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Seamos felices, no porque todo esté bien, sino porque hay momentos en los que
el alma, cansada de sostener silencios y cicatrices, empieza a pedir un respiro.
A veces la vida se vuelve pesada, los días se sienten más largos de lo que son
y el corazón va acumulando pequeñas tristezas que, sin darnos cuenta, terminan
ocupando demasiado espacio. Y es ahí cuando necesitamos recordarnos que
la tristeza prolongada no solo duele… también enferma, desgasta,
consume lentamente lo que somos.
Ser feliz no siempre es fácil.
A veces es un acto de resistencia.
A veces es un abrazo que te das para no quebrarte.
A veces es el único puente entre lo que fuiste y lo que aspiras a ser.
Pero siempre, siempre, es valiente.
D.R.

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