas Llosa analizó en profundidad "Cien años de soledad" en su ensayo "Historia de un deicidio" , en el que afirma que esa obra es "una novela total, en la línea de esas creaciones demencialmente ambiciosas que compiten con la realidad real de igual a igual, enfrentándole una imagen de una vitalidad, vastedad y complejidad cualitativamente equivalentes" .
Para Vargas Llosa, "Cien años de soledad" es uno de los raros casos de "obra literaria mayor contemporánea" que todos pueden entender y gozar.
En el origen de la genial novela está también el viaje que el escritor colombiano hizo en 1950 con su madre a Aracataca, para vender la casa donde había pasado su infancia, como evoca García Márquez en sus memorias, "Vivir para contarla" .
Cuando llegaron al pueblo el choque con la realidad fue terrible. Aracataca se había convertido en un pueblo polvoriento y caluroso y parecía una ciudad fantasma: no había un alma en las calles. La madre del escritor entró en una pequeña botica y se encontró con una antigua conocida.
Ambas "se abrazaron y lloraron durante media hora. No se dijeron una sola palabra" . García Márquez las miraba "estremecido por la certidumbre de que aquel largo abrazo de lágrimas calladas era algo irreparable que estaba ocurriendo para siempre" en su propia vida, cuenta en sus memorias.
Fue entonces cuando García Márquez vio claro que tenía que contar "todo el pasado de aquel episodio" .
Años después escribiría "Cien años de soledad" , ese libro que, según Álvaro Mutis, "cada generación lo recibirá como una llamada del destino y del tiempo y sus mudanzas poco podrán contra él" .
cvtp
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Se va un bastión más del Boom latinoamericano
Notimex| El Universal
16:36MÉXICO | Jueves 17 de abril de 2014
Gabriel García Márquez fue pieza fundamental para poner ante el mapa literario mundial una pléyade de autores hispanos
El "Boom", que en los años 60 y 70 logró poner el mapa literario a una pléyade de autores latinoamericanos, perdió hoy al penúltimo de sus más grandes exponentes, el colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014), quien tenía unos 50 años de radicar en México.
El ganador del Premio Nobel de Literatura 1982 fue uno de los escritores que desafiaron los convencionalismos establecidos en las letras de esa zona del mundo, con obras experimentales de agudo enfoque político debido a la situación general de América Latina, en la década de 1960.
Como Julio Cortázar (Argentino), Carlos Fuentes (México) y Mario Vargas Llosa (Perú), Gabriel García Márquez (Colombia) fue uno de los autores a los que se debe el llamado "Boom de la literatura latinoamericana".
El escritor Gabriel García Márquez, quien nació en Aracataca, Colombia el 6 de marzo de 1927, trascendió como uno de los iniciadores y de los más representativos de este movimiento literario.
"Gabo", como cariñosamente se le llamada al escritor, fue uno de los autores que "guisaron" lentamente la nueva narrativa latinoamericana con el realismo mágico, y cuento fantástico y metafísico, y álgida crítica social que se dejó ver en Argentina (Jorge Luis Borges), Cuba (Alejo Carpentier), Ecuador (Jorge Icaza), Guatemala (Miguel Angel Asturias), Uruguay (Juan Carlos Onetti) y Venezuela (Arturo Uslar Pietri); en México destacaron además Juan Rulfo y Juan José Arreola.
Sin embargo, dentro de ese "Boom" hay nombres que habitualmente se citan como los más representativos. El género más trabajado es la narrativa corta en novela y cuento. Por eso el argentino Julio Cortázar, el chileno José Donoso, el brasileño Jorge Amado, el colombiano Gabriel García Márquez, el cubano José Lezama Lima, el mexicano Carlos Fuentes, el paraguayo Augusto Roa Bastos y el peruano Mario Vargas Llosa son, por lo suyo, los emblemáticos.
Hablar de literatura latinoamericana es hablar del "Boom", movimiento literario y editorial que a la fecha no ha terminado del todo.
Autores como Vargas Llosa, García Márquez y Carlos Fuentes son tal vez los más famosos dentro de este movimiento, y aunque la mayoría de los críticos sostiene que el "Boom" nació en algún momento de 1960, nadie puede decir a ciencia cierta cuál título fue el primero dentro de este muy famoso "Boom".
Hay voces que se levantan a favor de que "Rayuela", de Julio Cortázar, marcó el inicio de ese movimiento agitado; para otros se trata de "La ciudad y los perros", de Mario Vargas Llosa, mientras que para algunos más, la novela pionera es "Hijo de hombre", de Augusto Roa Bastos.
Curiosamente, hay quienes se van hacia atrás, y en 1949 dicen que es "Hombres de maíz", de Miguel Angel Asturias, es el texto que por mucho merece ser considerado el padre del citado "Boom".
No obstante, esta última propuesta podría caer estrepitósamente, pues se sabe que el "Boom" latinoamericano, como fenómeno editorial y literario, tiene dos características ineludibles; la primera de éstas es que surgió entre los años 1960 y 1970 del Siglo XX, y la otra, que engloba el trabajo literario de un puñado de jóvenes autores de cuentos y novelas cuyos libros fueron distribuidos alrededor del mundo de manera rápida y exitosa, "granjeándoles" fama, reconocimiento y hasta fortuna.
Las novelas publicadas desde el inicio del "Boom" tienen como característica común las diversas innovaciones de carácter técnico en su narrativa, como el llamado realismo mágico y lo real maravilloso.
Todo eso ayudó de manera sustancial al auge y desarrollo de la individualidad de cada uno de los autores y, más que eso, propició que la imaginación de ellos, hasta antes de los años 60 en aparente siesta, despertara de manera fresca, original y muy atractiva.
En los albores de los años 80 se comenzó a hablar del ocaso del "Boom" de la literatura latinoamericana para dar paso a lo que algunos críticos y estudiosos del tema han dado por llamar "Post-Boom", en el que inscriben a autores nacidos en los años 40, 50 y 60, que a diferencia del periodo anterior, vio nacer a sus escritores en los años 20 y 30, aunque los hubo, y muchos, de los 10.
En síntesis, se pueden citar obras precursoras del "Boom" a "El Siglo de las Luces", de Alejo Carpentier; "Alto es el sur", de Miguel Angel Asturias; "El Aleph", de Jorge Luis Borges. "El llano en llamas", de Juan Rulfo, y desde luego a "El Túnel", de Ernesto Sabato.
Como representantes del "Boom", a "El Charleston", de José Donoso; "Rayuela", de Julio Cortázar; "Cien años de soledad", de Gabriel García Márquez; "Aventuras sigilosas", José Lezama Lima; "La muerte de Artemio Cruz", de Carlos Fuentes"; "La muerte y la muerte de Quincas Berro Dagua", de Jorge Amado; "El Astillero", de Juan Carlos Onetti; "Tres tristes tigres", de Guillermo Cabrera Infante; "Hijo de Hombre" , de Augusto Roa Bastos, y "La ciudad y los perros", de Mario Vargas Llosa.
Finalmente, como representantes del "Post-Boom", a "Un mundo para Julius", de Alfredo Bryce Echenique; "Cuentos de Eva Luna", de Isabel Allende; "La traición de Rita Hayworth", de Manuel Puig; "Tiro Libre", de Antonio Skármeta y, "El país de la cola de paja", de Mario Benedetti.
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Gabo y el Nobel, una luz sobre América Latina
Liliana Martínez Polo / Redactora de EL TIEMPO /GDA| El Universal
16:33COLOMBIA | Jueves 17 de abril de 2014
El 21 de octubre de 1982, Colombia se despertó con la noticia de que el hijo del telegrafista de Aracataca había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura
El día en que Colombia amaneció con el Nobel, el mundo miró hacia América Latina y su realidad desmedida. Gabriel García Márquez, elegido por votación unánime de los 18 miembros de la Academia Sueca de las Letras, representaba a la novela latinoamericana y a la problemática que esta reflejaba.
Así lo entendió Gabo que, en el asedio de la prensa, antes que hablar de literatura, hacía llamados urgentes para evitar una guerra en Centroamérica y afirmaba que el premio importaba "en la medida que aumenta nuestra posibilidad de influir a favor de los derechos humanos en América Latina".
Gabo desarrolló ese llamado en el inolvidable discurso de aceptación del Nobel, La soledad de América Latina, leído el 8 de diciembre -dos días antes de la ceremonia- de ese año en Estocolmo. "Esperaban que hablara solo de flores, sin mirar las miserias", recordó Guillermo Angulo en su recuento de ese día.
Gabo sorprendió con un texto que comenzó con tono de realismo mágico y terminó por tocar las llagas de realidades dolorosas, que quizás en otros contextos sonarán a hipérboles. Señaló que esas "noticias fantasmales" que llegaban al resto del mundo desde nuestro continente -el exilio, las guerras, los excesos de dictadores dementes, las matanzas: cinco guerras, 17 golpes de estado, 20 millones de niños latinoamericanos que mueren antes de cumplir dos años- eran parte de su narrativa.
"Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no solo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras -leyó el Nobel-. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte".
Así, en una ocasión en que otros galardonados repasaban su experiencia en las letras, sus influencias literarias o sus pasos en el oficio de escribir, el Nobel hizo un llamado a Europa a mirar a América Latina a la luz de su propio pasado: "Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos solo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios".
Poco antes de leerlo en público, en la habitación del Grand Hotel de Estocolmo, García Márquez le había anticipado el texto a su amigo Alfonso Fuenmayor, quien admitió haber pasado de la risa a la preocupación al leer: "América no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y original se conviertan en una aspiración occidental".
Fuenmayor recordaría que había entendido así la posición política del Nobel 1982 y al oírlo, Gabo solo le había dicho: "Lo que acabas de leer no es ni más ni menos que Cien años de soledad".
El Nobel anunciado
Antes de Gabo, el Nobel de Literatura había sido otorgado a los latinoamericanos Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Miguel Ángel Asturias. Posteriormente, lo recibiría el mexicano Octavio Paz y el peruano Mario Vargas Llosa.
Su elección en 1982, no fue sorpresiva. "El premio fue abrumador e inevitable -recuerda el poeta Juan Gustavo Cobo Borda-. Fue un Nobel anunciado. Después del galardón de Pablo Neruda (1971) hubo toda una campaña a favor de Gabo. Cumplía los requisitos: era un escritor popular, con calidad literaria, de izquierda, antiimperialista, con simpatías en todos los países y una copiosa estadística de traducciones de sus obras". Además, el éxito de Cien años de Soledad, en 1967, no había paralizado su producción literaria, porque el Nobel no premia autores de una obra, sino escritores de gran trayectoria.
"El Nobel de Gabo fue un reconocimiento indirecto al fenómeno literario de la novela lationamericana -agrega Cobo-, que tuvo su esplendor en las décadas de los 60 y 70, de la que fueron exponentes autores como Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, Alejo Carpentier, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes, entre otros".
El día del Nobel
El Nobel de literatura siempre se anuncia un jueves. Y el 21 de octubre de 1982, Colombia recibió la noticia de que García Márquez acababa de obtener el galardón
La crónica de entonces dice que el primer colombiano en hablar con el nuevo Nobel de Literatura fue el entonces presidente Belisario Betancur. Y Gabo fue quien felicitó al mandatario: ‘Te felicito porque ya Colombia tiene un Premio Nobel...'. El diálogo también tuvo algo de novela: "Su patria lo espera", dijo Belisario. "Dentro de poco estaré en nuestra patria", respondió el escritor. Siguieron los discursos. No hubo ministro, artista o intelectual que no conviniera en que era un premio para todos los colombianos. Latinoamérica también se sintió ganadora. El calificativo de colombiano universal, puesto al hijo del telegrafista, nacido en Aracataca, resonó más que nunca en ese y los días que siguieron.
Otros candidatos al Nobel como Arturo Uslar Pietri y Jorge Luis Borges se declararon complacidos: es muy satisfactorio que se otorgue el premio a un latinoamericano dijo Uslar Pietri , García Márquez tiene una obra de primer orden, es uno de los novelistas más importantes del mundo. Por su parte, Borges, desde su casa en Buenos Aires, calificó el galardón como un notable acierto y un premio justo . Sus padres, Gabriel Eligio García y Luisa Márquez, fueron blanco del acoso periodístico. La madre aún se quejaba de los dolores de cabeza causados por la publicación de Crónica de una muerte anunciada. El padre advertía, vía medios de comunicación, que Gabo no escribiría la historia de la familia porque esa la escribiría él. "Puedo advertirle que yo, en cuanto a la época en que yo me levanté y que principié a escribir -decía el padre- escribía mejor que García Márquez porque entonces era la literatura romántica que tanto gustaba a las muchachas, sobre todo a las muchachas casaderas, con quienes yo tenía mucha amistad".
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Los amigos que acompañaron a Gabo a recibir el Nobel
EL TIEMPO/ GDA| El Universal
16:28COLOMBIA | Jueves 17 de abril de 2014
Así plasmaron en el libro Aracataca Estocolomo, Alfonso Fuenmayor, Rafael Escalona, Eligio García Márquez y Álvaro Castaño sus recuerdos del viaje a Estocolmo
Fuenmayor: confidente del discurso
Alfonso Fuenmayor
"Yo veía a Gabito tenso, impecablemente vestido, en el podium. Sin quererlo, me traía a la memoria a aquel niño que, en La hojarasca, acompañaba, endomingado, a su madre, a visitar una casa donde alguien había muerto. Yo me encontraba ahora sentado en una banca como de iglesia, a metro y medio de distancia del sitio en donde él leía su discurso con voz uniforme, sin vacilaciones, aunque quizá -diría yo- con una leve entonación de sochantre". (...)
"Bien podría ser que no estaba por completo leyendo sino repensando lo que leía. Treinta horas antes de este momento, Gabito me había tomado del brazo y me había conducido de la sala a la suite que ocupaba, en el Gran Hotel de Estocolmo, tradicionalmente destinada a los happy few que habían sido galardonados con el Premio Nobel, al dormitorio". (...)
"Ya en el dormitorio, Gabito abrió un maletín negro que estaba en una silla, y extrajo unas diez hojas de papel limpiamente mecanografiadas. Me dijo, alargándolas:
-Maestro, léase esto y me cuenta...
Dándose cuenta de que yo con la miraba buscana dónde sentarme, me dijo:
-Siéntese o acuéstese en la cama, pero piensa que en esa misma cama durmieron Hemingway, Camus, el viejo que sabemos y una que otra mujer como Selma, como Gabriela.
Y Gide -dije yo-, de quien espero que no se me pegue nada...
Quedé solo en aquel aposento de inusitadas proporciones. Acostado en la cama donde había roncado Neruda, yo tenía en las manos precisamente el discruso que ahora Gabito estaba leyendo.
En las primeras páginas era el Gabito que ha deleitado a millones y millones de perosnas dispersas en toda la extensión del planeta. No dejó de sorprenderme que en un discurso para ocasión tan solemne, se dijeran cosas que me hacían reír, casi a carcajadas. Pero el discurso fue apretando las calvijas. Aquello se ponía pogresivamente serio y preocupante. A medidaa que se hacía un sabio despliegue de estadísticas. Entre otras retuve una frase: ‘América no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental'. Ya yo no me reía, ya yo era un hombre preocupado y perplejo. Entreabrí la puerta, con un gesto llamé a Mercedes y le devolví el discurso. Entonces le dije al Cocodrilo, que nunca había sido más sagrado que entonces:
-Quiero entregarte esto en tus propias manos. Gabito me lo dio para que lo leyera.
Al verme, Gabito se separó de un grupo en emdio del cual se encontraba y vino hacia mí:
-¿Cómo te pareció? -me preguntó.
-Maravilloso -le contesté-. Para mí ha sido muy útil. Ahora sí creo comprender tu posición política y muchas cosas más...
-Es que lo que acabas de leer -me comentó- no es ni más ni menos que Cien años de soledad...". (...)
"Dueño de sí mismo, en una tribuna de excepcional importancia, Gabito sabía lo que estaba diciendo, por qué lo estaba diciendo y a quién se lo estaba diciendo". (...)
"Cuando Gabito terminó su discurso, aquel recinto se estremeció con el batir de las palmas de los concurrentes. Alguien dijo que nunca antes en esa augusta sala se había sentido tanto estruendo. Los aplausos que allí resonaron no eran los fríos aplausos protocolarios, los pausados aplausos que hacen obligatorias las buenas maneras. Esos eran aplausos que venían con fuerza irrevocable de más allá de la gentileza. En ellos no hablaba su pulido lenguaje la urbanidad. Era su voz sincera que hasta en las criaturas más insensibles, en un cierto momento se expresa".
*Fragmentos tomados del libro ‘Aracataca Estocolmo', de Colcultura, 1983.
A ritmo de acordeones
Rafael Escalona
"Si los homenajes gastaran a los hombres, ya Gabito seria un pedacito de hombre. Con excepción del actual Papa (Juan Pablo II), porque él los suscita, nadie en le mundo ha recibido más homenajes.
El mayor homenaje para Gabito es no hablarle de su grandeza. ¡Ya grande!, después de grade, cualquiera lo puede medir y para eso sí sobran topógrafos oportunistas que desean pasearse permanentemente por la topografía de su fama para sacar ventajas a medias.
Gabo tiene una estatura: ¡la que él tiene!, la que él mide, la que alcanzó sin empujón de nadie; la de él solo, la de él.
Hablo así porque a través de los años, cuando he visto el enano convertirse en gigante, también he visto cómo aparecen los oportunistas buscando el abrigo de la sabana macondiana, con que Remedios la Bella subió al cielo impulsada por la imaginación mágica de Gabito.
El caso mío con él es distinto: yo lo conocí cuando solo era Gabito, por edad, tamaño y fama. Fue en La Cueva de Barranquila, al lado de Alfonso Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio, Quique Scopell, José Miguel Racedo, Juan B. Fernández, Germán Vargas, Alejandro Obregón y otros. Cada uno sabía para lo que iba a servir y nosotros sabíamos para qué serviría cada uno". (...)
"Cuando lo vi en Estocolomo, enfrentado a los académicos y a la realeza europea, lo encontré lo mismo que hace 30 años: el Gabo sencillo, afectuoso, como siempre preguntándome por Colacho, la vieja Sara, Poncho Cotes, Miguel Canales y tantos otros personajes de mi tierra.
Me preguntó un poco de cosas, cosas por las cuales solo él sabe preguntar. Me preguntó por qué no le había hecho una canción, le dije que me la habían encargado y que yo no hago cantos por encargo. Se quedó mirándome. Se atusó el bigote con la mano y me dijo: ¡de acuerdo, gran vergajo!
Tengo más que ninguno, razones amistoras y afectivas para hacerle canciones a Gabo. En este caso, después de mi regreso de Estocolmo, ya sin encargo alguno, y con un merecido homenaje folklórico de Colombia, de la Costa a Gabo, le hice esta canción, donde la temática de su obra es la misma razón de mi canto (Véase recuadro)". (...)
"Gabo me invitó a que hablaramos a solas en un barco vikingo que era mi hotel. Estuvimos 50 minutos juntos.
Lo que los periodistas han llamado ‘20 minutos de Soledad'. Hablamos de las cosas mías y de cosas de él. De las mías nos reímos mucho; de las de él se ponía muy serio, ¡yo no! Fue una conversación muy personal". (...)
"Cuando nos despedimos, enla cubierta del barco vikingo, me preguntó: Rafa, ¿cuál es la vaina que más te ha gustado en Estocolmo? La reina -le contesté- y después las vikingas. -¡Carajo!, tienes buen gusto. ¿Y qué no te ha gustado, Rafa? -¡No poder ver a las vikingas en Bikini! ¡Cipotes de hembras! Lo que pasa es que con tanto invierno andan más arropás que una monja árabe recién metida al convento".
La mirada de un hermano
Eligio García Márquez
"Pero, efectivamente, como en los viajes de Conrad, donde nadie, ni le protagonista ni el lector y tampoco el autor sospechan qué puede suceder realmente al final, el de Estocolmo resultó más hacia adentro, hacia las tinieblas del corazón que a las exteriores de Suecia". (...)
"De manera que hablar de Nobel es hablar de él y sus amigos. Quizás a la larga el mecanismo sea más objetivo, ya que otro de los aspectos intersantes de Estocolmo fue precisamente ese: sus amigos. El haber podido reunir por primera vez y quizás única vez para siempre a todo ese reducido grupo de personas dispersas por el mundo para quienes -según él mismo ha pregonado tantas veces- escribe".
"Algunos no se conocían personalmente, aunque sabían quiénes eran y qué hacían e incluso, a veces, qué soñaban. Otros parecían no tener nada en común, excepto quizá la lengua y la amistad que los unía a Gabito. Pero habían oído hablar los unos de los otros continuamente a lo largo de muchos años, y se conocían tanto por medio de tantas referencias ajenas, que al verse por primera vez pareció más bien un simple reencuentro largamente postergado". (...)
"¿Qué pensarían los suecos de esta corte? ¿Qué pensarían los colombianos? ¿Qué pensaría el propio Gabito, asumiendo hasta las últimas consecuencias, y con una disciplina militar, su papel de vedette en esa fiesta de vedettes? Él fue feliz con ellos, a pesar de los desgraciado que también fue por la dura misión que debió cumplir en esos cuatro días de Estocolmo: el amargo sentimiento de Pometeo, no robando sino cuidando celosamente el fuego de los dioses, y para quien la más mínima duda o equivocación habría causado la pérdida del fuego y el consecuente castigo de los dioses humanos, más rencorosos e implacables y déspotas que los propios del Olimpo.
Pero él finalmene fue feliz, gracias a que todo salió bien, como lo había imaginado. Y gracias también a la presencia feliz de sus amigos".
Castaño: un ‘amanuense' sonoro
Álvaro Castaño Castillo
"Siempre llevo en mis viajes una grabadora de bolsillo, poco más grande que un paquete de cigarrillos. No creo que mis compañeros de Estocolmo haya dispuesto, al organizar sus recuerdos, de un testimonios más vivo y terminante que el que guardo en mis grabaciones". (...)
"Sigo desenrollando los recuerdos de mi grabadora en la mano (...). Aquí está el primero. Es la voz de Meter Landelius, nuestro intérprete, el más cercano de los amigos sueco que nos acomapañaron. Nos traduce en el Gran Hotel, en la habitación de García Márquez, el comentario que al otro día del Nobel publicó el ‘Dagens Nyheter', el mpas importante periódico de Suecis: ‘Las cosas nunca más serán como antes en la Sala Azul del Ayuntamiento. No desde que García Márquez y sus amigos colombianos nos mostraron cómo debe hacerse una fiesta Nobel. Los 60 músicos y bailarines de su país natal hicieron que toda esta sociedad pomposa: rey y reina, doctos e incultos, siguieran el ritmo con sus manos. Fue una fiesta grande llena de color...'".
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Mercedes Barcha, el gran amor de Gabo
Carlos Restrepo* EL TIEMPO /GDA| El Universal
16:24COLOMBIA | Jueves 17 de abril de 2014
La eterna compañera del premio Nobel colombiano es recordada por quienes la conocen como el ancla de los sueños de García Márquez
Hay almas que parecieran tener sus caminos predestinados, como le ocurrió a Gabriel García Márquez con su esposa, Mercedes Barcha.
El escritor cataquero dice que desde que la conoció supo que ella sería su esposa. Sin embargo, por situaciones de la vida de ambos, tuvieron que pasar muchos años antes de que Mercedes le diera el ‘sí', el 21 de marzo de 1958, a las 11 de la mañana en la iglesia del Perpetuo Socorro, de Barranquilla.
Para la gran mayoría de sus amigos, ‘La Gaba' -como la llaman cariñosamente- ha sido, sin duda, el polo a tierra que le permitió al premio Nobel colombiano volar con su imaginación por universos literarios y mágicos.
"Ella ha jugado el papel de la Beatriz de Dante, solo que Gabo logró casarse con su Beatriz y vivir más de 50 años a su lado. Él ya era un genio cuando se casaron, pero sin Mercedes no habría logrado hacer todo lo que después consiguió en la literatura y en la vida", le comentó a este diario el escritor inglés Gerald Martin, autor de la biografía Gabriel García Márquez: una vida.
Para el escritor y periodista Plinio Apuleyo Mendoza, amigo cercano de la pareja y padrino del primero de sus hijos, el cineasta Rodrigo García Barcha, el papel de Mercedes ha sido vital: "Ella se ocupa de la realidad que él no maneja, las finanzas, el hogar, la vida social, los viajes".
Por eso, para el cineasta y documentalista Rodrigo Castaño Valencia, quien prácticamente creció en los pasillos de casa de la familia García Barcha debido a la estrecha amistad de sus padres, el periodista radial Álvaro Castaño y la presentadora de televisión Gloria Valencia de Castaño, "Mercedes es la gran novela de Gabo. Yo creo que ha sido completamente incondicional, pero con los pies en la tierra, mientras que Gabo, afortunadamente para todos, es la fantasía".
Martin recuerda que mientras realizaba la investigación sobre la vida del autor de Cien años de soledad, tuvo la oportunidad de entrevistarse con Fidel Castro y Felipe González, entre otros. "Ambos coincidieron en que en esa pareja no fue Mercedes la afortunada sino Gabo, ganador de la lotería".
Un regalo de la vida que Gabo conoció en Magangué (Bolívar), a principios de la década de 1940, cuando Mercedes era apenas una niña de 9 años, y él estaba próximo a irse a estudiar a Zipaquirá. Sus vidas han sido un sucesión de gratas coincidencias.
Mercedes Raquel Barcha Pardo nació el 6 de noviembre de 1932 y, al igual que Gabo -cuenta Martin en su biografía-, fue la primogénita de los seis hijos que tuvo Raquel Pardo López, descendiente de una familia de ganaderos, y el farmaceuta Demetrio Barcha Velilla, descendiente de emigrantes del Oriente Medio.
"De allí es de suponer la ‘sigilosa belleza de una serpiente del Nilo', de Mercedes", anota Martin, al aludir a la manera como Gabo describe a ‘Mercedes, la boticaria' en Cien años de soledad: "la mujer sigilosa y silenciosa, de cuello esbelto y ojos adormecidos".
El libro de Martin recrea escenas de su infancia: "En aquella época, ayudaba ya en la farmacia de la familia, y los niños García Márquez a menudo la veían cuando iban a hacerle recados a su padre. Todos ellos advirtieron, entonces y más adelante, que Mercedes tenía un fuerte concepto de sí misma y que ejercía una autoridad sosegada".
‘Es muda'
De los días de su boda, Mendoza recuerda que su amigo Gabito había pedido un permiso de ocho días a la revista venezolana Momento, en donde trabajaba. "Cuando apareció con ella, encontramos en el aeropuerto a una muchacha muy delgada, tímida, morena, de ojos rasgados, que hablaba muy poco. Tal vez quedó intimidada porque de pronto la introdujimos en nuestra familia (almorzaba en casa de mi papá con todos nosotros, desconocidos para ella). ‘Es muda', decían mis hermanas. Pero su timidez desapareció cuando al domingo siguiente a su llegada los llevé, a ella y a Gabo, a un club de la playa. Almorzando, les dije: ‘Espero que estén dedicados a fabricar un niño'. Ella sonrió y habló por primera vez: ‘Sí, y tú vas a ser el padrino' ".
"Yo destacaría su inteligencia, la discreción, la elegancia, la dignidad, y -muy importante para Gabo, me imagino- ha sabido seguir siendo la niña que él conoció cuando tenía apenas 9 años", agrega Martin.
"Considero que ‘La Gaba' ha sido la esposa ejemplar, en el sentido de anticiparse siempre a complacer a Gabo con la palabra, con el pensamiento, con la conducta y con el silencio, sobre todo. Es una mujer enormemente discreta. Ha sabido desaparecer a tiempo para que Gabo se proyecte en su verdadera dimensión. Ella mide cuidadosamente la distancia, no ocupa posiciones que no le corresponden. Yo la he admirado siempre por eso", comenta su amigo Álvaro Castaño Castillo.
Quizás por eso, nunca ha sido amiga de las entrevistas. Son muy pocas las que ha dado en su vida, como recuerda Martin, quien tuvo el honor de lograr una.
"Llegué a hablar con ella en 1991. Cuando entró -como una carabela a todo vapor- a una fiesta familiar en Cartagena, su inesperada aparición me deslumbró y me aterró. Después estuve con ella en algún restaurante. Con diez o doce whiskies a bordo, me atreví a pedirle una entrevista. ‘Depende de Gabo', me dijo. Dos días más tarde me informó que Gabo -desde Los Ángeles- le había respondido: ‘Bueno, supongo que finalmente voy a saber lo que piensas de mí'. Así que tuve tres horas de conversación, sin su esposo, en su propio apartamento en Cartagena, con una mujer hermosa, muy sexy y muy inteligente, cuyas opiniones -fuertes y perspicaces- me impactaron mucho y me sorprendieron", comenta el biógrafo inglés.
Sin embargo, de puertas para adentro, en la intimidad de sus amigos y su familia, Mercedes deja aflorar por completo esa otra faceta alegre y rumbera de su personalidad costeña.
"Adema de discreta, Mercedes es una maravillosa madre de sus hijos, Rodrigo y Gonzalo, y una abuela generosísima. Pero, además, es la mejor amiga de sus amigos y la más desprendida de los objetos materiales. Feliz regala los zapatos que solo usó dos veces, porque es, ante todo, una recicladora de cariño", anota Rodrigo Castaño.
Entre sus gustos, se destaca el ser una gran comensal y disfrutar los vinos finos, con su inseparable cigarrillo. Vive al tanto de todo lo que pasa en Colombia; desde muy temprano consulta la prensa nacional y tiene una gran red de buenos amigos que la mantienen informada de todo.
Además, ha sido siempre la primera lectora y la inspiración de Gabo, quien encontraba en ella la consejera principal de su trabajo.
La escritora mexicana Elena Poniatowska recuerda, en la biografía de Martin, que cuando iba a salir Cien años de soledad Gabo había sido invitado por el Ministerio de Asuntos Exteriores mexicano a dar una charla. En lugar de eso, el escritor cataquero aprovechó para ‘medirle la temperatura' a su obra cumbre, leyendo un fragmento.
"Cuando terminé y bajé del escenario, la primera persona que me abrazó fue Mercedes, con una cara -yo tengo la impresión de que desde que me casé, ese es el único día en que me di cuenta de que Mercedes me quería- porque me miró ¡con una cara!... Ella tenía por lo menos un año de estar llevando los recursos de la casa para que yo pudiera escribir, y el día de la lectura la expresión en su rostro me dio la gran seguridad de que el libro iba por donde tenía que ir", le comentó Gabo a su amiga Poniatowska.
Si hay algo que adora Mercedes es celebrar su cumpleaños. Por eso, Gabito, en varias oportunidades, le ha tenido de sorpresa más de una parranda vallenata rodeada de amigos y familiares. "Son la mejor pareja de baile", dice Rodrigo Castaño, quien se ha gozado varias de esas veladas inolvidables.
*Texto publicado cuando Mercedes Barcha cumplió los 80 años, en el 2012.
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Gabriel García Márquez, un acercamiento a sus hijos
EL TIEMPO/ GDA| El Universal
16:17COLOMBIA | Jueves 17 de abril de 2014
Rodrigo y Gonzalo García Barcha, los hijos del Nobel, han sido, al lado de su esposa, los otros dos grandes orgullos del escritor
Rodrigo o la realidad de hacer cine
Nacido el 24 de agosto de 1959, en Bogotá. Estudió Historia Medieval en la Universidad de Harvard y luego en el American Film Institute.
Fotógrafo, director de cine y televisión, guionista, camarógrafo y director de fotografía, el cine y la TV han sido los caminos del hijo mayor del escritor, con una carrera larga, fructífera y de bajo perfil de su parte, pese a sus logros.
Uno de ellos, la nominación de dos de las actrices de la cinta que dirigió, Albert Nobbs, a los Oscar, los Globo de Oro y el Sindicato de Actores, a mejor actriz protagónica (Glenn Close) y de reparto (Janet McTeer). En las Óscar, la producción también fue nominada a Mejor maquillaje.
García Barcha, de 54 años, llegó a este proyecto porque Close lo buscó para esta historia de una mujer que debe hacerse pasar por hombre para obtener un trabajo de mayordomo en la Irlanda del siglo XIX, guardando no solo su feminidad sino sus sentimientos.
En general, su cine está muy relacionado con la temática femenina y su debut fue en la película Con solo mirarte (1999), también con Close. "Mis primeras escenas en esa cinta fueron con ella, así que empecé bien", dijo en una entrevista con la BBC.
Lo llaman ‘El director de mujeres', pero él no se siente así: "No pienso en las películas como historias sobre la mujer o sus problemáticas. Son sobre temas que me interesan y utilizo personajes femeninos para dramatizarlos. Entonces sí, soy un director de personajes femeninos, aunque no tengo un discurso ni una teoría sobre la mujer o la feminidad", comentó en la misma entrevista.
Su carrera cinematográfica también incluye, entre otras, Things you Can Tell Just by Looking at Her (2000), 10 pequeñas historias de amor (2001), Nueve vidas (2005), Passengers (2008), Mother and Child y Revolución (2010).
En televisión ha participado en la dirección de capítulos de Los Soprano, Six Feet Under y A Private Life, entre muchos otras series.
Desde hace más de 30 años reside en Los Ángeles.
Gonzalo: un apasionado de otro tipo de letras
Nacido en México en 1962, Gonzalo es el hijo mejor del Premio Nobel y de su esposa, Mercedes Barcha, que estudió diseño y tipografía en la Escuela de Diseño Parsons, en Nueva York.
Además, se dedica a la pintura y el dibujo, y al trabajo creativo con varias fuentes tipográficas (llamadas Bésame, Lagarto, Enrico, Mexican Mortifs, Palmera y Palmera Gus, entre otras).
En el cine, colaboró en los créditos de películas como Great Expectations, Nine Lives y Ten Tiny Love Stories.
Por supuesto, su arte está en la obra de su padre. Diseñó la fuente tipográfica para una edición especial de 200 ejemplares de Vivir para contarla, el primer volumen de las memorias del galardonado escritor.
"Esa fuente lleva el nombre de Enrico Martínez, fundidor de tipos e impresor en La Nueva España en el siglo XVII", dijo en una entrevista en el 2008, en este diario.
"El libro fue impreso por el editor mexicano Juan Pascoe a la manera tradicional, en Tacámbaro, un pueblo del estado de Michoacán en México. Luego los pliegos fueron transportados hasta Madrid para ser encuadernados. Para cuando estuvieron los primeros ejemplares, Gabo ya había terminado otro libro", agregó en la misma entrevista.
Desde el 2003 vive en París.
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García Márquez, un Nobel en la televisión
EL TIEMPO/ GDA| El Universal
16:12COLOMBIA | Jueves 17 de abril de 2014
Crónicas de una generación trágica fue el proyecto de Gabo que se convirtió en una serie de seis capítulos
Una generación a la que pese a que unía las ansias de una patria liberada solo logró hacer desaparecer a sus integrantes o su apresamiento y generar la reconquista de España.
Ese fue el proyecto de Gabriel García Márquez que se convirtió en una serie de seis capítulos realizados en 1993 por las desaparecidas programadoras Tevecine y Televideo para Audiovisuales, bajo la dirección de Jorge Alí Triana y Luis Alberto ‘Peto' Restrepo.
Se llamó Crónicas de una generación trágica y los libretos fueron escritos por Stella Malagón.
La producción se desarrolla entre 1781 y 1816, en el virreinato de la Nueva Granada. Un grupo de jóvenes criollos ricos, encabezados por Antonio Nariño, se sienten traicionados por España, que no los tiene en cuenta. La ejecución del líder comunero José Antonio Galán hace crecer sus deseos de libertad.
Esta es una de las grandes producciones que se han hecho en Colombia, con cuatro mil extras y lo más representativo de la actuación de ese momento (Luis Fernando Montoya, María Helena Doering, Armando Gutiérrez, Andrés Felipe Martínez, Yúldor Gutiérrez, Alejandra Borrero, Angie Cepeda, Humberto Dorado y Saskia Lockhart, entre otros).
Se dividió en los capítulos Los comuneros (1781), Los derechos del hombre (1794), Los conspiradores (1797-1810), El florero de Llorente (1810), La patria boba (1810-1813) y La pacificación (1813-1816).
Además, en 1975, RTI Televisión produjo La mala hora, obra de García Márquez, en una época en la que hacer toda una producción en exteriores era casi impensable.
Pero esta programadora, con Fernando Gómez a la cabeza, desbarató un estudio y se lo llevó completo para el departamento del Tolima, donde se hizo esta versión.
El premio Nobel también hizo parte de los libretos de una versión de María, de Jorge Isaacs, que RCN hizo en 1992.
Fue protagonizada por Victoria Góngora, Luis Fernando Hoyos y Alejandra Borrero, bajo la dirección de Carlos Duplat.
Y en una reciente entrevista, Góngora comentó que no solo fue su primer papel, sino que tuvo para ella más de la magia imaginada:
"Su guion, hecho por García Márquez, se detenía en el paisaje, el espíritu romántico de la época, las vivencias de las antiguas haciendas, la historia de amor, los jóvenes que se iban a estudiar a Europa y volvían con ideas revolucionarias, la esclavitud y la libertad de estos y como muchos hacendados se quebraron porque la producción de sus haciendas se basaba en la mano de obra no paga".
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La Cueva, el lugar que acogió a García Márquez y sus amigos
Heriberto Fiorillo* Especial para EL TIEMPO/GDA| El Universal
16:08COLOMBIA | Jueves 17 de abril de 2014
Durante más de una década ese sitio fue punto de reunión del Grupo de Barranquilla
La Cueva significa hogar, útero, madriguera, y ha sido nombre esencial en la vida de Gabriel García Márquez.
La Cueva es lugar de creación. En Cien años de soledad, Amaranta Úrsula entra un día a la habitación de Aureliano y lo encuentra intentando descifrar los pergaminos de Melquíades, de acuerdo con las indicaciones del sabio catalán.
-Tú, ¿Otra vez en la cueva? -pregunta ella.
El estudio de Gabo en su casa de Ciudad de México luce en la puerta un letrero que dice: La Cueva de la mafia. La mafia son sus amigos, los escritores.
La Cueva llamaron también en Cartagena a un tenderete de la calle del Arsenal, adonde iba Gabo a comer empanadas y arepas de huevo con Héctor Rojas Herazo, Manuel Zapata Olivella, Clemente Manuel Zabala y Gustavo Ibarra Merlano.
Pero La Cueva, la que sobrevive y trasciende es la que por más de una década fue lugar de encuentro, extravagancias y conversaciones entre reconocidos artistas, escritores y cazadores en la capital del Atlántico, conocidos también como Grupo de Barranquilla.
A mediados de los 50, el grupo de amigos costeños ya empezaba a dar que hablar en los cenáculos de la cultura nacional, aunque García Márquez insiste en que el nombre "Grupo de Barranquilla" fue invento de comentaristas y críticos, que tienden a sistematizar las cosas para poder explicarlas.
"Nosotros -cuenta Gabo- solo sabíamos que éramos amigos, que estábamos leyendo las mismas cosas, bebiendo los mismos tragos, que éramos periodistas y teníamos interlocutores abogados, funcionarios públicos...".
Podrían haber sido cuatro o varias docenas los del grupo, pero, a la hora de la reflexión, nadie más generoso que Gabo para agradecer con preferencia a Álvaro, a Alfonso y a Germán, con él a la sombra del sabio catalán.
"Yo fui -dice García Márquez- el último, por ejemplo, en diferenciar con claridad el periodismo de la literatura porque cuando llegué a Barranquilla solo llevaba literatura y fueron ellos los que me hicieron ver la diferencia entre ambos oficios. Una de las más serias y válidas críticas que me hacían era que yo no marcaba esa diferencia. Que mi periodismo era muy literario. ¿Y cuándo vas a separar las dos cosas?, me decían".
"Cuando trabajábamos en Crónica, el semanario, teníamos que cerrar edición a las doce de la noche y a veces calculábamos mal la cantidad de material y nos faltaban dos páginas. En dos o tres ocasiones, como yo era el jefe de redacción, me senté a escribir el relleno de esas páginas y no se me ocurrió escribir un artículo periodístico sino literario. Era mucho más fácil para mí. Por eso en una sola noche escribí La noche de los alcaravanes, De cómo Natanael hace una visita y La mujer que llegaba a las seis...".
En Barranquilla, García Márquez terminó su primera novela, La hojarasca, después de acompañar a su madre un domingo de carnaval a Aracataca. "Ese día comprendí que todos los cuentos que había escrito no eran más que elaboraciones intelectuales, que nada tenían que ver con mi realidad".
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"Las novelas -precisa García Márquez- son como sueños en los que una mente es transferida a otra, una cosa a otra, algo de una casa pasa a otra. El subconsciente hace mucho del trabajo y los sueños cometen desatinos, sinsentidos y todas esas cosas locas que hacemos en sueños: que la cara de una persona se la ponemos a otra, que la casa de una persona es en tu obra la de otra, el tiempo de una se mezcla con el de otra y se cuentan hechos que no ocurrieron, como cosas que van a suceder...".
Él buscaba un desorden literario que dice haber hallado en los burdeles de Barranquilla, descubriendo con Álvaro que la literatura era el mejor juguete para burlarse de la gente.
"Cuando uno se lanza a la arbitrariedad y a la fantasía -ha dicho Gabo- se crea otra lógica, igualmente respetable. Y como la arbitrariedad tiene sus leyes, debe uno también conocerlas para respetarlas. Si se es arbitrario frente a la arbitrariedad, esa arbitrariedad carece de sentido poético y literario".
Enredado con La casa, el mamotreto que llevaba siempre bajo el brazo porque no tenía donde guardarlo, Gabito había buscado en Barranquilla el consejo de Ramón Vinyes, el sabio catalán. "El viejo me alentó y me hizo ver las debilidades de ese libro".
En La Casa de Gabito el universo no se llamaba Macondo sino Barranquilla. "No le pongas así a una ciudad de ficción. Es un nombre demasiado realista", le dijo Vinyes. Como Tolstoi, el catalán opinaba que un escritor moderno construía su aldea universal, haciendo literatura con la realidad que lo circundaba. De modo que todo lo que vive un narrador puede, en sus manos virtuosas, llegar a ser literatura.
Lo que Vinyes le dijo a Gabito aquella vez debió ser de tanta importancia literaria para el joven escritor que, en Cien años de soledad, el autor consagra aquel enlace mítico, momento nudal del hilo de interés desplegado sobre la revelación de unas claves que vendrían de Nostradamus a Melquíades y de este a José Arcadio, para completar su significado a la luz de los cinco libros que el sabio catalán entrega a Aureliano, a su vez y en verdad el último de los José Arcadio.
Al final de Cien años sabemos que el epígrafe de los pergaminos es lo único ordenado en el tiempo y el espacio de los hombres. El resto de los hechos, un siglo de episodios cotidianos, los concentró Melquíades, de modo que todos coexistieron en un instante. Lo mismo que hizo Gabriel García Márquez con sus historias en la novela, incluyendo las de sus últimas páginas de periodismo literario. No solo porque, en efecto, como él mismo lo ha dicho, también en periodismo se es víctima afortunada de los engaños de la poesía sino porque en esas últimas ochenta páginas están las claves de la que era hasta entonces la novela de su vida.
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En 1983, García Márquez sostuvo una breve pero profunda entrevista con María Teresa Herrán y le dijo: "Amigos son los que uno quiere como son. Y hoy las afinidades laborales suelen crear más amistades que las circunstancias casuales".
Así que también la vida le ayuda a escoger a uno los amigos, como él escogió a Álvaro, a Alfonso, a Germán...
"Los he escogido -le explicaba Gabo a María Teresa- porque, primero, tienen una buena formación literaria; segundo, porque poseen muy buen criterio y, lo más importante de todo: que de verdad verdad, me dicen lo que piensan, así sea lo más doloroso".
"Sus amigos -comentó Germán Vargas- estábamos seguros de que llegaría a ser un gran escritor; y hay constancia escrita de ello. Creo que él compartía también esa certidumbre, por cuanto conocía sus espléndidas capacidades mejor que nadie: su disciplina, su consagración al trabajo literario. Por lo demás, no se necesitan especiales condiciones de adivino para darse cuenta de que en el García Márquez de entonces había ya un gran escritor futuro".
"Como yo era el menor -explica Gabo- me convertí un poco en el hermano que había que sacar adelante. Ellos fueron decisivos en mi formación intelectual, orientaron mis lecturas, me ayudaron, me prestaron libros y, como amigos, a pesar de todas las circunstancias de mi vida, siguen siendo los mejores".
La periodista le pregunta si, en su opinión, el hecho de que fueran amigos del Nobel no opacaba su propia carrera intelectual. Y Gabo escritor revela: "Sí, pero en el fondo siempre supimos que uno de nosotros tenía que surgir. Era una especie de pacto tácito. Por eso creo sinceramente que ellos aceptan que me haya tocado a mí, con gran satisfacción interna, porque piensan que a ellos también les corresponde parte del mérito".
"Aquellos años febriles fueron los decisivos en mi formación de escritor. Eran unos tiempos raros en los que todo el mundo se ayudaba, de palabra o de obra, en la Barranquilla libre y liberal de los años 50".
En México, a principios de los noventa, Gabo le reitera a Alfonso lo que le había dicho en Roma, un año atrás: "La parte más importante de mi vida fue la que pasé en Barranquilla con ustedes. A mí se me abrieron muchas ventanas. Yo de todos modos hubiera sido un escritor porque esa era mi vocación, pero sin ustedes otra dirección hubiera tomado. Sin Barranquilla no hubiera sido Premio Nobel".
"Precisamente en Estocolmo -recuerda Germán Vargas-, unos días después de la entrega del Premio Nobel de Literatura, al que nos había hecho invitar, nos convidó un día y dijo: ‘Ahora vamos a hacer únicamente una reunión para mis amigos de Barranquilla'. Éramos solo Alfonso con su mujer, yo con la mía, la viuda de Alvaro, Gabito y Mercedes. (...) Nos reunió en una suite de un hotel, distinto al hotel donde estaba alojado él oficialmente, y allí nos presentamos sin decirle a nadie, y pasamos todo un día hablando, recordando. Un día que yo llamo: dedicado a la nostalgia". A la nostalgia de aquellos tiempos en los que todo el mundo se ayudaba.
*Director de la Fundación La Cueva de Barranquilla.
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La misión de llevar a escena las obras de Gabo
EL TIEMPO/ GDA| El Universal
16:02COLOMBIA | Jueves 17 de abril de 2014
Jorge Alí Triana habló sobre su experiencia al llevar a las tablas algunas obras del Nobel colombiano
Uno de los principales directores que se ha encargado de llevar las creaciones de Gabriel García Márquez al teatro es Jorge Alí Triana. "En el teatro hice La increíble y triste historia de la Candida Eréndira y su abuela desalmada (En Nueva York, Washington, Colombia y la voy a hacer en Lima). Hice después Crónica de una muerte anunciada (Bogotá y también en Lima). En cine hice Tiempo de morir, (guion original de García Márquez) y también una película que escribe García Márquez basada en el Edipo de Sófocles: Edipo Alcalde", le dijo Triana a EL TIEMPO en una entrevista reciente.
Para el director, aunque se siente cercano al universo que plantea Gabo en sus obras, lo que de alguna manera le facilita llevarlas a otros medios, el gran mérito está en la pluma del ilustre hijo de Aracataca. "A la hora de la verdad una de las genialidades de Gabo es haber podido narrar con esa potencia poética, con esa magia las realidades colombianas. Uno siente cuando lo lee que en cada familia de nosotros pasó algo similar", dijo el director.
En Colombia, también se recuerda el montaje que realizaron los directores Misael Torres y Juan Carlos Moyano inspirados en Cien años de soledad. Con el título de Memoria y olvido de Úrsula Iguarán, los directores emprendieron gira ‘Viaje al corazón de Macondo', que los llevó a 22 ciudades del país en 1992.
También los realizadores internacionales han tratado de plasmar en el teatro la literatura de García Márquez. La española Tachia Quintanar protagonizó el monólogo Isabel viendo llover en Macondo, que se presentó en Bogotá, y el Repertorio Español, de Nueva York, estrenó en el 2012 su versión de El amor en los tiempos del cólera.
"Es un libro que Caridad Svich (la dramaturga) y yo leímos cuando éramos jóvenes y que ha tenido mucha influencia no solo en nosotros, sino en el mundo latino y estadounidense. Lo que quisimos hacer fue encontrar una forma de transmitir su esencia en términos teatrales", dijo José Zayas, director de la obra, en una conversación con EL TIEMPO.
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El encuentro de García Márquez con el teatro
*Laura García / Especial para EL TIEMPO/GDA| El Universal
15:57COLOMBIA | Jueves 17 de abril de 2014
Uno de los experimentos más exitosos de García Márquez en el teatro fue el monólogo Diatriba de amor contra un hombre sentado. Laura García relata su experiencia actuando este texto de Gabo
En noviembre de 1987 Gabo terminó la redacción para teatro de su inmortal Diatriba de amor contra un hombre sentado. La escribió para la actriz argentina Graciela Dufau y por eso el personaje lleva su nombre.
Se la ofreció en La Habana unos meses antes. Se la mandó cumplidamente a Buenos Aires tres meses después. Fue el montaje de estreno de esta pieza.
Tuve el privilegio de actuar el segundo en 1994. Se le ocurrió escribirla -nos confesó a mí y a su director Ricardo Camacho- cuando un día en Barranquilla había pasado al lado de uno de esos balcones de ciudades calientes a los que se lanzan los ocupantes de la casa a "coger el fresco", y la dueña de casa -asumo que era la dueña- estaba bombardeando a su marido con una inmisericorde "cantaleta".
Eran probablemente las 11 de la mañana. Al volver a pasar por el mismo sitio a las 5 de la tarde, la misma donna seguía con idéntica perorata. Y entonces pensó, nos dijo: "Tengo que escribir esto para teatro algún día".
Con la Diatriba viajé durante tres años por nueve países del mundo e incontables poblaciones colombianas de escasa seguridad y carreteras inmisericordes, pero con públicos hambrientos de escuchar las divinas palabras.
En el Teatro de la Abadía de Madrid, al terminar la función, una amiga me dijo: "Eso es lo que siempre le quise decir a mi marido, pero nunca encontré las palabras apropiadas".
Gabo, el alquimista de la palabra, el escanógrafo doctorado en despecho femenino, lo hizo más que perfecto por ella, cuando en la obertura del monólogo escribe: "¡Nada se parece tanto al infierno como un matrimonio feliz!"
Y luego: "Entonces entendí lo que nunca había querido entender: que hay un momento de la vida en que una mujer casada puede acostarse con otro sin ser infiel".
Y hacia el final, cuando Graciela le dice a su marido: "...prefiero la libertad de estarlo buscando para siempre que el horror de saber que no existe otro a quien pueda querer como sólo he querido a uno en esta vida. ¿Sabes a quién?: A ti, cabrón".
Hoy, mientras releía el texto tantas veces interpretado, traté de reesculcarlo con paciencia en mi memoria, pero me atropelló su sonoridad, y confieso, sin pudor, que me atacó la nostalgia y las ganas de hacerlo de nuevo. En una actriz, ese estado del alma solo lo logran los grandes clásicos, antiguos y modernos. Gabo es uno de ellos.
Después, plasmando la idea original y libreto de Esteban García, produjimos conjuntamente en Bogotá La Casa, una teatralización del primer tercio de Cien años de soledad, dirigida por David Gurji, oriundo de Georgia, quien decía que su país se parece mucho al nuestro, porque todos están locos. Igual que los personajes de Gabo.
Interpreté a Úrsula Iguarán, la matrona de verdades irrefutables y energía pantagruélica, que es enterrada ciega, a sus más de ciento quince años.
Fue un homenaje teatral y una puesta en escena muy personal y arriesgada, hecha con una honrada pasión por el juego escénico.
También, por invitación del director Jorge Alí Triana, representé en el Gala Theatre de Washington a la abuela desalmada de La cándida Eréndira: monstruo alucinante, devorador, pecaminoso, sin corazón, enloquecido por la nostalgia de épocas mejores; la pieza ya había sido llevada a escena por el Teatro El Local de Miguel Torres muchos años atrás (Carmenza Gómez interpretó a la abuela a sus escasos 24 años) y en 1983 el realizador Ruy Guerra hizo el largometraje con la emblemática actriz griega Irene Papas en el mismo rol.
No tengo presentes todos los montajes que el teatro colombiano ha abordado con la partitura del mago de Macondo. Son incontables. Entre aficionados, semiprofesionales y profesionales.
Pero tal vez no hay ningún conjunto teatral, director, adaptador, actor o actriz que no lo haya intentado. Para indignación de algunos habitantes de la India, el director británico Peter Brook abordó su personal Mahabharata en un montaje de siete horas.
En Colombia el escultor de nuestra épica no es anónimo: se llama Gabriel José de la Concordia García Márquez, o Gabo, desde que Eduardo Zalamea Borda comenzara a llamarlo así, o Gabito. Prefiero llamarlo Gabo. Mi Gabo personal. Una de mis más personales inspiraciones desde que mi abuela de la Sierra Nevada me crió con leche de burra y me llevó a conocer el hielo.
*Actriz, directora, docente.
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"El cine y yo somos como un mal matrimonio", García Márquez
+Jorge Franco para EL TIEMPO/GDA| El Universal
15:53COLOMBIA | Jueves 17 de abril de 2014
El escritor colombiano Jorge Franco exploró, en un artículo publicado en EL TIEMPO en el 2002, la relación del Nobel de Literatura con la gran pantalla.
Tal vez la experiencia más frustrada que Gabriel García Márquez tuvo dentro del mundo del cine fue a sus 27 años, en Roma, como tercer asistente de dirección en una película titulada Lástima que sea un canalla, en la que actuaba Sofía Loren, una de sus actrices más admiradas.
Lo que nunca imaginó García Márquez es que en esa oportunidad no conocería a la actriz porque su trabajo consistió, durante todo un mes, en sostener una cuerda para que no pasaran los curiosos. Había llegado a Europa como corresponsal de El Espectador y quiso aprovechar su estancia en Roma para aproximarse a una de sus más sólidas pasiones: el cine. Quería conocer Cinecittá, a sus afamados directores. Al periódico tenía que enviar corresponsalías sobre la XVI Exposición de Arte Cinematográfico de Venecia, que a duras penas pudo escribir porque estuvo dos semanas viendo cine, día y noche. Aparte de buen crítico, su ejercicio en este arte se limitaba a su participación en la película La langosta azul, que había realizado con el Grupo de Barranquilla un año antes de su viaje a Europa.
En Roma, se matriculó en el Centro Experimental de Cinematografía con el apoyo de Fernando Birri, director argentino que más tarde dirigió una adaptación de Un señor muy viejo con unas alas enormes, y quien también fue su cómplice para realizar, 30 años después, el gran sueño de ambos: crear una escuela para enseñar, producir y promover el cine latinoamericano. Birri y García Márquez son los fundadores de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños (en La Habana, Cuba).
Sin embargo, en el Centro Experimental en Roma, García Márquez sufrió una tremenda decepción al topetarse con un academicismo que lo alejaba de lo que pretendía conseguir a través del cine, convencido de que lo más importante era saber cómo se contaba una historia. Allí solo permaneció algunos meses, pero como había ido a Europa a buscar más cine que literatura, las últimas semanas se las pasó aprendiendo con la profesora de montaje todo sobre la edición, que venía a ser, según ella, la gramática del cine.
Cuando después se trasladó a París, e hizo El coronel no tiene quien le escriba, Gabo insistió en que esta novela no era literatura sino cine, porque en realidad él quería ser guionista. Y añadió: "La novela tiene una estructura completamente cinematográfica y su estilo narrativo es similar al del montaje cinematográfico; la novela se desarrolla con la descripción de los movimientos de los personajes como si los estuviera siguiendo con una cámara".
La idea de hacer cine le siguió dando vueltas obsesivas en su cabeza y con ese firme propósito se fue a México, en 1961. Durante los primeros años tuvo que dedicarse a trabajar en publicidad, de la mano de Álvaro Mutis, sin desistir de su idea de entrar al mundo de la creación cinematográfica. Finalmente, apareció Manuel Barbachano, productor de Luis Buñuel, con la propuesta para que trabajara el guion de El gallo de oro, basado en un cuento de Juan Rulfo, uno de los escritores más venerados por el nobel colombiano.
Aunque la película fue un fracaso (todos culparon al director), el guion tuvo muy buena acogida por su fidelidad a la obra de Rulfo; lo único que se le recriminó, inicialmente, fue que los diálogos estuvieran escritos en colombiano y no en mexicano, pero este atolladero sirvió para que iniciara una amistad indeleble con el escritor Carlos Fuentes, a quien se le había pedido su colaboración para mexicanizar el relato.
Por la misma época cedió los derechos cinematográficos de su cuento En este pueblo no hay ladrones, y el propio García Márquez participó como actor en la película, interpretando, muy brevemente, al taquillero de un cine. Esta producción contó además con un lujoso elenco de espontáneos: Luis Buñuel hizo de cura, Juan Rulfo y Carlos Monsivais hicieron de jugadores de dominó, y José Luis Cuevas interpretó a un joven en un billar.
Su siguiente trabajo fue un guion basado en una historia original suya que nació de un encuentro que tuvo con un matón que tejía un suéter. De esa imagen salió Tiempo de morir, que dirigió Arturo Ripstein cuando sólo tenía 21 años y ya se perfilaba como un gran realizador. La película, sin embargo, tuvo que disfrazarse de western para asegurarse un buen resultado comercial.
La buena recepción de este filme le permitió entrar de lleno en el negocio cinematográfico, con un sueldo fijo para escribir guiones. Así lo hizo durante algún tiempo, pero después de varios argumentos y muchos escritos empezó a hastiarse de la industria, a sentirse abatido por la presión comercial y a intuir que tal vez el cine no era el mejor medio para contar el universo que se gestaba en su imaginación de escritor.
Cansado de los caprichos y de las extravagancias de directores y productores quiso abandonar lo que tanto había buscado, a pesar de las advertencias de Carlos Fuentes: "Gabo, no se te olvide que esto que estamos haciendo en el cine es para financiar las novelas que queremos escribir. Recuerda que tienes que escribir tu gran novela".
Un día, mientras manejaba el Opel blanco con su familia, de paseo a Acapulco, vislumbró la historia que quería contar, su gran novela, la que le cambió la vida y conmocionó a los lectores del mundo: Cien años de soledad.
A partir de entonces, no solo entró por la puerta grande a la literatura universal, sino que se concilió nuevamente con el cine, esta vez, con la autoridad que le daban su genio y su prestigio, y a través de muchas historias suyas llevadas a la pantalla, de sus talleres en la escuela de Cuba, de historias bosquejadas para que otros las contaran en películas ajenas.
Una reconciliación que mantiene su buena dosis de resistencia, porque como el mismo García Márquez lo dice: "El cine y yo somos como un matrimonio mal llevado, no puedo vivir con él ni si él" .
*El escritor Jorge Franco es el autor de las novelas ‘Rosario Tijeras' y ‘Paraíso Travel'. Artículo publicado en ELTIEMPO el 19 de octubre de 2002
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Gabriel García Márquez: un colombiano inmortal
Redacción Cultura y Entretenimiento EL TIEMPO/GDA| El Universal
15:48COLOMBIA | Jueves 17 de abril de 2014
A la edad de 87 años, falleció en la ciudad de México el autor de Cien años de soledad, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982
"Luisa (la madre de Gabo), con 21 años cumplidos, regresó a su Aracataca natal en una mañana de febrero, sin su esposo, tras casi dieciocho meses de ausencia. Estaba embarazada de ocho meses y llegaba mareada del barco, tras otra travesía turbulenta de Riohacha a Santa Marta. Unas semanas después, el domingo 6 de marzo de 1927, a las nueve de la mañana, en medio de una tormenta poco habitual para esa época del año, dio a luz a un niño, Gabriel José García Márquez. Luisa me contó que su padre había salido temprano a misa cuando las cosas ‘se ponían mal', pero cuando volvió a casa todo había acabado. El niño nació con una vuelta de cordón alrededor del cuello -luego él mismo atribuiría su tendencia a la claustrofobia a aquel contratiempo temprano- y pesó, según se dijo, cuatro kilos doscientos gramos. Su tía abuela, Francisca Cimodosea Mejía, propuso que lo frotaran con ron y le echaran agua bendita, por si había algún otro percance".
Así rememora el biógrafo inglés Gerald Martin, en Una vida, la llegada al mundo del autor de Cien años de soledad y Premio Nobel de Literatura de 1982, quien hoy a los 87 años, en su residencia de México, por las complicaciones de un cáncer que se le extendió a los pulmones y el hígado.
A juzgar por la descollante vida que tuvo Gabito -como lo llamaban sus amigos y familiares más cercanos-, el extraño menjurje de ron y agua bendita de la tía Francisca produjo en su querido sobrino el efecto contrario: le impuso sobre su destino la estrella luminosa del éxito.
Los años de infancia en la casa de sus abuelos -Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán- fueron determinantes en la vida del pequeño, antes de ingresar al Colegio de San José, en Barranquilla, en 1936.
En 1940, gracias a una beca, el joven Gabriel se trasladó a Zipaquirá, donde recibió el título de bachiller en el Colegio Nacional, y, además, fue escogido para pronunciar el discurso de grado. Desde entonces, ya mostraba su alergia a este tipo de distinciones: "¿Qué hago yo encaramado en esta percha de honor, yo que siempre he considerado los discursos como el más terrorífico de los compromisos humanos?", dijo entonces Gabo.
Por esos años, influido por lecturas de libros de escritores, como Kafka y Joyce, comenzó a escribir una novela, titulada La casa, fundamento de lo que más tarde fue su obra cumbre, Cien años de soledad.
En 1947, entró a estudiar Derecho y Ciencias Políticas, en la Universidad Nacional, formación que continuó en Cartagena, debido al cierre del plantel educativo capitalino, luego de los sucesos del 9 de abril. En ‘la Heroica' también hizo sus primeros coqueteos con el periodismo, en el diario El Universal, profesión que se convirtió en otro de sus amores entrañables.
Aída García, su hermana, le contó a este diario, en una oportunidad, que en aquellas épocas, el padre de Gabo era el que repartía las profesiones y que a él le había tocado la de abogado. "No sé qué voy a hacer cuando termine Derecho. Voy a colgar el diploma", le comentó a Aída en su momento.
De Cartagena se trasladó a Barranquilla, en 1950, y allí hizo amigos inolvidables, entre los que se encontraban Alfonso Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio, Alejandro Obregón, Germán Vargas y Ramón Vinyes. Fueron llamados el Grupo de Barranquilla.
De manera paralela continuó sumergiéndose en las aguas del periodismo, esta vez desde El Heraldo, donde escribía su famosa columna La jirafa, que firmaba con el seudónimo de ‘Séptimus', un personaje de Virginia Woolf.
Para 1954, regresó a la capital colombiana, se vinculó al diario El Espectador y ganó diversos concursos literarios.
En esa época publicó famosas crónicas, como la del marino Luis Alejandro Velasco, que, en 1970, dio vida al libro Relato de un náufrago.
El amor de su vida
En 1955, viajó a Europa, conoció a varios de los escritores con los que conformó el boom latinoamericano, y un año después finalizó El coronel no tiene quien le escriba. Además, se casó, en 1958, con Mercedes Barcha, su sostén y amor de la vida.
Se habían conocido desde que ella tenía unos 12 ó 13 años y vivía en Magangué. "Duraron años de novios, incluso, cuando Gabriel se fue para Europa. Estuvo en Suiza, luego en París y en Italia, y desde allá le escribía a Mercedes", recuerda su hermana Aída.
Un año más tarde, mientras abría con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza la sede en Bogotá de la agencia cubana de noticias Prensa Latina, nació su hijo mayor, el cineasta Rodrigo García Barcha.
En 1962, cuando ya se encontraba en México, vino al mundo su segundo hijo, Gonzalo. Por entonces, inició la redacción de Cien años de soledad, cuya primera edición, en 1967, se agotó en pocos días, presagiando el éxito que tendría para la literatura universal.
Para la familia García Barcha, esos años fueron especialmente difíciles en términos económicos. La escritora mexicana Elena Poniatowska recuerda, en la biografía de Martin, que por esos días Gabo había sido invitado por el Ministerio de Asuntos Exteriores mexicano a dar una charla. En lugar de eso, el escritor cataquero aprovechó para ‘medirle la temperatura' a su novela, leyendo un fragmento.
"Cuando terminé y bajé del escenario, la primera persona que me abrazó fue Mercedes, con una cara -yo tengo la impresión de que desde que me casé, ese es el único día en que me di cuenta que Mercedes me quería- porque me miró ¡con una cara!... Ella tenía por lo menos un año de estar llevando los recursos a la casa para que yo pudiera escribir, y el día de la lectura la expresión en su rostro me dio la gran seguridad de que el libro iba por donde tenía que ir", le comentó Gabo, en una entrevista, a su amiga Poniatowska.
Plinio Apuleyo Mendoza recuerda que en esos años se inició la gran amistad de García Márquez y el líder cubano Fidel Castro, cuando, por error, Mendoza autorizó que apareciera la firma de Gabito en una carta cortés de protesta contra Castro, que firmaban los escritores del boom, por el apresamiento del poeta Heberto Padilla.
Gabo, luego, le confesó en una carta a Plinio que no hubiera querido firmarla, y su amigo, de inmediato, procedió a desmentir la noticia. "Esa rectificación circuló por el mundo y le llegó a Castro, quien logró que Gabo pasara por La Habana, y allí nació esa amistad profunda", anota Mendoza.
Entre tanto, el reconocimiento internacional del escritor colombiano seguía creciendo como espuma, luego de ganar, en 1972, el Premio Rómulo Gallegos.
Dos años más tarde, creó la famosa revista Alternartiva, en compañía del periodista Enrique Santos Calderón, quien recuerda que "no fue fácil convencerlo de fundar una revista de izquierda en la Colombia de mediados de los 70. Aunque tenía claros compromisos públicos con la causa, no creía en semejante aventura en un país donde la efervescencia de los grupos revolucionarios iba de la mano de su canibalismo político".
En 1975, apareció El otoño del patriarca, novela que intentó marcar distancia de la poderosa sombra que era Cien años de soledad. De hecho, el libro no fue bien recibido, en un principio, por los lectores. Con los años, la crítica llegó a catalogarla como una de sus obras icónicas como novelista.
"En El olor de la guayaba, cuando le pregunté cuál era su mejor obra, me dijo que El otoño... Es su libro más complejo, que le llevó tres versiones y, si sumamos, creo que le llevó casi 17 años de escritura. Es una pieza de orfebrería literaria. Mucho tiempo después decidió que su mejor libro era El amor en los tiempo del cólera", recuerda Mendoza.
El día de la inmortalidad
La influencia internacional de García Márquez se multiplicó de la mano de reconocimientos como la Legión de honor en el grado de comendador del Gobierno francés, que ya hacía prever la noticia que se conoció el 21 de octubre de 1982: el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura, que lo consagró como el escritor más importante de las letras colombianas y uno de los más destacados de la región y del mundo.
Gabo y Mercedes habían ido la noche anterior a comer a casa de su amigo Álvaro Mutis, para mitigar las ansias, pues un conocido de Estocolmo los había llamado a decirles que todo parecía indicar que él era el escogido, cuenta Martin en su biografía.
"A las 5:59 de la mañana siguiente, hora de Ciudad de México, Pierre Short, viceministro de Asuntos Exteriores sueco, lo llamó a casa y corroboró la noticia del premio. García Márquez colgó el teléfono, se volvió a Mercedes y dijo: ‘Estoy jodido'".
De manera paradójica, los años posteriores al otorgamiento del Nobel, a pesar de los compromisos internacionales, fueron para el escritor cataquero de gran productividad literaria. Habían comenzado con la publicación de Crónica de una muerte anunciada, al despuntar la década de los 80. A esta, le siguieron El amor en los tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989), Doce cuentos peregrinos (1992), Del amor y otros demonios (1994) y Noticia de un secuestro (1996).
En los años siguientes, además de ser escogido por la revista Time y EL TIEMPO, entre otros medios, como uno de los personajes del siglo XX, y motivado por esa otra pasión suya que fue el periodismo, Gabo adquirió, junto con otros amigos, la revista Cambio, en 1998.
Infortunadamente, unos años más tarde, le fue diagnosticado un linfoma (cáncer del sistema inmunológico), que lo obligó a someterse a una intensa terapia en Los Ángeles (EU).
Martin, quien lo visitó a finales de 1999, recordó: "Estaba más delgado de lo que lo había visto jamás, y con muy poco pelo, pero lo hallé lleno de vigor. Volvió a acudir a mí el pensamiento de que él, que durante toda la vida había dicho temer a la muerte, a la hora de la verdad demostraba ser uno de los grandes luchadores".
El 2002 fue un año contradictorio, pues, aunque despidió a su madre Luisa Santiago Iguarán quien, junto con su esposa Mercedes y su agente literaria Carmen Balcells conformaron lo que su amigo Conrado Zuluaga llamó su "santísima trinidad", Gabo publicó sus esperadas memorias, Vivir para contarla, que el mundo lector esperaba con gran expectativa.
Un año de homenajes
Pero, sin lugar a dudas, el 2007 quedó grabado en la memoria de García Márquez como uno de los años inolvidables de su existencia, porque celebró cuatro importantes aniversarios: sus 80 años de vida, los 60 de su primer cuento, los 40 de la publicación de su obra cumbre y los 25 de haber recibido el Nobel.
Por ello, el país entero se volcó en homenajes y, en el marco del IV Congreso de la Lengua Española, que tuvo lugar en Cartagena, y que contó, entre otros, con la presencia de ilustres personalidades y amigos suyos, como Bill Clinton, Carlos Fuentes y los reyes de España, la Real Academia Española presentó la edición conmemorativa de Cien años de soledad, con una tirada inicial de 500 mil ejemplares, lo que la equiparaba al nivel del Quijote.
"Cuando le pedimos el permiso y la RAE empezó a preparar el texto, encontramos que varias ediciones de Cien años de soledad tenían un texto distinto: faltaba una palabra, la puntuación era diversa, etc. Entonces, me puse en contacto con Gabo y se lo expliqué. Le dije que le iba a mandar unos grandes folios con la manera como aparecía en diferentes ediciones. Fue una tarea hermosísima. Y luego, la presentación en Cartagena fue uno de los actos más conmovedores que hemos vivido", recuerda el ex director de la RAE Víctor García de la Concha.
"No sé a qué hora sucedió todo. Solo sé que, desde que tenía 17 años hasta la mañana de hoy, no he hecho cosa distinta que levantarme temprano todos los días y sentarme frente a un teclado para llenar una página en blanco", comentó Gabo ese día, en su discurso de agradecimiento.
Salvo unos pocos viajes internacionales y una corta estadía en su residencia de Cartagena, en los años posteriores, el Nobel colombiano mermó sus actividades públicas de manera considerable, principalmente, debido al deterioro de su memoria y a la presencia de algunas dolencias físicas, que lo llevaron a recluirse en su residencia de Ciudad de México, donde pasó sus días postreros al lado de ‘la Gaba', su compañera hasta el último viaje.
cvtp
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