La votación en el Parlamento Europeo de una enmienda relativa a los viajes en avión de los diputados europeos ha provocado reacciones enormemente críticas y ha abierto una vez más la caja de pandora sobre el régimen económico de los eurodiputados, cuyo trabajo les exige, se quiera o no, viajar continuamente entre diferentes puntos de Europa y adquirir un notable grado de especialización.
 
Como portavoz del Parlamento Europeo mi papel no es dar la razón ni a quienes presentaron la enmienda o votaron a favor de ella ni a quienes la rechazaron. Eso les corresponde a ellos mismos, y de hecho los medios están llenos de reacciones de todo tipo. En cambio sí creo que me corresponde contar las cosas como son e intentar situarlas en su contexto, aún a sabiendas de que nadaré a contracorriente.
 
En contra de lo que se publicó el miércoles cuando la noticia saltó del twitter a los teletipos, el Parlamento Europeo no aprobó su presupuesto para el año 2012, sino un documento conteniendo las grandes líneas del mismo, documento que habrá de pasar por varias fases antes de convertirse en un proyecto que pueda ser debatido y votado a finales de año.
 
Lo que se votó es el punto de partida para la discusión y está claro que ésta girará en buena parte en torno a cómo conjugar las necesidades de una institución europea en expansión con un contexto de fuertes recortes en todas las economías de la UE. El primer paso se dio al fijar el tope del crecimiento del presupuesto del Parlamento por debajo de la inflación, lo que supone, en términos reales, reducirlo.
 
Volviendo al tema de los aviones, actualmente nada obliga al diputado a viajar en clase preferente. Es el propio parlamentario el que elige la tarifa, pensando sobre todo en la flexibilidad a la hora de cambiar de vuelo. Los diputados pueden obviamente cambiar esta regla y prohibir la clase preferente para viajes de menos de cuatro horas de duración, pero para ello habrán de modificar no ya el presupuesto, sino las reglas internas en materia de desplazamientos.
 
En el actual contexto de crisis económica situaciones como éstas son fáciles de criticar y difíciles de argumentar, sobre todo cuando se cargan demasiado las tintas o se llega al extremo de individualizar a los diputados, aún a sabiendas de que la mayoría votan siguiendo la disciplina de voto de sus grupos políticos y guiándose por las indicaciones de los diputados coordinadores de cada tema.
 
Sorprende en todo caso la forma en la que se ha sobredimensionado este asunto,  hasta el punto de que algunos medios digitales le hayan dado más cobertura que a la crisis financiera portuguesa, seguramente más importante para el futuro de la economía española que un voto parlamentario sin efecto concreto ninguno.
 
Ahora se completará el tema con los sueldos que cobran y con las dietas que reciben para hacer frente a los gastos en Bruselas y Estrasburgo y se entrará en un debate de brocha gorda en el que apenas nadie se parará a pensar en las características específicas del trabajo de un diputado europeo.
 
El Parlamento Europeo tiene por delante varios meses para elaborar un presupuesto que le permita cumplir correctamente las funciones que le han sido encomendadas por los ciudadanos y que al mismo tiempo se ajuste al contexto económico europeo. Los recortes ya previstos van en esa dirección.

La prensa por su parte tiene la responsabilidad de separar el grano de la paja, fomentar un debate objetivo y transparente y evitar caer en el fácil recurso del populismo a la hora de contar lo que sucede en una institución democrática única en su género. Vamos a ver quién muestra mayor sentido de la responsabilidad.