Acepto la gracia como el regalo máximo de amor perfecto.
Yo soy una expresión de Dios viviendo en el océano de Su gracia. Como explica Eric Butterworth: “Eres la vitalidad de Dios. Cuando deseas crecimiento espiritual, Dios lo ha deseado primero en ti … Tú eres la actividad de Dios en expresión, amado con amor eterno”. No tengo que hacer nada para probar que soy valioso, porque la gracia está disponible siempre y nunca disminuirá.
Los momentos en que me sentí librado de un daño sirven como recordatorios de que la gracia obra siempre. Cuando tomo mayor conciencia de este regalo de amor, crezco en comprensión, fe y conciencia. Acepto la gracia como el regalo máximo de amor perfecto y doy gracias por esta bendición original en mí.
Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios.—Efesios 2:8
Myrtle Fillmore escribió: “No pensarías en cerrar los ojos y caminar diciendo que no puedes ver y no sabes dónde vas. Así que ¿por qué cerrar tu ojo de omnisciencia al decir ‘no sé qué hacer?’ ¡Afirma repetidamente que sí lo sabes!” Con este sabio consejo, Myrtle nos recuerda que no se trata de pedir guía a una fuerza externa. Mas bien se trata de recordar y afirmar nuestro vínculo eterno con la Mente divina.
Al conectarme con el espacio sagrado de mi corazón, permito que un sentimiento de curiosidad me guíe a medida que encuentro confianza en mis próximos pasos.
Descanso en el Silencio, donde tengo acceso constante a la guía divina. Con fe firme, prosigo en el sendero que soy guiado a seguir.
Que tu buen espíritu me guíe por caminos rectos.—Salmo 143:10
En plena conciencia y con amor infinito, acepto la esperanza.
Reconozco esa sensación de anticipación y emoción en mí que me dice que algo maravilloso está por expresarse. “La esperanza es como algo con plumas”, según la poeta Emily Dickinson, “que se posa en el alma”. La esperanza es mi expectativa de que el Espíritu obra en mi vida. Puede que no sepa cómo se expresará, pero espero con emoción y anticipación.
El Domingo de Ramos es como ese “algo con plumas” —un tiempo de conciencia que vaticina una nueva y magnífica dimensión de conciencia espiritual. El proceso puede ser caótico y doloroso, pero la esperanza posada en mi alma sabe que el próximo paso en mi viaje espiritual está cerca. Con esta plena conciencia y con amor infinito, acepto la esperanza.
Volverás a confiar porque tendrás esperanza; y rodeado de paz podrás dormir tranquilo.—Job 11:18