 de gritos azules,
 de gritos azules, 
el mar del habla encendida,
le trae canciones remotas 
y barcas de otras orillas.
 El río, tenaz viajero, 
con largo asombro la mira, 
y le regala blancura
de garzas estremecidas 
que suben a la comarca 
donde la estrella se inicia.
Y el viento pirata, el viento 
de clara estirpe marina, 
le ciñe el talle redondo 
con brazos de lejanía, 
¡y se la lleva consigo 
donde la tierra limita 
con el batir de campanas 
de la triunfal alegría! 
Porque nació frente al alba, 
y porque el alba madrina, 
le dio aquel nombre que pide, 
para decirlo, sonrisa...
El nombre que puede ser 
de flor o de lluvia fina, 
y que también lleva el Ángel 
de júbilo: ¡Barranquilla!