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General: Canción de otoño en primavera
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جواب  رسائل 1 من 1 في الفقرة 
من: Tatisverde  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 14/01/2016 17:42

Canción de otoño en primavera

Ninfa en el bosque, Charles-Amable Lenoir (1860-1926)

    Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer.
    Plural ha sido la celeste 
historia de mi corazón. 
Era una dulce niña, en este 
mundo de duelo y aflicción.

    Miraba como el alba pura; 
sonreía como una flor. 
Era su cabellera obscura 
hecha de noche y de dolor.

    Yo era tímido como un niño. 
Ella, naturalmente fue, 
para mi amor hecho de armiño, 
Herodías y Salomé... 

    Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver...! 
Cuando quiero llorar, no lloro, 
y a veces lloro sin querer... 
    La otra fue más sensitiva,
y más consoladora y más 
halagadora y expresiva,

cual no pensé encontrar jamás. 
    Pues a su continua ternura 
una pasión violenta unía. 
En un peplo de gasa pura 
una bacante se envolvía... 

    En sus brazos tomó mi ensueño 
y lo arrulló como a un bebé... 
Y le mató, triste y pequeño, 
falto de luz, falto de fe... 

    Juventud, divino tesoro, 
¡te fuiste para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro, 
y a veces lloro sin querer... 

    Otra juzgó que era mi boca 
el estuche de su pasión 
y que me roería, loca, 
con sus dientes el corazón
    poniendo en un amor de exceso 
la mira de su voluntad, 
mientras eran abrazo y beso 
síntesis de la eternidad: 

    y de nuestra carne ligera 
imaginar siempre un Edén, 
sin pensar que la Primavera 
y la carne acaban también... 

    Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro,
¡y a veces lloro sin querer! 

    ¡Y las demás!, en tantos climas, 
en tantas tierras, siempre son, 
si no pretextos de mis rimas, 
fantasmas de mi corazón. 

    En vano busqué a la princesa 
que estaba triste de esperar. 
La vida es dura. Amarga y pesa. 
¡Ya no hay princesa que cantar! 

    Mas a pesar del tiempo terco, 
mi sed de amor no tiene fin; 
con el cabello gris me acerco 
a los rosales del jardín... 

    Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver!... 
Cuando quiero llorar, no lloro, 
y a veces lloro sin querer... 
    ¡Mas es mía el Alba de oro!


Rubén Darío
(Cantos de vida y esperanza, 1905)


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