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Nota: Hasta el  presente dia, Dios sigue haciendo milagros entre sus hijos. Muchos  perdemos la Fe al no ver milagros de sanacion espectaculares. Los  milagros de sanacion de parte de Dios pueden ser al instante o pueden  ser a traves de nuestra constancia y Fe en El. Dios obra de mil formas  diferentes.
 Leamos el siguiente testimonio de como poniendo nuestra parte y voluntad, Dios hace su obra en sus hijos.
 
 Cuando  me diagnosticaron por primera vez la diabetes en el año 2000, estaba  convencida que los medicamentos me curarían. Esta, después de todo, era  la era de la tecnología y las drogas milagrosas.
 
 No conté con mi  aumento de peso ni me enteré que, al verse afectado mi sistema  inmunológico, fuese diagnosticada con artritis. Para la primavera de  2004 me forcé a mí misma a ir al médico con la peor infección  respiratoria de mi vida. Melancólicamente, seguí repitiéndome a mí  misma: “los diabéticos son seis veces más propensos a morir de un  resfriado”. Para cuando puse mi pie en la balanza del médico, estaba tan  enferma que la muerte sería la buena noticia.
 
 Entonces noté mi peso. ¡Pesaba 196 libras! ¡Estaba a cuatro libras de llegar a ser mi abuela!
 
 Mi  doctor me cargó con un suministro de dos semanas de antibióticos, una  botella de “prednisone” y entonces abandonó su puesto. Ahora tenía que  buscar otro médico.
 
 ¡Qué bien! Estaba aterrada, pero a pesar de mis temores, mi búsqueda resultó una de las mayores bendiciones de mi vida.
 
 A  través de las conexiones familiares y mucha oración, hallé a mi doctor,  una holandesa de habla suave, que no veía mi condición médica como una  sentencia de muerte.
 
 Ella visualizó mi condición como un punto de  partida para una mejor salud. Estuvo abierta a métodos alternos para el  control de la diábetes. Fue compasiva, profunda, y entusiasta sobre mi  plan de ejercicios y una dieta de bajas calorías. “Usted puede  lograrlo”, me aseguró, y yo le creí.
 
 Me fui a casa y comencé a  examinarme el corazón. ¿Creo que mi vida y mi cuerpo son dones de Dios?  ¿Creo que tengo una responsabilidad por mi propia salud?
 
 ¿Creo  que la única manera de agradecerle a Dios por esta vida es honrar Su  don? ¿Le debo a mis hijos una madre? ¿Quiero envejecer con el amor de mi  vida? Mi respuesta entonces y ahora ¡es un resonante sí!
 
 Hace un  año, celebré mi cumpleaños cincuenta y ocho comprando una caminadora  motorizada. Comencé una dieta saludable baja en carbohidratos de  vegetales y frutas. Para fines del primer mes había avanzado de unos  pasos a media milla ¡y había perdido seis libras!
 
 Mi paladar se  hizo más sensible y comencé a notar el sabor único de las comidas  frescas. Una manzana y un par de cucharaditas de mantequilla de maní se  tornaron una delicia para mí. Sin agregar azúcar descubrí que me  encantaba el verdadero sabor de la zarzamora y del arándano.
 
 Fue  sorprendente cuán rápidamente me adapté a mi nuevo estilo de vida  saludable. Gracias a Dios, tomé mi decisión al comienzo del movimiento  de bajos carbohidratos.
 
 He descubierto deliciosos alimentos con  bajos carbohidratos, justo en mi abarrotería local. Hasta puedo  convidarme a mí misma a comer pan, budines y mi favorita personal, leche  achocolatada, con bajos carbohidratos. Me consagré a reinventar mis  recetas favoritas, creando saludables delicias con bajos carbohidratos,  como panecillos y crepes de soya, ¡que saben como los originales!
 
 En  tan sólo unos cuantos meses, caminaba una milla diaria en mi  caminadora. Naturalmente impaciente, me fue difícil caminar en mi lugar  por una media hora completa con sólo mis pensamientos para entretenerme.  Por lo tanto, decidí separar aquel tiempo para adorar.
 
 Mientras  escucho mis alabanzas favoritas, le agradezco a Dios por cada buena  dádiva en mi vida. Me he sorprendido al descubrirme a mí misma  agradeciéndole también por mis dificultades, que han creado en mí una  terca perseverancia y fortaleza.
 
 En poco más de un año, he  perdido cuarenta libras y cuatro números de vestimenta, ¡y sigo  perdiendo! Pruebo el azúcar en mi sangre frecuentemente durante el día,  especialmente antes y después del ejercicio.
 
 Hace un año me  quitaron todo medicamento para la diábetes y, el azúcar en mi sangre, en  mi cumpleaños cincuenta y nueve, permanece felizmente bajo control. Mi  artritis es menos dolorosa, y estoy practicando la jardinería de nuevo.
 
 Mi  sistema inmunológico otrora falluco se ha rejuvenecido. Me defiendo de  la infección y la enfermedad, ¡y tengo más energía que la que había  tenido en años!
 
 C Jaye Lewis
 
 No te des por vencido o  vencida. Dios te ama y te ha convertido en un regalo para los tuyos.  Cuida tu vida y tu cuerpo por amor a Dios, a ti mismo y a los tuyos.
 
 Por  consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que  presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a  Dios, que es vuestro culto racional. Romanos 12:1.
 
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