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·´¯`·­»No estamos solos«­·´¯`·: EL GRAN ENGAŃO DE LOS PLATILLOS VOLANTES
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De: Sol Solgraficos  (Mensaje original) Enviado: 15/03/2010 13:27
De: Sol Solgraficos  (Mensaje original) Enviado: 09/02/2010 01:36

LUIS ALFONSO GÁMEZ

Una nave extraterrestre visita la Tierra cada seis minutos. Sólo así se explica que, en los últimos 50 ańos, el 5% de la población mundial asegure haber sido testigo de las evoluciones de platillos volantes. Aunque la inmensa mayoría de las observaciones tiene su origen en percepciones erróneas de cuerpos astronómicos, de fenómenos atmosféricos, de aviones y helicópteros... cuando no en meras fabulaciones y fraudes; de los 200 millones de platillos volantes vistos en el cielo desde 1947, 4 millones son auténticos ingenios alienígenas, según estimaciones de los ufólogos más prudentes.

Nuestro planeta es una especie de Benidorm cósmico al que acuden seres de todos los rincones de la galaxia y no precisamente con buenas intenciones. En 1991, «al menos un 2% de la población norteamericana presentaba los síntomas característicos de las personas que han sido abducidas. Es decir, llevadas al interior de ovnis por seres de apariencia extraterrestre para ser examinados minuciosamente y formar parte, además, de un estricto programa de 'seguimiento' a lo largo de toda su vida por parte de sus abductores» [Sierra, 1994]. A nadie puede extrańar, por lo tanto, que, a finales de los ańos 70, el ufólogo espańol ANDREAS FABER-KAISER hablase de los ovnis como del «problema número uno de la ciencia moderna».

El término platillo volante nació el 24 de junio de 1947 en Estados Unidos. KENNETH ARNOLD, un vendedor de equipos de extinción de incendios, volaba en su avioneta de Chehalis a Yakima, en el estado de Washington, cuando vio nueve objetos que volaban en formación sobre el monte Rainier. «Se desplazaban como platillos saltando sobre el agua», recordaba poco después. En un primer momento, Arnold temió que se trataba de aeronaves soviéticas e intentó informar al FBI; pero la oficina de Pendleton (Oregon) estaba cerrada, así que acabó contando la historia a los periodistas. La agencia de noticias Associated Press envió un despacho que dio la vuelta al mundo y pronto empezaron a verse extrańos ingenios volantes por todo el país.

Nadie sabía lo que eran aquellos objetos que en plena guerra fría invadían el espacio aéreo norteamericano; nadie pensaba en seres extraterrestres. En el informe que redactó para el Ejército, Arnold indicó que, cuando vio los objetos, supuso que eran «aviones con propulsión a chorro». Y ańadió: «Estoy convencido de que se trataba de algún tipo de avión, aunque en muchos aspectos no se ajustaban a los tipos convencionales que conocía» [Steiger, 1976]. El hombre de negocios creyó que los objetos que había visto sobre el monte Rainier eran aviones hasta que entró en escena un heterodoxo editor de ciencia ficción que vio en los platillos volantes un filón de oro.

Ciencia ficción y basura paranormal

RAYMOND PALMER había asumido la dirección de Amazing Stories en 1938, el mismo ańo en que ORSON WELLES había aterrorizado a cinco millones de personas con una versión radiofónica de La guerra de los mundos (1897), de HERBERT G. WELLS. «Tan pronto como [Palmer] se hizo cargo de la dirección dedicó una enorme cantidad de energía a cambiar el rumbo de la revista. Hizo bajar la calidad de las historias y aumentar la circulación» [Asimov, 1981]. Dos ańos antes de la observación de Arnold, Palmer abrió las páginas de Amazing Stories a RICHARD S. SHAVER, un desequilibrado mental que decía recordar cómo Atlántida, Lemuria y Mu -los continentes míticos tan del gusto de charlatanes de todas las raleas- habían sido colonizados por seres extraterrestres en un remoto pasado. Según Shaver, los alienígenas habían tenido que abandonar la Tierra hace miles de ańos, dejando en nuestro planeta dos tipos de robots que desde entonces habitan en el subsuelo: los teros, que hacen lo posible por ayudar a la humanidad, y los deros, responsables de gran parte de las desgracias del ser humano.

La historia cautivó a Palmer hasta tal punto que, en junio de 1947, dedicó un número entero de Amazing Stories a lo que él denominaba el misterio Shaver. En octubre, aseguraba en un editorial escrito durante el verano que la observación de «misteriosas naves supersónicas, ya sean espaciales o procedentes de cuevas», confirmaba la autenticidad de las narraciones del mundo subterráneo [Lagrange, 1988]. Los tripulantes de los platillos volantes eran descendientes de los extraterrestres que habían colonizado nuestro planeta en un pasado remoto. Palmer fue despedido de su trabajo. Su apoyo incondicional a las estupideces propaladas por Shaver había incomodado a los propietarios de la revista. El imaginativo promotor de basura pseudocientífica entró entonces en contacto con Kenneth Arnold.

Portada del número de 'Fate' en el que se publicó la historia de ArnoldUn ańo más tarde, aparecía en los quioscos el primer número de Fate, que con el tiempo se iba a convertir en «el principal abastecedor de tonterías paranormales» de Estados Unidos [Gardner, 1983]. El artículo de portada de la nueva revista era «I did see the flying disks» y, aunque estaba firmado por Arnold, había sido escrito por Palmer. El autor había pasado por alto todas las dudas que el testigo había reflejado en el informe al Ejército y las incongruencias del relato, contradictorio en lo que se refería al tamańo y la velocidad de los objetos volantes. Describía el suceso con un tono colorista y afirmaba, entre otras cosas, que los discos habían suscitado en Arnold «un sentimiento extrańo». Al eliminar del relato original los elementos incómodos e inventarse detalles inexistentes, Palmer se convirtió en el primer ufólogo de la historia.

Meses después, el 7 de enero de 1948, el capitán THOMAS F. MANTELL sufría un accidente de aviación cuando creía perseguir un platillo volante sobre la base aérea de Godman, en Kentucky. El piloto militar, que mandaba una escuadrilla de P-51, perdió el conocimiento tras sufrir una falta de oxígeno en la sangre al sobrepasar su avión los 6.000 metros de altitud. El caza se estrelló. Y Mantell pasó a la historia como el primer mártir de la ufología a pesar de haber muerto persiguiendo un Skyhook, un globo de grandes dimensiones utilizado para estudiar los rayos cósmicos y visible a más de 20 kilómetros. La descripción facilitada por los testigos que habían observado el extrańo objeto desde tierra y aire se correspondía con la de «un helado de cucurucho con la parte superior de color rojo» [Klass, 1974]. Según se supo ańos después -el programa Skyhook era secreto en los ańos 40-, aquella semana se habían lanzado varios globos desde la base aérea de Clinton, situada al sur de Ohio, y los vientos reinantes habían llevado alguno hasta las proximidades de la base de Godman.

Sin embargo, muchos ufólogos prefieren creer que el avión del capitán Mantell «se adentró en el campo magnético de una colosal astronave extraterrestre» o que los tripulantes de un platillo volante abatieron el caza con el rayo de la muerte [Ribera, 1974]. El accidente de Mantell era para DONAL E. KEYHOE, comandante retirado de la Infantería de Marina, una prueba evidente de la política de encubrimiento seguida por el Gobierno estadounidense respecto a los platillos volantes, que el ex militar identificaba con naves extraterrestres. Keyhoe, autor del primer libro sobre el tema, The flying saucers are real (1950), publicó en enero de 1950 un artículo en la revista True, que sentó los dos pilares básicos de la ufología: el origen alienígena de los ovnis y el secretismo gubernamental. Su segunda obra, Flying saucers from outer space (1953), sirvió de base para la película de ciencia ficción Earth versus the flying saucers, realizada por FRED F. SEARS en 1956. «Los platillos volantes que animó [RAY HARRYHAUSEN] en el filme son tan perfectos que se los puede tomar por naves suficientemente enormes como para derribar el Capitolio, cuando en realidad son pequeńas maquetas de doce pulgadas. El realismo de esta película contribuyó a ensanchar la obsesión por los platillos volantes» [Torres, 1994].



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